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¡Puigdemont a prisión!

Abc.es 

Domingo, 1 de marzo de 2020, poco antes de declarase la pandemia; cementerio de Colliure (Francia), al pie de la tumba de Antonio Machado. Una 'estelada' (la bandera de los independentistas catalanes) en la cabecera pareciera haber sido colocada de forma espontánea entre tantas otras, fundamentalmente republicanas españolas; sin embargo, forma parte del ritual que precede a la llegada del líder mesiánico del secesionismo catalán, Carles Puigdemont, donde ha convocado a su numeroso séquito de incondicionales. Miembros de asociaciones antinacionalistas que casualmente coincidimos allí procedemos a retirar tan inadecuado símbolo, absolutamente, contrario a los principios dialogantes del autor del Juan de Mairena: «Preguntadlo todo, como hacen los niños. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué lo de más allá? En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta sin haber ido a ninguna parte. Somos esencialmente paletos». Finalmente, llega el líder prófugo de la Justicia española que embarcó a su gente en un golpe de Estado contra la legalidad vigente y contra una Constitución que habían votado el 90% de los ciudadanos de Cataluña, al grito de «Puigdemont, president!» (¡Puigdemont, presidente!). La gendarmería francesa está presente; pero, no intervendrá mientras no haya enfrentamiento: «Son cosas políticas». Se hará la foto; pero, sin la bandera que traiciona a los catalanes. Después vendría lo que conocemos: Juicio del 'procés', sentencia firme, indultos y ley de Amnistía, pendiente de revisión ante el Tribunal Constitucional y ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea; además de concesiones inconstitucionales a ERC, como el concierto fiscal, para lograr investir al líder del PSC como presidente de la Generalitat de Cataluña. Sin embargo, la Justicia española no descansa; las sucesivas instrucciones penales de las diferentes piezas separadas continúan su curso. Un informe de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional vincula cronológicamente acontecimientos independentistas y los contactos con emisarios del Kremlin, así como la estancia en Barcelona de miembros del servicio de inteligencia militar de Vladímir Putin: la conocida como «la trama rusa» contaba con una estructura organizada y piramidal (en realidad, todo el procés ha sido dirigido de esta forma criminal). El delito no amnistiable de traición previsto en el Código Penal vigente castiga con hasta 20 años de cárcel a quien induzca a un país extranjero a declarar la guerra en España, lidere invasiones o ayude al enemigo. El entorno de Puigdemont conoce lo que se juegan éste y sus colaboradores más estrechos. Necesitan envolverse en la 'estelada' una vez más y como último recurso recordando el precedente de su líder histórico Jordi Pujol tras las acusaciones, plenamente fundadas de apropiación indebida y maquinación para alterar el precio de las cosas, del caso Banca Catalana que lograría esquivar de forma torticera. Esa es la vía para escapar, una vez más. Su vuelta resulta necesaria e inevitable para entrar en ese nuevo estadio de populismo irracional y victimista. Sin ningún atisbo de razón; nunca ha sido una variable a tener en cuenta. Contra lo anterior, los catalanes no debemos, no podemos volver a ser engañados; la historia no puede volver a repetirse como farsa; porque podría ser, incluso, más terrorífica que la tragedia original. Así que contra la vuelta de Puigdemont, levantémonos todos y repitamos en aras a la defensa de nuestra convivencia bajo el imperio de la ley igual para todos, el grito que aquel 1 de marzo algunos lanzamos en defensa del poeta español muerto en el exilio contra aquellos que lo pretendían utilizar: «Puigdemont, a presó!» (¡Puigdemont, a prisión!). Antonio-Francisco Ordóñez, responsable de Organización de Izquierda Española en Cataluña

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