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Concurso de belleza

En Estados Unidos los ciudadanos eligen presidente y vicepresidente. El candidato propone al que sería su suplente en caso de que, por cualquier motivo, él faltara.

Normalmente, los vicepresidentes se reclutan entre gobernadores y senadores que ya fueron reelectos y que gozan de alguna popularidad. Se busca además que sean complementarios a la figura del candidato a la Presidencia: de diferente sexo, edad, raza, región o facción partidista. Con ello se pretende conseguir alguna ventaja adicional.

Como sucede en los concursos de belleza, la selección es muy difícil porque cada aspirante tiene características únicas:  atractivos y defectos que hay que valorar. La negociación suele llevarse con lenta prudencia y los que van siendo descartados reciben alguna compensación para mantener la unidad del partido.

Las circunstancias extraordinarias que vive el Partido Demócrata complicaron enormemente este proceso a Kamala Harris. En unas cuantas semanas tuvo que buscar un compañero de fórmula que, más que sumar nuevos segmentos electorales, no ahonde las divisiones que se desataron con la renuncia de Biden.

De inicio, personajes de larga trayectoria y muy populares, como Gavin Newson (gobernador de California) y Gretchen Whitmer (gobernadora de Michigan), ni siquiera consideraron la posibilidad. Ven a Kamala como una novata y creen que pueden llegar a la Casa Blanca más adelante.

Estaban luego Jay Pritzker (gobernador de Illinois) y Pete Buttigieg (secretario de Transporte), que han dejado que su ambición política se desborde. Escoger a uno y a otro iba a provocar una desbandada.

Había también prospectos interesantes pero poco conocidos y sin fuerza fuera de su estado. Es el caso de Andy Beshear (gobernador de Kentucky), Roy Cooper (gobernador de North Carolina) y Raphael Warnock (senador por Georgia).

Pocas opciones

En realidad, Kamala sólo tenía para elegir a: Mark Kelly, Josh Shapiro y Tim Walz.

Mark Kelly (senador por Arizona) es un expiloto de la Marina que fue astronauta de la NASA y es muy querido dentro y fuera de su estado. Su esposa, Gabby Giffords, resultó gravemente herida en un tiroteo en 2011 y es una de las voceras del movimiento para el control de las armas de fuego.

El problema con Kelly es que favorece una línea dura en la inmigración ilegal y apoya las leyes de libertad sindical. En su estado eso lo hace muy popular; afuera, lo enfrenta con los indocumentados y con los sindicatos.

Josh Shapiro (gobernador de Pensilvania) ha hecho una impresionante carrera política: diputado estatal, comisionado de condado, procurador y lleva dos años como gobernador, con muy buena aprobación. Con posiciones moderadas, ha sacado adelante sus iniciativas en un Congreso dominado por los republicanos.

Comunica muy bien en la televisión y en las redes sociales y cuenta con donadores importantes. Además, su estado es el que más votos electorales tiene, entre los que son clave en la disputa de noviembre.

El problema con Shapiro es que está demasiado identificado con la causa de Israel. Estuvo allá como voluntario en un kibutz y para hacer el servicio militar, trabajó en la embajada de ese país en Washington y, como congresista, respaldó leyes favorables a esa nación.

Cuando estallaron las protestas estudiantiles contra las represalias israelíes en Gaza, comparó a los manifestantes con el Ku Klux Klan y presionó la renuncia de la presidenta de la Universidad de Pensilvania por tolerar el antisemitismo en el campus. Todo esto en un momento en que una parte del voto joven ve como débil la posición de Biden frente a la situación en Gaza.

Tim Walz (gobernador de Minnesota) creció en un pueblo pequeño y durante más de veinte años fue maestro de geografía y entrenador de futbol americano en una secundaria rural. Al mismo tiempo fue reservista en la Guardia Nacional.

Entró luego a la política y estuvo seis periodos en la Cámara de Representantes, donde tuvo una actuación destacada en las comisiones de Veteranos y de Agricultura. Como gobernador se ha distinguido por sus políticas populistas, lo que le ha atraído las simpatías del ala populista de su partido.

Su principal ventaja es que conecta muy bien con el americano común. Posee el candor auténtico del Medio Oeste y su principal defecto (ser boca floja) se convierte en un activo frente a la fanfarronería de JD Vance, su contraparte republicana.

Kamala lo seleccionó casi sin conocerlo, por pura intuición y con el propósito de cimentar su alianza con los progresistas.

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