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«Tienes cara de Laura»: la ciencia demuestra que adaptamos nuestra apariencia a nuestro nombre

Abc.es 

Aquello de «tienes cara de Laura» o «te pega llamarte Carlos» puede tener más base científica de lo que parece. Un nuevo estudio ha demostrado que las personas tienden a modificar su apariencia para adaptarla a sus nombres, incluso aunque no se den cuenta. Los resultados acaban de publicarse en la revista ' Proceedings of the National Academy of Sciences '. La idea era investigar si los padres eligen el nombre de sus bebés en función de su aspecto o si, por el contrario, la apariencia facial va cambiando con los años para adaptarse a los estereotipos sociales asociados a los nombres. Para probarlo, se eligieron dos grupos: uno de niños de 9 y 10 años; y otro formado por adultos. A ambos se les enseñaron unos rostros y, debajo, cuatro posibles nombres . Los voluntarios tenían que relacionar los nombres y las caras. Los resultados revelaron que ambos grupos acertaban con bastante precisión el nombre de los adultos; sin embargo, el número de resultados correctos caía drásticamente con las caras de los niños y sus nombres. No fue el único experimento que se realizó. También se utilizó una inteligencia artificial a la que se alimentó con una gran base de datos de imágenes de rostros humanos. Al igual que en las pruebas con personas, el ordenador acertó los rostros con los nombres entre los adultos. Sin embargo, no encontró ninguna similitud significativa entre los niños con el mismo nombre en comparación con los niños con nombres diferentes. Los investigadores concluyeron que la similitud entre el rostro de una persona y su nombre es el resultado de una suerte de «profecía autocumplida»: la apariencia facial cambia a lo largo del tiempo para alinearse con los estereotipos sociales asociados con el nombre. Estos estereotipos pueden formarse de muchas maneras, por ejemplo, porque el nombre está vinculado a un famoso o debido a las connotaciones culturales de un nombre bíblico o de la mitología griega, tales como Noé o Ares. «Nuestra investigación destaca la importancia más amplia de este efecto sorprendente: el profundo impacto de las expectativas sociales. Hemos demostrado que los constructos sociales existen, algo que hasta ahora ha sido casi imposible de comprobar empíricamente», señala Yonat Zwebner, de la Arison School of Business de la Reichman University y autor del estudio. «La estructura social es tan fuerte que puede afectar la apariencia de una persona. Estos hallazgos pueden indicar hasta qué punto otros factores personales que son incluso más importantes que los nombres, como el género o la etnia, pueden determinar en qué se convierte una persona al crecer».

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