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¡Una sociedad se cambia haciendo, no hablando!

Se han multiplicado desenfrenadamente los mensajes de odio en las redes sociales.

Recientemente una costarricense judía que ejercía como profesora en la UCR fue acosada en las redes sociales con mensajes de odio relacionados con su religión. Sus datos personales y hasta su cronograma de clase y aula fueron expuestos con amenazas, hasta obligarla a cambiar la modalidad del curso de presencial a virtual por temor a ser atacada.

En los últimos meses se han multiplicado desenfrenadamente los comentarios antisemitas en las redes sociales. Cito solo un ejemplo de un post de una mujer en San José: “Maldigo a los judíos y a Israel, cómanse un barril de... malditos narizones… si existe un infierno espero se pudran eternamente ahí todos”.

Durante la misma época, en la universidad donde estudió mi hijo se llevaron a cabo manifestaciones contra Israel que se tornaron en fuertes protestas antisemitas contra los judíos. Mi hijo tenía que evitar pasar por ciertas zonas del campus para no ser agredido.

Por su parte, mi hija decidió eliminar de su currículo la indicación de que habla hebreo, pues sentía que con ese dato la podían estigmatizar. “No es por vergüenza que quiero quitarlo”, nos dijo, “pues estoy muy orgullosa de mi judaísmo”. “¡Es por miedo!”.

¿Cómo es posible que se presenten este tipo de incidentes en pleno siglo XXI? ¿No aprendió suficiente la humanidad con el abominable Holocausto y otros hechos similares? Pues pareciera que no. Esa es la conclusión más aterradora a la que llega el Informe sobre discursos de odio y discriminación en Costa Rica 2024, presentado por las Naciones Unidas.

Las manifestaciones de odio no solo se basan en diferencias religiosas. Según el informe, ocurren en muchos otros ámbitos en los que se discrimina a otros por su nacionalidad, etnia, género, orientación sexual, ideología política u otros rasgos o preferencias. Los mensajes, cada vez más agresivos según reporta la ONU, tienden a incitar al rechazo, a la exclusión y hasta a la violencia.

¿De dónde surge tanto odio? Me niego a pensar que los seres humanos tengamos un “gen de odio” que se transmite entre generaciones y que nos impulsa, por instinto o naturaleza, a rechazar a los que son diferentes. Tampoco puede ser que la sociedad costarricense se esté degradando a segregar a las minorías, pues nuestro país es reconocido por ser referente en libertades y derechos humanos. Prefiero pensar, quizás inocentemente, que todo se debe a prejuicios e ignorancia.

Si así fuera, se necesitan acciones concretas para educar en empatía y fomentar los valores de respeto e inclusión. Se necesitan iniciativas que promuevan una convivencia armoniosa entre ciudadanos responsables que prefieran abrazar la pluralidad —más que rechazarla—.

El Foro Interreligioso de Costa Rica, del cual soy miembro junto con representantes de más de diez religiones y confesiones, ha llevado a cabo muchas actividades dirigidas a esos objetivos.

Una en particular es la especial experiencia que hemos tenido un buen amigo musulmán y yo dando charlas en colegios y universidades del país. Para muchos de los estudiantes, nuestra visita fue la primera vez que conocían en persona a un judío o a un musulmán.

La sorpresa era aún mayor cuando nos veían juntos —dado que se piensa erróneamente que judíos y musulmanes deberíamos ser enemigos natos—. Pero el mayor impacto lo generaba nuestra presentación alrededor del diálogo interreligioso, la paz y la empatía.

Creo firmemente que podemos revertir los resultados del informe de la ONU, con leyes más fuertes y modernas —como el Proyecto de Ley Marco para Combatir la Discriminación que lleva años sin aprobarse en la corriente legislativa—, con acciones más contundentes de las autoridades contra los actos que inciten al odio y con un mayor involucramiento de la sociedad civil y no solo de los grupos minoritarios que somos discriminados. ¡La sociedad se cambia haciendo, no hablando!

El autor es miembro de la comunidad judía de Costa Rica.

Las manifestaciones de odio no solo se basan en diferencias religiosas; ocurren en muchos otros ámbitos en los que se discrimina a otros por su nacionalidad, etnia, género, orientación sexual, ideología política u otros rasgos o preferencias.

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