Oro con los datos al revés
París.— Si no es la mejor, al menos asegura podio en el top ten de las mejores peleas de boxeo de estos Juegos Olímpicos. El show de Erislandy Álvarez y el francés Sofiane Oumiha en el pleito final de los 63.5 kilos pudo tener un final feliz para cualquiera, pero los jueces también querían ver el espectáculo reservado por el acróbata y bailarín del Caribe para el epílogo de la sentencia.
Cuando levantaron su mano, ante el desconcierto de una multitud que colmó el graderío del estadio donde se juega el Roland Garros de tenis, Álvarez dio una voltereta en el aire, mientras el fotógrafo Ricardo López Hevia imitaba al ganador, pero en vez de golpes, «tiraba» el dedo constantemente contra el obturador.
Y ahí mismo el público aplaudió al joven de Cienfuegos, que, alejado del radar dorado de la delegación, poco a poco fue atrayendo sobre sí los reflectores mediáticos hasta convertirse en el único cubano finalista del boxeo.
Desde su primera pelea en estos Juegos Olímpicos, Erislandy aplicó la mejor defensa posible en el deporte: atacar. Sabía que para tumbar al francés en su patio debía pasarse los nueve minutos golpeando con ambas manos, sin dejarlo respirar.
En uno de los sitios emblemáticos del deporte universal, ambos púgiles se dieron con todo, sin guardarse un gancho ni un recto, y obligaron al jurado a pestañar menos de lo común para poder ser justos.
Resultaron tres asaltos de adrenalina, emociones; y boxeo, mucho boxeo, entre las cuerdas, donde ganó por 3-2, el que «estaba al revés» a las boletas parciales.
Fotos: Ricardo López Hevia
«Fue una cosa rara, yo estaba seguro de imponerme en el primer round, pero cuando dijeron 5-0 entendí que era a favor del francés; al término del segundo me dicen 3-2 y creí entonces que era para mí, entonces salí a “comérmelo” en el último para decidir».
Con ambos atletas en medio del cuadrilátero para anunciar el resultado, hubo un silencio de cinco o seis segundos que pareció una hora, hasta que la árbitro levantó la mano de Álvarez.
Durante ese lapso de impaciencia, en el ojo de un huracán sacudiendo las gradas, el joven cienfueguero dudó de su éxito. «Es que estuve todo el tiempo con los veredictos invertidos», bromeó a su paso por la zona mixta, donde también lo aguardaban colegas extranjeros.
Erislandy, último boxeador cubano en clasificar y único vestido con el fajín de oro, dedicó el triunfo a su abuelita Cira, fallecida por los días en que aseguró su pasaje olímpico en Tailandia.
Entre la derrota en la final del pasado Mundial y la victoria ahora ante el mismo oponente medió, además de tiempo, madurez y crecimiento para asumir el reto. «Estaba con mente positiva, quería ganar después de par de fracasos en torneos internacionales. “No puedes quedarte en plata otra vez, hay un pueblo esperando por ti”, me dije antes de subir al cuadrilátero».
«Vine a disfrutar y dar show, así somos los cubanos, pero siempre enfocado en el triunfo».
Erislandy evitó elogios y compromisos cuando dejó claro que él no es líder de la escuadra nacional. «El boxeo somos todos; el boxeo no soy yo, somos nosotros, Cuba es el boxeo», y esas frases le nacieron del alma, como mismo echó los segundos finales de la pelea, tirando incesantemente para marcar en el rostro de la historia olímpica.