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¿En qué playa estoy a salvo de medusas? Guía para evitar picaduras este verano

En qué playas se encuentran las medusas, cómo evitarlas o qué hacer si nos pican: recopilamos la información esencial para afrontar unas vacaciones playeras sin incidentes

Qué hacer y qué no hacer ante la picadura de una medusa

Las medusas son uno de los grandes miedos del verano, cuando la presencia de estas criaturas gelatinosas en las costas españolas incomoda a los bañistas, que pueden sufrir lesiones si entran en contacto con ellas. ¿Hay más medusas que antes? ¿Cuáles son las más peligrosas? ¿Qué hago si me pica una? ¿Cómo evitarlo? En esta guía elaborada por SMC España respondemos a las principales dudas para que sepas cómo actuar.  

Medusas: las zonas calientes

“Es mucho más frecuente ver medusas en las costas mediterráneas que en las atlánticas”, explica Laura Prieto, oceanógrafa biológica en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC). Esta tendencia se puede confirmar con una simple búsqueda en el mapa de MedusApp, una aplicación diseñada por la Universidad de Alicante que permite al usuario informar de la presencia de medusas en la costa.  

Según Lucrecia Souviron, que trabaja en el entorno del mar de Alborán y es miembro del Grupo de Biogeografía, Diversidad y Conservación de la Universidad de Málaga, esta diferencia entre las costas mediterráneas y las atlánticas podría deberse a la pleamar y los vientos de levante, que aumentan la temperatura superficial del agua atrayendo a las medusas a la costa. 

No obstante, hay que tener en cuenta que la mayor parte de las medusas no están en las playas, sino unas millas mar adentro, como recordaba una campaña sobre medusas que hizo en 2010 el entonces denominado Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Además, la llegada de estos animales marinos a la costa depende de muchos factores. 

Agua caliente, mayor riesgo

Uno de ellos es la temperatura del agua, que “activa las gónadas de las medusas”. “Les gusta que el agua esté calentita, haciendo que proliferen más de lo normal y, por lo tanto, aumentando la probabilidad de su presencia en las playas durante los meses de verano”, explica Souviron al SMC España. Aunque, según la doctora en Biología, también influyen otros factores locales como las corrientes, la dirección del viento y las mareas.  

Por ejemplo, en el mar de Alborán, la corriente principal está compuesta por dos giros anticiclónicos adyacentes que suelen “atrapar” a la medusa clavel (Pelagia noctiluca). 

Pero estos giros pueden perder intensidad, dejando a las medusas libres de acercarse a la playa en busca de nutrientes. “Esto fue lo que se cree que sucedió en la provincia de Málaga durante 2018, donde se retiraron toneladas de medusas en los tres meses que duró la temporada de verano”, recuerda la investigadora. 

¿Cómo sé si en una zona hay medusas?  

Existe una bandera blanca con una medusa dibujada. “Si los socorristas la izan es que hay presencia de medusas en esa playa”, indica Souviron. Esta bandera, que puede variar según la zona, “se pone si la incidencia de medusas es media-alta”, apunta Prieto, aunque también suele ir acompañada de una bandera amarilla o roja en función de la cantidad y de la peligrosidad de las medusas. El significado de estas banderas es el habitual: la bandera roja prohíbe el baño y la amarilla lo permite extremando la precaución. 

La bandera blanca indica que el riesgo de medusas es medio-alto y la amarilla, baño permitido con precaución. Autor: Daniel Lobo, Flickr

Otra forma de saber si en una zona hay medusas es mediante aplicaciones como Infomedusa, de la fundación Aula del Mar Mediterráneo, o MedusApp. Ambas incluyen mapas actualizados con la presencia de estos animales marinos en las costas. Además, permiten al usuario informar en tiempo real sobre nuevos avistamientos y ofrecen información útil sobre primeros auxilios o la peligrosidad de los distintos ejemplares. 

¿Hay más en los últimos años?  

No está del todo claro. En la década de los 90 se popularizó la idea de que las poblaciones de medusas estaban aumentando como consecuencia de la degradación de los océanos. Sin embargo, uno de los análisis más amplios realizados, que incluía datos globales desde 1790 hasta 2011, descartaba esta teoría.   

Según el estudio, publicado en 2012 en la revista PNAS, las poblaciones de medusas oscilan cada 20 años aproximadamente, lo que cuadraría con el aumento observado en la década de los 90, que coincidió con el ascenso de una de esas oscilaciones. A juicio de Prieto, “no hay más medusas ahora que antes”.   

Doce años más tarde de la publicación de ese estudio, hoy los efectos del cambio climático son patentes en algunos mares templados y, en determinadas zonas, el aumento local de medusas se asocia a intervenciones humanas, como la sobrepesca o los vertidos de petróleo, algo de lo que ya alertaban estudios en 2007 y 2009.  

Uno de los efectos del cambio climático es el aumento de la temperatura del mar, lo que “estaría correlacionado positivamente con la proliferación de medusas”, según Suaviron. Sin embargo, como puntualiza en un artículo Mark Ohman, oceanógrafo biológico y conservador de la Colección de Invertebrados Pelágicos del Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos), “las aguas más cálidas suelen favorecer el crecimiento de las medusas, pero solo si tienen suficiente alimento”. Es decir, si las larvas de krill o huevos de peces disminuyeran con temperaturas del agua más cálidas, también decrecerían estos animales.  

Un rasgo de las medusas es su alta resistencia. “Los experimentos realizados demuestran la elevada plasticidad de estos organismos”, señala Prieto en referencia a un estudio que demuestra que Cotylorhiza tuberculata es capaz de sobrevivir en condiciones extremas. Según esta investigación, y teniendo en cuenta que algunos tipos de medusas toleran condiciones de muy bajo oxígeno, algunas especies podrían adaptarse a las presiones del cambio climático. 

¿Hay medusas solo en verano? 

No. Según Souviron, hay ejemplares que se pueden ver todo el año, como la medusa clavel, aunque, en las aguas españolas suele haber más medusas en primavera y verano porque la mayoría de las especies son estacionales, es decir, permanecen en forma de pólipo o de huevos de resistencia durante el resto del año. Por ejemplo, “la medusa huevo frito (Cotylorhiza tuberculata) suele ser más abundante a finales de verano y principios de otoño”, explica la investigadora. 

¿Por qué “pican”?  

“Las medusas no pican”, puntualiza Mar Fernández Nieto, que es miembro del Comité de Asma de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). “Producen reacciones de urticaria”, añade. Las medusas cuentan con un sistema para defenderse, con unas células (cnidocistos) que producen comezón y erupción en la piel de sus presas.  

Esas células contienen un veneno que se inocula a través de un filamento con espinas. Nuria Navarro, profesora titular y coordinadora del Grupo de Investigación en Zonas Costeras y Marinas (ZOCOMAR) de la Universidad Rey Juan Carlos, lo compara con un arpón. “Cuando los tentáculos de las medusas entran en contacto con un animal, los cnidocistos se disparan y clavan su arpón en la piel, vaciando el veneno”, afirma al SMC España. 

¿Qué lesiones producen? 

Como recogía esta campaña del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, en un primer momento, se suele sentir un dolor intenso y punzante (similar al de una picadura de abeja o una quemadura) en la zona que haya estado en contacto con la medusa. Pero el dolor y la intensidad de la reacción pueden variar según la peligrosidad de la especie, la cantidad de “picaduras” producidas o la superficie afectada (en niños es mayor). 

Lo habitual es que la lesión desaparezca en unos días, pero las molestias pueden persistir semanas o meses en los casos más graves. Según Fernández Nieto, estas reacciones pueden ser más graves si se tienen problemas cardiacos, renales, enfermedades respiratorias como el asma, ya que la sensibilidad puede variar de unas personas a otras

Por eso, la investigadora recomienda consultar a un médico de inmediato ante “cualquier reacción exagerada de más de 10 centímetros en el lugar del contacto, o [ante cualquier] picadura acompañada de síntomas generales como urticaria, mareo o vómitos”. 

Si hay medusas en la playa, ¿cómo evito que me piquen?  

Navarro da tres recomendaciones para evitar problemas con estos animales marinos: “No bañarse, evitar las zonas donde rompen las olas, ya que allí suelen acumularse, y proteger la piel de cualquier contacto con las medusas, con bañadores, camisetas u otras prendas”. 

En la campaña sobre medusas del que era el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino también se recomienda el uso de crema solar, ya que tiene cierta capacidad para protegernos de los tentáculos de las medusas. En ningún caso hay que tocar a las medusas, “aunque parezcan muertas”, aclara la investigadora, ya que la ‘picadura’ se produce al contacto con nuestra piel, estén vivas o no. 

Por su parte, desde el Ministerio de Sanidad avisan de que lo principal es no subestimar la situación y hacer caso de las recomendaciones sanitarias. Si hay medusas en la playa, no es recomendable ni pasear ni jugar ni bañarse en la orilla. “A la orilla llegan los trozos rotos de las medusas, generalmente tentáculos, que pueden picar igual”, explica Navarro. Tampoco conviene refrescarse recogiendo agua con un cubo. “En el agua puede haber restos de tentáculos muy finos que no podemos distinguir a simple vista”, añade.  

¿Qué hago si me pican?  

La recomendación de Sanidad es avisar al socorrista cuanto antes además de: 

  • Lavar la zona con agua salada, sin frotar. No se debe usar agua dulce porque las células de la medusa podrían explotar y esparcir más veneno.  
  • Si han quedado restos de tentáculos en la piel, se deben retirar con pinzas, no con las manos.  
  • Para calmar el dolor y bajar la inflamación, se puede aplicar frío en la zona afectada. Pero no por mucho tiempo (unos 15 minutos).  
  • Durante los primeros días, es importante desinfectar la herida con alcohol yodado entre dos y tres veces al día. Además, para tratar la reacción “se puede utilizar alguna pomada con corticoesteroides o tomar un antihistamínico”, añade Fernández Nieto. Pero “siempre bajo prescripción médica”, puntualiza.  

Por último, recuerda que las personas con alergias, los mayores o los menores podrían necesitar atención especial. Si aparecen síntomas como náuseas, mareos, calambres musculares, cefaleas o malestar generalizado se debe acudir al hospital e informar del tipo de medusa que pudo haber producido la picadura. Si la reacción es extensa, Fernández Nieto considera que se debería consultar a un alergólogo, ya que “existe un infradiagnóstico de las reacciones alérgicas no tóxicas por picaduras de medusa”. 

Aunque se han popularizado otros remedios, como el uso de vinagre u orina para calmar la irritación, no todos son igual de recomendables. En teoría, estas sustancias funcionan de dos maneras: la presión del líquido limpia los restos de medusa que hayan podido quedar en la zona y la acidez neutraliza las toxinas del veneno. 

Pero, como explican desde la Sociedad Americana de Química en un vídeo divulgativo, la orina no es adecuada para ninguna de las dos funciones. Es un líquido que contiene muy pocas sales y, al igual que con el agua dulce o del grifo, va a entrar y activar la célula urticante, empeorando la reacción. Además, la orina no es lo suficientemente ácida como para neutralizar las toxinas que producen la mayoría de las medusas. 

El vinagre, en cambio, es mucho más ácido y sí podría ser una opción para tratar algunas picaduras, aunque su efecto es limitado y dependerá del tipo de toxina que produzca cada medusa. 

¿Cuáles son las especies más peligrosas en España?  

Según Fernández Nieto, “en España no existen avistamientos de medusas con toxicidad mortal, pero, en muchos casos, las reacciones pueden ser graves”. Por eso la prevención es fundamental.  

“En España la especie que provoca una picadura más dolorosa es la colonia de organismos Physalia physalis”, señala Prieto. Esta especie, también conocida como la carabela portuguesa, deja una marca allí donde la piel haya estado en contacto con las células de la medusa que producen la urticaria. La gran cantidad de células urticantes que tiene y la potencia de su veneno, que tiene propiedades nurotóxicas, citotóxicas y cardiotóxicas, produce un dolor tan intenso que puede llevar a la persona a entrar en shock neurogénico y acabar ahogándose.

Sin embargo, no todas son igual de nocivas. “Hay muchas especies que no son peligrosas”, explica Navarro. Por ejemplo, Cotylorhiza tuberculata (medusa huevo frito), Aequorea forskalea (medusa Aequorea), o Aurelia aurita (medusa común) “tienen nula o muy baja capacidad urticante, con poco o ningún efecto sobre la salud humana”, señala. 

Para más información sobre la peligrosidad de los distintos tipos de medusas, se puede consultar esta guía a través de MedusApp. 

¿Por qué son importantes?  

Souviron destaca su relevancia para los ecosistemas marinos: dan cobijo a los alevines, sirven de alimento para algunos animales y, al morir, liberan nutrientes esenciales que ayudan a mantener la cadena alimentaria del océano, entre otros. “Hay algunas tortugas marinas cuya dieta está basada casi al 100 % en medusas, como es el caso de la tortuga laúd (Dermochelys coriacea)”, explica. 

Además, la científica considera que “pueden proporcionar (y lo están haciendo) información valiosa sobre la salud del ecosistema marino y los impactos del cambio climático”.  

Por otra parte, las medusas son una fuente descomunal de sustancias bioactivas. Este estudio de 2011 describe más de 3.000 sustancias activas derivadas del grupo Phylum cnidaria, que engloba a las medusas e incluye más de 11.000 especies marinas. Todas estas sustancias podrían servir para desarrollar nuevos productos y tratamientos, así que su valor para la industria cosmética y biomédica es incalculable.  

En algunos países, también son relevantes para la industria alimentaria. En Japón, por ejemplo, la compraventa de medusas ha llegado a ser un mercado multimillonario, como indica esta publicación de 2001.  

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