París no suena a gusto de todos
Del deporte se explican sus normas, sus estrellas, los resultados y las actuaciones de los protagonistas, pero hay otros elementos que no se miden ni obtienen relevancia hasta que están de más o de menos. Tras unos Juegos de Tokio en silencio por la falta de público debido a la pandemia, se pasa a un París 2024 bullicioso, llenas las sedes a cualquier hora de cualquier día con cánticos y vítores, speakers y música. Y no es para todos los gustos. Se quejaban las tiradoras porque mientras la competición masculina se mantenía en silencio, hubo música cuando les llegó su turno. «No tiene sentido que en un deporte que requiere concentración y precisión, la grada esté chillando, alentando a sus tiradoras. No es una queja, pero reivindico que la grada debe estar en silencio. Por lo visto no había música en la final de hombres», argumentaba Fátima Gálvez . Por tradición o sentido común se piensa que este tipo de disciplinas sean más dadas al silencio, como también la gimnasia artística, aunque se compite con todos a la vez en el pabellón y es raro que no se filtren los aplausos de otro gimnasta. Se piensa que esta disciplina requiere de un grado máximo de concentración para saber en qué punto del cielo estás después de girar sobre tu eje horizontal y vertical sin más referencias. De ahí que Simone Biles sorprendiera a todos al quejarse de que había muy poco ruido durante la final de equilibrio. Quería Biles música, que pidió sin éxito. Lo que no quería Biles era poder sentir el clic de una cámara o un estornudo, y, sobre todo, atender a sus propios pensamientos; los que la habían llevado a navegar en Tokio por un cielo lleno de mareos y demonios personales. Para la estrella estadounidense fue precisamente la falta de ruido lo que la despistó: caída y quinta en la final. «La concentración no es cuestión de silencio. Es diferente oír que escuchar. Y para un deportista es imprescindible, y entrenable, la capacidad de atención selectiva que lo ayuda a concentrarse. Todos tenemos filtros para seleccionar la información que es relevante. Tienes que seleccionar lo que es relevante para ti y te ayuda, y despegarte de lo que no te interesa para que no se vea afectado tu rendimiento», explica a este periódico el psicólogo deportivo Pablo del Río . Esta discriminación la ha estudiado la neurocientífica Nina Kraus, directora del Laboratorio de Neurociencia Auditiva de la Universidad de Illinois. Con las lecturas eléctricas de cientos de atletas universitarios comprobó que estos atendían mejor a sonidos concretos que estudiantes no deportistas. Ante una sílaba determinada, sus cerebros se activaban más. Podían concentrarse más al haber aprendido a filtrar señales específicas sobre el ruido de fondo: amplificaban y localizaban con mayor efectividad el sonido que querían para poder escuchar al entrenador o a un compañero de equipo. Algo que también mejora con la experiencia. No quería Biles esa individualización de los sonidos. Y lo que no quería la gimnasta lo tienen en exceso los jugadores de tenis de mesa. Acostumbrados a practicar en silencio, en París no pueden escuchar el sonido de la pelota, que les da claves para el partido. De cero en Tokio, a unas pocas personas en los pabellones normalmente parcos en ánimos, a las 7.000 gargantas y 14.000 pies que hacen estallar el París Sur Arena. Otro rival al que hacerle caso. «Competimos en pabellones casi vacíos, así que puede llegar a afectarte si lo permites», admitía Liam Pitchford, jugador inglés. «Hay que estar preparado para el ambiente. En boxeo pasó que te enfrentas a un francés y tienes que saber que van a gritar cada uno de sus golpes. Pueden hacer que parezca que te ha matado. Si no lo procesas bien, te puede hacer más pequeñito. En Río les pasó a Lili Fernández y Elsa Baquerizo; jugaron en Copacabana contra unas brasileñas. Sabían el ambiente que tendrían, así que le dieron la vuelta: cuanto más griten ellos, mejor. Se lo tomaron como una cuestión de refuerzo. Que no sea una amenaza sino algo que utilizas a tu favor», continúa el psicólogo. En Tokio, cuya banda sonora se limitó a los propios lances deportivos (zapatillas en el tartán, botes de pelota, respiración de los atletas), algunos deportistas rindieron mucho mejor por la falta de estímulos, sobre todo en disciplinas que no tienen demasiado foco fuera de los Juegos; otros tenían que sacar de ellos mismos ese empujón que da el público y que tan bien se observa en París cuando los deportistas franceses se notan más rápidos, más altos, más fuertes al surgir el «Allez les bleus», y que puede encoger al rival poco entrenado. Pero es París 2024 el reflejo de cómo el ruido ambiental se va imponiendo en el deporte. Las disciplinas más nuevas han nacido con eso; atronadora la cancha de baloncesto 3x3 en la Concorde, y el skate y, por supuesto, todos los deportes de equipo. Y comienza a imponerse en los más tradicionales, como el tenis, con este Roland Garros olímpico mucho más animado. De un Tokio en silencio, a un París ensordecedor. El ruido, como con todo, no suena a gusto de todos.