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El problema 30

Abc.es 
Hace unos días el ayuntamiento de Barcelona presentó su barómetro semestral. Se trata de una encuesta encargada por el propio consistorio en la que se pregunta a los barceloneses por distintas cuestiones, y, con extensión y detalle, se les inquiere por los problemas de la ciudad. Siguiendo el relato olímpico de estas fechas, en el podio del estudio sociológico figura en lo más alto la inseguridad ciudadana seguido de la problemática del acceso a la vivienda y en tercer lugar el turismo que escala posiciones ante la deficiente gestión pública de esta actividad económica. Las únicas medallas a conceder deberían ser a la incompetencia, a la ineficacia y a la desidia de nuestros plusmarquistas gubernamentales. A continuación, el barómetro refiere una larga retahíla y variopinta relación de problemas que los barceloneses señalan. La mayoría son fácilmente constatables a nuestro pesar: los impuestos y las multas, el aparcamiento, el ruido, la suciedad, la falta de equipamientos sociales, etc. Llama particularmente la atención el problema 30. En esta ignota posición alejada de cualquier inquietud o ansiedad, los barceloneses señalan en 30 lugar y en un porcentaje residual que les preocupa «el encaje de Cataluña en España». Dicho de otra manera, en el ámbito municipal y en el día a día, a nuestros vecinos lo que les ocupa es tener trabajo, techo, llegar a final de mes, un barrio sin delincuentes y unos servicios (educación, sanidad, atención a mayores y discapacitados, etc.) de calidad y en suficiencia. Durante la campaña electoral de las elecciones municipales de hace un año, los candidatos se anticiparon a la encuesta. Xavier Trias se presentó cual partido unipersonal, no cual portavoz de Puigdemont, y obtuvo un buen resultado por ello. La estelada desapareció de los actos públicos y todos los aspirantes a la alcaldía coincidieron en que lo que estaba en juego era Barcelona y no el «procés». Pese a lo anterior, tras los comicios y días antes del pleno municipal de investidura de la alcaldía, Trias sorprendió anunciando un frente independentista con un pacto con ERC que no le daba mayoría alguna y el soló tira por tierra la posibilidad de ser alcalde al haber sido la lista más votada. Jaume Collboni aprovechó su oportunidad y, tras renunciar Ada Colau a formar gobierno, es elegido alcalde con los votos de PP y Comunes. Lo mejor para el socialista, además de ser primer edil es que lo es sin ni un solo pacto escrito, ni siquiera de mínimos, firmado con los que le auparon. Ahora una entrada en el gobierno municipal de los concejales independentistas de ERC es una opción más que posible sin descartar un nuevo tripartito municipal con los comunes de Ada Colau. El Ayuntamiento nunca debió serlo ni debe volver a serlo más, una institución donde se replican los debates de confrontación y de división y prioridades equivocadas del Parlament de Catalunya y de la Generalitat. Al contrario, Barcelona debe unir lo que la independencia ha separado. Confío en que el alcalde en su posible pacto de gobierno con el independentismo recuerde cual es el problema 30. Su numeración es la constatación de lo que no preocupa a los barceloneses y lo que no debe ocupar a su ayuntamiento. Hay antes 29 cuestiones que si lo son y más. En ellas debe centrase el consistorio si no quiere acabar siendo, si no lo es ya, en un problema más de Barcelona. Alberto Fernández Díaz, abogado y expresidente del PP de Cataluña

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