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España consuma la gesta y luchará por las medallas

Abc.es 

En el momento más inesperado, en el escenario más bonito, en el instante más oportuno, España recordó cual era el camino hacia las semifinales. Los 'red sticks' no abrían la puerta de cuartos en unos Juegos Olímpicos desde Pekín 2008, cuando ganaron la medalla de bronce. A París venían sin muchas esperanzas o, al menos, con miedo de airearlas. El técnico, Max Caldas, tiraba de cholismo para enfocarse en el partido siguiente sin pensar a lo lejos. «Si jugamos el partido de cuartos y lo ganamos sería muy bonito», confesaba Xavi Gispert , jugador de la selección, días antes de tomar el avión hacia la capital francesa. Han jugado el partido de cuartos, lo han ganado y, en efecto, ha sido muy bonito. En el venerable estadio de Colombes, que albergó las grandes hazañas de los Juegos de París del año 24, ahora llamado Yves-du-Manoir , España derrotó a la vigente campeona olímpica, Bélgica, se clasificó para semifinales y, de paso, se cobró una sutil venganza. En Tokio se repitió este mismo enfrentamiento, pero allí fueron los belgas quienes derrotaron a la selección y certificaron la jubilación de una generación dorada del hockey español: Pau Quemada, Quico Cortés, David Alegre, Josep Romeu y Roc Oliva se despidieron de la camiseta roja en Japón. Sus sucesores han cogido su testigo y amenazan con depositarlo en lo más alto. Bélgica no solo era la campeona olímpica vigente, sino una selección temible que hasta ahora no había perdido un partido en el torneo de París. En la fase previa, solo Argentina había osado arrancarles un empate a 3. España, por el contrario, había avanzando renqueante, a veces bien y a veces mal, según los días y los rivales. Los 'red sticks' habían terminado cuartos en un grupo de seis, con dos victorias, un empate y dos derrotas, y por eso les había tocado el malévolo premio de enfrentarse al mejor equipo de la otra serie. Pero corrió la bola por el tapete azul y allí ya no hubo jerarquías. El partido fue intenso, serio, sin concesiones. Bélgica nunca se sintió cómoda y España controló la situación con autoridad. El encuentro, más espeso que vibrante, solo se alteró en el tercer tiempo con un chispazo de los 'red sticks' que fue rápidamente contrarrestado por los belgas. José María Basterra marcó en el minuto 40 y setenta segundos después empató Sloover. El marcador señalaba el 1-1, pero algo más había pasado: la constatación de que España podía ganar y de que Bélgica, despojada de todos los oropeles de su currículum, era una selección mortal. Los 'red sticks' resolvieron el partido en cinco minutos febriles, cinco minutos de aguijón y vendaval, que dejaron a los belgas noqueados, como preguntándose qué habían desayunado esos chavales de rojo. Primero Marc Reyne resolvió en el área una jugada quirúrgica que habían tramado Recasens y Clapes (minuto 55, 2-1) y luego Marc Miralles embocaba a gol un fiero disparo tras un penalti córner (minuto 57, 3-1). Bélgica quiso reaccionar y acogotó por unos minutos a la selección española. Consiguió incluso transformar un penalti-córner en el minuto 58, pero allí se le acabaron las fuerzas. Cuando el árbitro, el argentino Labate, pitó el final del partido, los jugadores alzaron los palos al aire, gritaron, cantaron 'yo soy español, español, español'. El técnico, Max Caldas , se abrazó a sus ayudantes, al borde mismo de las lágrimas. «En semifinales todo puede pasar», señalaba hace días Xavi Gispert. Él lo sabe bien: su abuelo, Jaume Amat, integraba el equipo que consiguió la plata fundacional en Roma 1960. De manera inesperada, esta nueva generación de jugadores españoles se ha colocado de nuevo a un pasito de las medallas. La jugada se puede redondear si el equipo femenino sigue sus pasos. Las 'red sticks' disputarán los cuartos de final el lunes a las 20.00 horas. Será en el mismo lugar y contra la misma selección. El hockey español sonríe en París.

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