Paisaje guanacasteco en el Museo de Arte Costarricense
El paisaje implica una manera de relacionarse con el mundo, pero no se limita a aspectos geográficos, pues adquiere significados específicos para las personas. Según los planteamientos de la geografía humanística, de la interacción entre las personas y el medio natural surge el paisaje cultural, donde las emociones y sentimientos interactúan con lo material, dando como resultado que los puntos geográficos adquieran una identidad propia y se conviertan en lugares.
Las emociones y experiencias vinculadas a lugares se relacionan con un sentido de identidad. Sin embargo, dentro de los estudios culturales, la identidad no es única ni estática, sino múltiple y cambiante. En el caso de una supuesta idea de “identidad costarricense”, esta ha estado fuertemente vinculada a la representación del paisaje: el de la casa de adobe. Por lo tanto, dentro del marco de la conmemoración de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica en 1824 resulta pertinente cuestionarse sobre la manera en que el paisaje guanacasteco ha sido representado, así como sobre los aspectos culturales de la región se han incorporado a su vez, a la idea de identidad nacional costarricense.
De allí, la exposición Guanacaste: paisaje cultural, compuesta por 22 obras, en su mayoría pertenecientes a la colección del Museo de Arte Costarricense (MAC) y con una temporalidad que abarca desde finales del siglo XIX hasta inicios del siglo XX. A grandes rasgos, la exposición se articula en torno a ejes temáticos como el paisaje en sí mismo, la herencia precolombina y la cultura popular.
Paisaje, lugar, espacio
En las artes visuales el paisaje lleva implícita la idea de percepción por parte de los espectadores, lo cual a su vez se vincula con la cultura. Por lo tanto, cada periodo histórico y grupo humano cuentan con sus formas de interpretar los paisajes y de representarlos en manifestaciones materiales visibles. Igualmente, los paisajes se forman a partir de las acciones transformadoras por parte del ser humano, acciones donde se reflejan aspectos culturales identitarios.
Lo anterior se refleja en la diversidad de propuestas abarcadas y en las actividades económicas representadas. Por ejemplo, los rasgos culturales alrededor de un estilo de vida costera, desde la ilustración más antigua por José Rojas Sequeira (n. 1864 – m. 1926), como la pintura Los nortes (óleo sobre tela, 1990) de Luis Ávila Vega (Luis Daell, n.1927 – m. 1998). En este punto se debe destacar que, hasta mediados del siglo XX con la habilitación de la Carretera Interamericana Norte y los caminos anexos, la principal vía de comunicación entre Guanacaste y el resto del territorio costarricense fue a través de la navegación.
Otras propuestas artísticas se alejan de las descripciones realistas del paisaje guanacasteco. Tal es el caso de la obra de Grace Herrera Amighetti (n. 1935– m. 2021) titulada Nacascolo (papel hecho a mano, acuarela y fibras naturales), donde a través de los materiales y sus texturas, se emula las sensaciones y objetos encontrados al visitar una playa.
Una forma de modificar los puntos geográficos, convirtiéndolos en lugares mediante la experiencia humana capaces de crear sentimientos de identidad es la arquitectura. Esta responde a factores de carácter práctico como lo son la disponibilidad de materiales, la topografía o el clima, pero también remite a lo que culturalmente se considera deseable en la configuración de espacios.
Costumbres
Las identidades se reafirman mediante rituales, actividades festivas y usos sociales que constituyen costumbres capaces de estructurar la vida de las comunidades. En Guanacaste se aprecian costumbres alrededor del ganado, como son la monta de toros y la figura del sabanero, cuyo estilo de vida representan artistas como Juan Manuel Sánchez (n.1907 – m. 1990) y Néstor Zeledón Guzmán (n. 1933).
La ganadería en el territorio guanacasteco se desarrolló durante el periodo colonial, dentro de las redes de intercambio entre Nicaragua y Panamá. La monta de toros se originó en las faenas ganaderas donde los jinetes formaban círculos alrededor del ganado para mantenerlo agrupado, por lo que, si un toro se alejaba y el jinete que lo lazaba no era derribado luego de montarlo, pasaba a ser de su propiedad. Asimismo, esta actividad cuenta con sus propios tecnicismos, por ejemplo, el dibujo de Juan Manuel Sánchez titulado Montador alude al estilo de monta criolla, a “una mano” recomendado para protegerse cuando el toro cabecea en exceso, mientras que el toro se conoce popularmente como pardo, que se reconoce por el tipo de cuernos y tamaño de giba.
Un personaje vinculado al trabajo con ganado en Guanacaste ha sido el jinete conocido como sabanero. Este aparece en otro dibujo de Sánchez titulado Jinete, en el cual se aprecia la indumentaria hecha por los propios sabaneros. Por ejemplo, el personaje está sobre la silla de montar típica de la provincia, es decir, la albarda hecha de cuero crudo, al igual que el estribo y las coyundas, mientras que la jáquima muestra el uso de la decoración típica de la crin.
El sabanero no solo se ha asociado con las pesadas labores relacionadas con el manejo de ganado; sino también con la monta de toros, bailes, la música y las retahílas. Originadas dentro de las haciendas, estas actividades trascendieron dichos espacios para adquirir funciones identitarias y de cohesión social en el marco de celebraciones regionales, junto con mascaradas, ventas de comidas y conciertos, entre otras.
Un caso de apropiación de la cultura guanacasteca a la identidad nacional costarricense ha sido la música. En 1929 la Secretaría de Educación publicó el folleto titulado Primer Folleto de Música Nacional. Colección de Bailes Típicos de la Provincia de Guanacaste. La publicación se dio tras enviar a Guanacaste una comisión de músicos del Valle Central para recopilar música de la provincia. En el texto se destacan dos canciones clasificadas como “baile suelto”, específicamente las tituladas Zapateado y el Punto guanacasteco.
La anexión del partido de Nicoya pudo deberse a una decisión familiar
En el dibujo de José Rojas Sequeira de 1892 titulado El baile suelto (Costumbres guanacastecas) se pueden identificar aspectos generales de la música guanacasteca señalados por la publicación de 1929, como el uso de marimba y guitarra en una escena alegre y poco contacto físico entre parejas para el caso del baile suelto. Con respecto a su origen, se ha señalado confluencias de tradiciones europeas como el zapateado andaluz y la guitarra, instrumentos africanos (la marimba y el quijongo), así como herencia indígena e incluso una vía de transmisión desde Chiriquí en Panamá a Guanacaste a través de Puntarenas.
Tradición precolombina
La herencia material de los pueblos originarios ha estado presente en diversos momentos dentro del arte costarricense. Por ejemplo, con el arribo del arte moderno en Costa Rica durante las décadas de 1920 y 1930, se tomó referentes de objetos arqueológicos precolombinos locales.
Décadas después, artistas como Harold Fonseca (n. 1920 – m. 2000) mediante obras como Raíces (“Roots”) incorporaron no solo aspectos formales precolombinos, por ejemplo, las composiciones planas; sino que también incorporaron referencias a objetos arqueológicos puntuales.
Por ejemplo, una figura de ave, similar al objeto del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR 20949) identificado como una vasija con motivo aviforme tipo Rosales esgrafiado, originario de la zona de Nicoya, datado entre el 1 y el 300 d.C., así como otro objeto propiedad del Museo Nacional de Costa Rica, registrado como MNCR 14505 e identificado como figura antropomorfa tipo galo policromo originario de la zona de Nicoya y con fecha aproximada entre el 300 y 800 d.C.
Ese interés todavía persiste dentro del arte costarricense. Tal es el caso del artista nicoyano Juan Carlos Zúñiga Villalobos (n. 1987) cuya propuesta remite a paisajes guanacastecos, por lo tanto, aborda temas vinculados a la cotidianidad de la provincia. Él se cuestiona sobre la identidad guanacasteca e incorpora referencias al legado material arqueológico, a través de elementos formales como la paleta de color que toma referentes de la cerámica precolombina. Se apropia de las líneas y formas de los petroglifos, sin dejar de lado la estilización. Un ejemplo de lo anterior es su pieza cerámica con ahumado y esgrafiado titulada Sacerdote, donde se alude al papel de los especialistas espirituales en las sociedades humanas e incorpora tanto el esgrafiado como una estilización de la figura.
El legado antiguo americano se refleja también en el campo de la cerámica. En Guanacaste se destaca la producción de cerámica en las comunidades de Guaitil de Santa Cruz y San Vicente de Nicoya. Aunque toman como modelos piezas arqueológicas prehispánicas diversas, no necesariamente son réplicas exactas, y las técnicas empleadas han experimentado adaptaciones a lo largo de los siglos. Las fotografías de Judy Blankeship tomadas hacia 1990 presentan etapas de la elaboración de este tipo de piezas.
Le invitamos a acercarse al Museo de Arte Costarricense para disfrutar de esta exposición, y compartir junto con los artistas que la componen, diversos aspectos culturales de la región guanacasteca. Estos artistas representaron un paisaje cultural a través del lenguaje visual mediado por sus experiencias, así como la tradición de los habitantes de la provincia de Guanacaste desde las sociedades antiguas de América hasta la actualidad.