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Entregar y recibir amor, la fórmula exacta

SANCTI SPÍRITUS.— Otra vez el nombre de esta provincia subió al podio fuera de los perímetros nacionales. Acompañada de átomos y moléculas estremeció el alma de toda Cuba. Nuevamente, en una Olimpiada Internacional de Química se confirmó que en este pequeño archipiélago sobran talentos esculpidos por horas de entrega, estudios y pasiones por esa ciencia.

«La competencia estuvo muy difícil, un altísimo nivel, mucho rigor. Participaron alrededor de 90 países y ahí asistió lo mejor del mundo en cuanto a Química. Nos enfrentamos en dos exámenes: uno experimental y otro teórico. Cuba viene obteniendo muy buenos resultados desde hace años y esta ocasión no fue distinta», cuenta el espirituano Mario Pérez Brito, merecedor de una mención honorífica en la Olimpiada Internacional de esa asignatura, celebrada hace pocos días en Arabia Saudita.

Y no exagera. Los resultados de esta nación se leen con exactitud: además de lo logrado por el espirituano, el estudiante tunero Héctor Manuel Domínguez Pérez, el otro competidor cubano allí, se llevó la medalla de bronce.

«Este año el concurso fue diferente. El experimental duró cinco horas, igual que en todos los eventos anteriores, pero dividido en dos partes. Dieron un descanso de 30 minutos, algo nunca visto. El teórico no cambió mucho».

El jatiboniquense Mario Pérez Brito tiene experiencias en certámenes nacionales e internacionales. Fotos: Tomadas del IPVCE Eusebio Olivera/Facebook

Este hijo de El Seis, consejo popular Norte, en el municipio de Jatibonico, ya tiene un recorrido en certámenes nacionales e internacionales. Desde el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Eusebio Olivera, de Sancti Spíritus, forjó la disciplina para entrenar por horas entre libros e instrumentos de laboratorio.

Medalla de oro en la 27ma. Olimpiada Iberoamericana de Química, asistió a la 58va. edición de la Olimpiada Internacional de Mendeleev (IMChO), en la Universidad de Shenzhen, China, donde Cuba participó por primera vez, y subió a lo más alto del podio en el último certamen nacional de esa ciencia.

«La causa de todo es que me encanta la Química. Estudiarla es un disfrute», resume este jovencito que concluyó el 12mo. grado.

La semilla

A un lado de la carretera central, en las afueras de la ciudad del Yayabo, se hace ciencia en uno de los IPVCE más pequeños del país. Estudiantes formados allí nos han regalado 117 medallas en certámenes nacionales y 16 en internacionales en la asignatura de Química.

Y detrás de esa historia de muchachos y muchachas que sacrifican horas de diversión para completar guías de estudio, incluso a la distancia de un clic, está Agustín Plasencia Calero, quien desde el año 2000 pule el talento de los concursantes espirituanos de Química.

Agustín Plasencia Calero es el principal responsable de los excelentes resultados de Sancti Spíritus en concursos de Química. Foto: Alien Fernández Martínez

«Realmente, mi vida es el entrenamiento a esos alumnos. Me quedan tres años para la edad de jubilación y solo pido salud para seguir. Me da alegría verlos crecer, que se conviertan en buenas personas y hagan una excelente universidad para seguir haciendo ciencia».

Las manos de ese hijo de Yaguajay con residencia en la ciudad del Yayabo tienen las huellas del polvo de las tizas. De pie, frente al pizarrón, ha permanecido por más de dos décadas.

«Empecé como maestro de primaria, porque profeso mucho amor por los niños. Dos años después de comenzar a trabajar conocí de un curso en Camagüey, un destacamento para formarnos en diferentes ciencias. Aposté por la Química porque es experimental y a través de eso uno logra cosas maravillosas».

Con esa pasión y muchas ganas de hacer, se presentó a las entonces pruebas de aptitud que se hacían para laborar en el IPVCE. Dejó atrás la comodidad del hogar y encontró un colectivo que lo sedujo desde el principio.

«Trabajé en una primera etapa allá por los años 1988 y 1989. Ni siquiera estaba en este lugar nuestra escuela (radicaba en Pojaba, una comunidad rural). Entonces regresé a Yaguajay, pero en 2000 retorné, hasta hoy.

«Aquí entendí que los alumnos concursantes tienen necesidades especiales. Son muy enfocados, con muchas ansias de aprender. Se enamoran de lo que hacen», reconoce.

Desde entonces, este entrenador principal de la asignatura de Química ha visto crecer a varias generaciones. Junto a sus pupilos pasa el mayor tiempo de los días.

«Elaboramos una estrategia para trabajar con estudiantes de secundaria básica y nos ha dado muy buenos resultados. Estamos en el primer lugar nacional y tenemos equipo para sostenerlo».

—¿Cómo lograrlo en estos tiempos, cuando tantas tendencias se roban la atención de los adolescentes?

—Últimamente lo que hacemos es ocuparles el celular. A través de los grupos de WhatsApp les lleno el día de ejercicios. Estudian más de ocho horas. Lograr algo así (siempre lo digo y no es una frase manida) solo es posible cuando estás enamorado.

No esconde este humilde pedagogo, quien solo ha sido testigo de una competición internacional en suelo cubano, que le sobran pasiones para atrapar a quienes, vestidos de blanco y azul, se cobijan bajo sus saberes. Reconoce que no hay mayor alegría que encontrarlos en la calle ya como profesionales y recibir el saludo de «Profe, ¿cómo está?».

Según cuenta, ellos estudian ocho horas, «nosotros 12 o 13 horas, porque no podemos desatenderlos. Y detrás de esos muchachos también hay familias maravillosas que los cultivan, educan… realmente son impresionantes todos esos alumnos».

—¿Cuál es la fórmula para que, como Mario, otros espirituanos hagan vibrar el alma de Cuba?

—Muy sencilla: entregas amor y recibes amor. Yo los ilusiono, se llenan de sueños y al final, cuando ven que en realidad todo se cumple, ahí está el éxito de la fórmula.

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