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Carlos Tello Macías: verdad y sabiduría

El profesor Carlos Tello Macías caminaba sereno por el corredor de las facultades de Filosofía, Derecho y Economía, bajo las jacarandas que rodean el jardín de Las Islas en Ciudad Universitaria. Venía de una entrevista con el rector de la UNAM, José Narro, para expresarle porqué un joven economista e historiador, Leonardo Lomelí, debía ser el próximo director de la Facultad de Economía. “¿Qué le dijiste al rector?”, pregunté a Tello esa ya lejana mañana, y respondió con una de las perlas de sabiduría tan habituales en él: “La verdad. Si dices la verdad no te equivocas”.

Tello se formó en Georgetown y Columbia en Estados Unidos, y más tarde cursó sus estudios de doctorado en Cambridge, Reino Unido, donde escribió una tesis sobre la tenencia de la tierra en México. Siempre comprometido con la igualdad social y el desarrollo, a su regreso a nuestro país se incorporó al servicio público y se avocó desde muy temprano a la docencia. Participó como profesor fundador de la primera maestría en economía que se impartió en el país, en el Colegio de México, a mediados de los años sesenta.

Fue subsecretario de Ingresos en Hacienda y, más adelante, secretario de Programación y Presupuesto en el gobierno de López Portillo, cargo al que Tello renunció por diferir con decisiones del presidente de la República. Tello hizo públicas sus razones, en un singular acto de congruencia ética y, también, de valentía. Quizá por esa conducta íntegra el propio López Portillo le encomendó, más adelante, la dirección del Banco de México, desde donde se operó la nacionalización de la banca en 1982, a la luz de la irrupción de la crisis de ese año. Al finalizar el gobierno, Tello se dedicó a la docencia y la investigación en la UNAM. En el servicio público fue también embajador en la URSS cuando se disolvió y se volvió Rusia, además de en Cuba y Portugal; dirigió, luego, el Instituto Nacional Indigenista.

En sus clases, conferencias y escritos el profesor Tello Macías no cejó en subrayar la importancia de la política económica orientada al propósito explícito del desarrollo y el bienestar. Conocedor profundo los economistas clásicos, exponía que la desigualdad y la pobreza no se superan con la mano invisible del mercado sino “con la mano visible del Estado”, como demuestra la historia económica de todas las naciones que han logrado el progreso y la inclusión social.

Insistía, una y otra vez, en la centralidad de la inversión y el gasto públicos para animar la actividad económica, sobre todo en fases de bajo crecimiento como el que padece nuestro país desde hace ya cuatro décadas. Sabía que no hay atajos ni milagros económicos: sin una profunda reforma fiscal, recaudatoria y redistributiva para gastar e invertir más y mejor, nuestro horizonte seguiría siendo el de un crecimiento mediocre con pobreza masiva y elevada desigualdad. “Hay que crecer para redistribuir y redistribuir para crecer”, señalaba.

Adversario de las tesis de que hay que reducir el gasto público y fomentar la austeridad, decía que los Estados Unidos se volvieron la principal economía del mundo no a través de la exención de impuestos, al contrario: “para que General Motors creciera no había que dejarle de cobrar impuestos, sino cobrárselos y usar esos impuestos para construir las carreteras por las que circularían los vehículos que vendía la General Motors”, explicaba con claridad.

De prolífica pluma, Carlos Tello escribió libros que bien pueden considerarse clásicos de la economía política mexicana, como La política económica en México, 1970-1976 y, en especial, La disputa por la nación que elaboró en coautoría con su querido amigo y colega Rolando Cordera en 1981. Más adelante, con Jorge Ibarra, publicó La revolución de los ricos, un volumen imprescindible para comprender la no casual expansión de las doctrinas económicas dominantes en el mundo actual, que perpetúan la alta desigualdad que pone en riesgo el contrato social e incluso la viabilidad de las democracias aquí y allá.

Madrugador, antes del alba Tello ya había andado seis kilómetros cada día. Aún no se abrían las puertas de la Facultad de Economía por la mañana y el profesor emérito Carlos Tello ya estaba ahí, listo para impartir cátedra.

Generoso y de agradable charla, Carlos Tello Macías sabía disfrutar de la vida: viajero incansable, lector asiduo, paladeaba el buen whisky y no perdía detalle de cada temporada de las grandes ligas de beisbol. Hasta siempre, querido profesor.

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