Sandra Ygueravide, la veterana que volvió a ser feliz a media pista

En 2016, Sandra Ygueravide estaba perdida, sufría un bloqueo mental, incluso vital. Tras 12 años de carrera profesional en el baloncesto español y europeo, la valenciana no sabía qué paso tenía que dar para volver a ser feliz sobre un parquet. Sus aventuras por países como Ecuador, Turquía, Polonia o Rusia le habían valido para poder vivir del deporte y acumular un buen puñado de títulos, pero le habían alejado demasiado de su casa, de su familia y de la selección absoluta, el objetivo número uno de cualquier deportista con ambición. Además, ni se planteó comenzar a ejercer el periodismo, profesión de la que se había licenciado mientras daba sus primeros pasos en el ya extinto Ros Casares de su ciudad natal. Fue entonces cuando sus contactos en la Federación le preguntaron si quería probar suerte ese mismo verano en el combinado nacional de baloncesto 3x3 , una novedosa modalidad que aspiraba a ser deporte olímpico en Tokio 2020. Se enroló en la empresa sin demasiadas esperanzas, pero aquella decisión cambiaría su vida para siempre. Ocho años después de aquel desvío, Ygueravide estaba ayer en la Plaza de la Concordia, uno de los lugares más emblemáticos de París y no para hacer turismo precisamente. Ni el breve amargor de una plata pudo contener durante mucho tiempo su alegría. Se abrazaba con sus compañeras, con una sonrisa de oreja a oreja y con personalidades como el presidente del Comité Olímpico Internacional Thomas Bach o las leyendas Pau Gasol , Carmelo Anthony y Dirk Nowitzki aplaudiendo al grupo que capitanea sin mesura. Ni Felipe VI quiso perdérselo. Era medallista olímpica. No fue el encuentro más brillante de la valenciana, que vio cómo la defensa alemana le impidió lanzar el último tiro de la final, un escenario en la que Sandra casi siempre ha estado de matrícula de honor. Pero hubiese sido imposible que España celebrase una medalla con la que ni contaba sin su sangre fría, pues la base anotó en las semifinales el tiro libre decisivo que permitió a la selección batir a Estados Unidos y asegurar el ansiado metal. El deporte es muchas veces cruel, pero con Ygueravide , tras muchos años de evasivas, al fin le tendió la mano. Se cierra un círculo para la baloncestista, la gran precursora del 3x3 en nuestro país. Cuando muchos no sabían ni que existía, ella se lanzó de lleno a la piscina, valentía que le permitió completar la nómina pese a que tenía que estar sudando todo el año (de septiembre a junio jugaba a toda pista y en verano, solo a media) y que le elevó a la categoría de estrella mundial. Fue la gran líder del grupo en el Europeo conquistado en 2021, precisamente en la ciudad de París, e incluso en 2022 fue nombrada por la FIBA como mejor jugadora del mundo en la modalidad. Sus fotografías comenzaron a colorear lugares tan emblemáticos como la Plaza Roja de Moscú o la playa de Venice de Los Angeles, pues la organización siempre intenta exponer su gran producto en enclaves de referencia. No todo en la vida es perfecto y tanto Ygueravide como sus compañeras pasaron por un hondo bache hace tres años. En la cresta de la ola, les tocó jugarse la clasificación para los Juegos de Tokio contra Japón, el país organizador. Tras un taquicárdico partido (parece que esta modalidad no entiende de guiones sin sobresaltos) se quedaron fuera de la cita olímpica por un solo punto y en la prórroga, un resultado incomprensible para un país que era el mejor del mundo (incluso Ygueravide aseguró que le costaba seguir los Juegos por televisión). Pero parece que aquello germinó en un instinto de supervivencia legendario pues España, en sus primera participación en unos Juegos, se ha hecho con una plata gigantesca. Ahora, campeona olímpica y a punto de cumplir los 40 años (lo hará en diciembre), parece que Sandra aún tiene gasolina para rato. Desde la temporada pasada vive en Gerona , donde juega tanto para el equipo de cinco contra cinco en la primera división femenina como en el conjunto de 3x3, orquestado por Marc Gasol. Los últimos capítulos de una carrera que pudo acabar hace ocho años pero que ha revivido de una forma descomunal.