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Paradoja de la formación médica: escasez de especialistas en un sistema en crisis

Todo pinta a una estrategia para crear poderes monopolizadores, restringiendo la cantidad de especialistas y manteniendo altos salarios y precios de las consultas.

Cuando los estudiantes de secundaria empiezan a cuestionarse seriamente sobre su verdadera vocación, muchos se ilusionan con estudiar Medicina. Sin embargo, es raro encontrar alguno enfocado únicamente en la medicina general. Casi siempre expresan un deseo de especializarse como pediatras, cardiólogos, neurocirujanos u otras áreas.

La Universidad de Costa Rica (UCR) ha sido la institución que, al menos desde la década de los 60, ofrece la carrera de Medicina en el país. En general, la mayoría de los aspirantes desean ingresar a esta universidad, pues es la única altamente subsidiada por el Estado, solo ella provee estudios subsidiados y becas estatales.

Desde siempre, la UCR ha fijado parámetros muy estrictos para el ingreso a la carrera, debido a su limitada capacidad instalada y su renuencia a aumentar cánones de matrícula. No entran consideraciones de mercado ni de las necesidades del país. Usando algún algoritmo desconocido determinan cuántos estudiantes quieren recibir y establecen las notas de corte.

Afortunadamente, desde hace varias décadas existen opciones para estudiar Medicina en universidades privadas. Muchos estudiantes, generalmente recurriendo a mecanismos de financiamiento, optan, desde el principio, por esta posibilidad. Con esto, el mayor obstáculo no está en la formación de médicos generales, sino en el posterior ingreso a las especialidades. Esto es aún más rudo para los estudiantes de los centros privados.

Por obvias razones económicas, no todos los estudiantes pueden aspirar a ellas, pues el Estado no destina recursos para estudiantes de universidades privadas. A pesar de que estas ya superan en matrícula a las estatales. ¿Ciudadanos de segunda clase?

Serio problema del sistema

Las alarmantes listas de espera para citas de especialidades, procedimientos y operaciones se deben no a la falta de recursos, sino de especialistas. Según diversas fuentes, hay una subutilización de quirófanos tanto en el Hospital México como en el Calderón Guardia. No pueden ser utilizados, debido a la escasez de especialistas, a pesar de la enorme necesidad de los asegurados.

¿Por qué hay escasez de especialistas? Incomprensiblemente, habiendo miles de médicos generales deseosos de cursar una especialidad, se fijan trabas casi insuperables para su formación.

Recientemente, se realizó el examen para determinar cuáles médicos son aptos para ingresar al sistema, según parámetros definidos por alguien. De una convocatoria cercana a 2.000, solo 500 aprobaron. En pedagogía se dice que cuando la distribución de notas es anormal, el problema está en las pruebas, no en los examinados. Y esta distribución es totalmente anormal. He ahí un serio problema.

Pero aun los 500 aprobados deben superar otros obstáculos. Deben lograr el ingreso a la especialidad en la UCR y, para colmos, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) dice disponer de solo 300 cupos para residencias.

Quienes al final del calvario consiguen un cupo deben conformarse, y darse con una piedra en el pecho, independientemente de si al final consiguen entrar o no a la especialidad deseada. Esta es una barrera odiosa para impedir a personas con verdadera vocación, pero sin suerte o conexiones, estudiar la carrera soñada.

Mientras, las necesidades son apremiantes, no solo en la CCSS, sino en todo el mercado, no se vislumbra interés en resolverlo. Parece haber “interesados” en no hacerlo. Lo importante parece ser mantener limitada la oferta de especialistas para garantizar ingresos altos a los suertudos especialistas en ejercicio y poder exigir a la Caja duplicar los salarios.

Los discriminadores

La Caja, el Colegio de Médicos y la Universidad de Costa Rica conformaron un organismo llamado Cendeisss, el cual se encarga de calcular cuántos especialistas se requieren en cada rama. El organismo, con cierto tufillo a cartel, pone las cotas de ingreso. Probablemente, con la iluminación del Espíritu Santo son capaces de saber cuáles serán las necesidades para los próximos diez años y se encargan de impedir la sobreoferta.

Estas prácticas son ilegales en cualquier mercado. Pero en uno en donde media la salud y la vida de los ciudadanos reviste, además, connotaciones morales y éticas muy delicadas. La ciudadanía es la gran perjudicada y las listas de espera lo atestiguan.

Todo pinta a una estrategia para crear poderes monopolizadores, restringiendo la cantidad de especialistas y manteniendo altos salarios y precios de las consultas, intervenciones quirúrgicas y otros procedimientos. De ser así, sería un atentado contra los derechos humanos de la ciudadanía y de los propios médicos generales, aspirantes a conseguir cupos.

Se argumenta la incapacidad de los hospitales para recibir tantos practicantes en cada especialidad, pero ¿han estudiado cuáles son las mejores prácticas internacionales en la materia? Indudablemente, otros países tienen la misma problemática y muchos la habrán resuelto. Basta con copiarlas. La pregunta es si la propia CCSS tiene interés en conocer las experiencias internacionales.

Consecuencia de la restricción

La restricción actual crea un círculo vicioso: hay muchas personas en listas de espera por consultas u operaciones, una limitación al número de casos de estudio clínico. Esto restringe la cantidad de estudiantes por admitir y, en consecuencia, no hay suficientes médicos para atender a los pacientes. Si hubiera mayor cantidad de especialistas, el número de pacientes hospitalizados aumentaría y la clínica sería más factible.

A corto plazo es necesario analizar si el número de operaciones realizadas en horario ordinario corresponde con la complejidad de los casos para compararlo con estándares internacionales, o incluso con los datos que se manejan en el sistema de contratación extrahorario. Se podría determinar el rendimiento en jornada regular comparando con las efectuadas fuera de las horas laborables, para verificar la eficiencia y rendimiento durante las horas normales.

La falta de anestesiólogos es un problema patético. Muchas operaciones no se pueden realizar simplemente porque no hay anestesiólogos disponibles, y cuando los médicos están listos para operar y no aparece el anestesiólogo, se les debe reconocer como si hubieran realizado la intervención.

Según informa La Nación, hay más de 300 médicos interesados en especializarse en anestesiología. ¿Por qué el Cendeisss no abre la puerta totalmente a la formación de anestesiólogos? En el camino se verá si algunos no son aptos.

A corto plazo, procede importar médicos. Pero eso parece ser un sueño de opio, y los tropiezos, probablemente, insuperables.

dmelendeh@gmail.com

El autor es economista y miembro activo de la firma Cefsa desde 1982. Fue regulador general de la República y economista jefe del Fondo Latinoamericano de Reservas, en Bogotá, Colombia.

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