Fue por las malas
El presidente Maduro dijo que ganaría las elecciones “por las buenas o por las malas”. Es evidente que, realizados los comicios, está intentando hacerlo por las malas, valiéndose de todos los medios a su alcance, que no son pocos.
Breve crónica de un resultado anunciado
En efecto, desde el principio se advirtió claramente que el gobierno haría todo lo que fuera necesario para mantenerse en Miraflores. El desarrollo del proceso electoral se llevó a cabo haciendo caso omiso de las normas establecidas en las leyes, buscando siempre desnivelar la cancha a su favor.
Cabe resaltar que una de las pocas disposiciones legales que el CNE cumplió fielmente fue la que establece la realización de las auditorías de las máquinas de votación, hecho en el que participaron especialistas de la oposición y que ha sido determinante para establecer los números que arrojó el evento, demostrando que los problemas del sistema electoral venezolano no emergen de su plataforma automatizada, diseñada para expresar, transmitir y totalizar los votos (ojalá no se molesten los que aún recomiendan el voto manual).
En lo que se refiere a las votaciones, realizadas el domingo antepasado, todos los reportes coinciden en señalar que el día transcurrió con normalidad, fueron muy pocas las irregularidades cometidas, concentradas particularmente en el momento del cierre de las mesas, y en general recogen el buen desempeño del Plan República.
Para no llover sobre lo mojado me ahorraré otros hechos que han circulado profusamente. Apenas diré, entonces, que en la noche del domingo 29 el CNE dio el resultado. Leyendo un informe que, según algunos humoristas, parecía escrito en una servilleta, su presidente comunicó que Nicolás Maduro había sido reelegido por un pequeño margen (6%), revelando que no habían podido recibir 20% de las actas (es decir, una parte importante de los sufragios ), las cuales llegaron tarde a los centros de votación en virtud de un hackeo masivo, del que, por cierto, se han dado muchas versiones, sin que se haya mostrado constancia alguna, dando pie para que algunos malintencionados hayan dicho que fue una suerte de “autohackeo”. A pesar de lo señalado, a las pocas horas, en lo que ha sido calificado como “proclamación exprés” el CNE anunció a Nicolás Maduro como presidente reelecto y, días después, esta vez con casi 97% de las actas escrutadas, el Poder Electoral reportó que la victoria había sido por una diferencia mayor (6.408.844 de votos contra 5.326.104).
Como es sabido, tales números fueron amplia y seriamente refutados desde múltiples lugares y organizaciones, entre ellos la organización que postulaba a Edmundo González que, gracias a sus testigos, ubicados en casi todos los centros de votación, logró tener un relevante número de las actas emitidas por el CNE, mostrando una amplia victoria, con cerca del 30% de distancia respecto a Maduro. Se desenmascaró, así pues, la trampa, según apuntaron distintos voceros de la oposición.
Todo indicaba, entonces, que la elección presidencial de Venezuela de 2024 no se ciñó a los parámetros internacionales de integridad electoral y estaba lejos de poder ser descrita como democrática. Ello disparó una gran protesta por parte de la comunidad internacional, a la que se ha sumado, de manera un poco más atenuada, pero sin dejar dudas, la desaprobación de los países considerados como “amigos ideológicos” del gobierno, entre ellos Chile y además Brasil, Colombia y México que han buscado la resolución pacífica del conflicto planteado, mediante la revisión de las actas. Obviamente, también se oyó el reclamo de diversas organizaciones del país, entre ellas la del llamado “chavismo disidente”, representado por figuras muy importantes del gobierno del presidente Chávez, que ahora cuestionan a fondo la gestión de Maduro.
Por otro lado, se ventilaron numerosas encuestas, incluyendo algunos conteos rápidos el día de las votaciones, que coincidían con las cifras anunciadas por la Plataforma Unitaria, tomadas de las actas originales emitidas por las máquinas de votación, habiendo sido recogidas por sus testigos en los centros electorales.
Sin embargo, miradas las cosas más allá de la aritmética electoral, no debe extrañar lo que ocurrió. Algunos estudios recientes desnudan la actual situación de la sociedad venezolana y asoman la precariedad dentro de la que transita la vida de al menos 75% de la población. ¿No era lógico que tal situación se expresara en las urnas?
Maduro y las verdades alternativas
Ante todo esto, el presidente Maduro no ceja en su empeño de señalar que los números divulgados por el CNE son un fiel reflejo de su victoria y lleva días hablando en mítines y a través de los medios de comunicación, considerando a los líderes opositores como terroristas, fascistas, imperialistas, instigadores del odio o traidores a la patria, dejando fuera de toda duda la amenaza de que serán debidamente castigados. Su respuesta violenta a las protestas que se realizaron en todas las ciudades del país lo corrobora, al igual que un inmenso número de detenciones, así como la noticia de que Edmundo González y María Corina Machado ya han sido citados por los tribunales por “instigar a la violencia”.
Su discurso, cada vez más violento y agresivo, viene aderezado por el relato de las grandes transformaciones que se han logrado en Venezuela, gracias a la “revolución bolivariana”, y destaca la amenaza que significa que la “ultraderecha” llegue al poder y borre sus logros. Maduro habla desde la mentira, esto es, desde eso que ahora se llama elegantemente “verdades alternativas”.
En suma, el gobierno no admitió la derrota echando mano de “explicaciones que explican” poco. En lo que luce como una medida desesperada, luego de recibir semejante balde de agua fría, hace unos días recurrió al TSJ en busca de auxilio. Sin entrar en aspectos jurídicos que me sobrepasan, solicitó que su Sala Electoral determinara cuáles fueron los resultados, e incluso, según los rumores que corren, si deben repetirse los comicios.
Cambia el mapa político
Sin la necesidad de valerse de una lupa, los votos de las pasada elecciones indican que se redibujó el mapa político del país. Edmundo González fue ganador en las zonas urbanas y en las zonas rurales, en todos los estratos sociales (de manera muy clara en los sectores populares), en grupos de todas las edades, en fin. El chavismo-madurismo fue barrido. Parece atravesar, desde mucho antes de estas elecciones, una crisis de identidad.
El socialismo del siglo XXI, un proyecto que le vendió el sociólogo alemán Heinz Dieterich a Hugo Chávez, ya no alcanza ni como consigna, entre otras razones porque se usó sobre todo como paraguas ideológico, dando lugar a una narrativa que corría en paralelo con la realidad y, además, sus propuestas no riman con la época en que vivimos. Por otro lado, no es de extrañar que los últimos años que han transcurrido bajo ese paraguas nos dejen la impresión de que tuvimos un gobierno que gira alrededor del objetivo de seguir gobernando, más o menos a costa de lo que sea y quién sabe hacia dónde.
En su mochila ya no tiene nada que ofrecer al país que somos hoy en día. Le conviene, pienso, salir del poder y repensarse desde la oposición.
La llave es el diálogo
Deseo creer que aún estamos a tiempo de disolver el conflicto que ha surgido a propósito de estas elecciones. Para ello debemos partir del hecho de que para disolverlo, según ha escrito Perogrullo, hay que regresar a la política, esto es a la herramienta que tenemos a mano. Expresado de otra manera, usar la palabra para entendernos unos con otros, tan sencillo (y complicado) como eso
A punta de sentido común, se sabe que ninguna sociedad puede funcionar si carece de opiniones comunes, afectos comunes, intereses comunes y que para eso existen las instituciones, entendidas como las reglas del juego, ineludibles para garantizar la convivencia y dar un marco de certidumbre a la sociedad.
A riesgo de que me fusilen los escépticos, ejerzo mi derecho constitucional a la esperanza y me pregunto, entonces, si no será posible que dialoguemos y negociemos para salir de esta encrucijada, entendiendo que nos conviene a todos y que si no lo hacemos perdemos todos y si no será posible, además, que en esta tarea, encima de las organizaciones políticas, participen igualmente otros actores sociales y se pueda contar con la presencia de la comunidad internacional.
En síntesis, no podemos seguir siendo un país envuelto en la incertidumbre, del que cada vez más gente se quiere fugar.
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