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Candil de la guerra mediática

Hace casi dos años visité Caracas. Se celebraba por esa fecha en la capital venezolana el 19no. Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes. De la ciudad recuerdo el movimiento agitado de sus calles y la sonrisa que reinaba a la sombra de los parques, negocios y paseos. Entre los cerros que encierran Caracas me llamó la atención que mucha gente de a pie, al hablar de la situación del país, decían tranquilos: «Nos estamos recuperando».

Ciertamente la capital, como el país, ya venía saliendo poco a poco de la fuerte e incisiva crisis económica que dio inicio con las sanciones de Estados Unidos, promovidas a partir de 2015 y luego de los intentos por polarizar y sumir desde 2017 a la nación en un baño de sangre. Sin embargo, ese paisaje de dolor fue cambiando con el liderazgo de la Revolución Bolivariana y, para que se tenga una idea concreta, en este año Venezuela proyecta el mayor crecimiento económico de la región.

La paz que descubrí en el gran termómetro popular que es Caracas es la que siempre han querido desaparecer quienes no toleran un ápice de decoro ni respetan las voluntades de las masas. Para ellos basta un pequeño candil mediático que propague el fuego mayor. Incluso, a veces no ha sido preciso un motivo específico para inventarse otra realidad paralela, como resultó con el tal Guaidó, del cual quedan vagas señales de humo desde su cómodo refugio floridense.

De eso va la guerra cognitiva y las narrativas hegemónicas. Ahora, luego de otro triunfo electoral en las presidenciales del Gran Polo Patriótico, con Nicolás Maduro Moros al frente, han querido reconstruir el guion de guerra híbrida que conocemos, montándose en el cuento del supuesto fraude electoral. Un libreto que en teoría y práctica se mantiene intacto al escrito en la última década.

Es muy predecible saber cómo actuará la oposición venezolana después de cada derrota que, por cierto, sigue siendo aplastante, pues han perdido 29 de las 31 elecciones disputadas. El modus operandi no es nuevo, resulta idéntico: no reconocen el triunfo, declaran fraude y llaman a la violencia o a las conocidas «guarimbas» en medio de las calles.

En los últimos días hemos visto imágenes tan fascistas como la destrucción de estatuas del líder bolivariano Hugo Chávez Frías, o el saqueo de negocios y del transporte público en Caracas. En resumen, un triste rencuentro con el odio que exhalan las almas míseras y resentidas de esa oposición que hoy comanda María Corina Machado y el excandidato presidencial a estos comicios, Edmundo González.

Según ellos, hubo fraude en las elecciones y poseen todas las pruebas para demostrarlo pero hasta el momento no han mostrado ninguna, acaso con la intensión de ganar tiempo para falsificar actas desde el exterior, como han denunciado autoridades venezolanas. Los medios de comunicación hegemónicos, por su parte, han suscrito el discurso tal y como podíamos prever mucho antes. Lo que sí llama la atención aquí es que previo y después de los comicios, el proceso electoral venezolano requiere de auditorías, y justo para la jornada del 28 de julio, todos los partidos envueltos en la contienda acordaron que el sistema era confiable y seguro. O sea, para Edmundo y María Corina, antes sí, pero ahora no.

Contradicciones del perdedor, podríamos titular la obra. Pero todo esto resulta algo más serio que una puesta en escena. Esta vez se han vuelto a falsificar videos, ha habido ataques tecnológicos, como el sucedido con la página de Consejo Nacional Electoral y han utilizado bots en la propagación desmedida de fake news apoyadas por los emporios comunicacionales. En esencia, siguen utilizando a los sectores populares como carne de cañón de los intereses políticos más conservadores.

La oposición que incita a la guerra civil tras no reconocer los resultados electorales debería presentar las actas originales que dice tener ante la justicia, como es su derecho, si de verdad quieren emplear la vía electoral y no la delincuencia. De esa forma veríamos si se corresponden o no con los datos dados por el Consejo Nacional Electoral. Mientras, en los medios digitales y las calles siguen simulando más fines propagandísticos que otra cosa. Quien sí se comprometió jurídicamente a hacer públicas todas las actas fue el presidente legítimo Nicolás Maduro Moros.

Sin dudas, el chavismo con una economía en franco ascenso, aun cuando persistan la mayoría de las sanciones estadounidenses, es un peligro potencial para los intereses conservadores y expansionistas. De ahí la urgencia de algunos por sacarlos del poder a como dé lugar. Y recordemos que darles bienestar y una mayor calidad de vida a los venezolanos no está en los cálculos de quienes hoy vuelven a encender el candil de la guerra mediática en ese hermano país.

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