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Craviotto, la proa de España

Abc.es 

«Estoy muerto, tío. No puedo ni hablar». No es la frase más icónica para alguien que acaba de hacer historia en el deporte español, pero es lo primero que le salió a Saúl Craviotto mientras se bajaba arrastrando de la piragua en el pantalán de Vaires-sur-Maine. Hacía apenas un minuto que la proa del K4 500 español había cruzado la meta en tercera posición después de un esfuerzo terrorífico, Y ese puesto implicaba un bronce en el podio. Y ese bronce suponía que Craviotto, leridano de 39 años, se convertía en el deportista español con más medallas de la historia. Seis en total. Hasta ahora compartía ese honor con David Cal, otro referente de su disciplina. El canoísta gallego se estrenó en Atenas 2004 con un oro en C1 1000 y una plata en C1 500. También dobló en Pekín 2008, en donde se llevó dos platas en esas mismas pruebas. El de Pontevedra cerró su cuenta en Londres 2012, con una nueva plata en C1 1000. Craviotto empezó a sumar en Pekín, oro en K2 500, continuó en Londres, plata en K1 200, dobló la apuesta en Río, oro y bronce en K2 200 y K1 200 e igualó a Cal en Tokio, plata con la misma tripulación de K4 500 con la que ha logrado la sexta. Un palmarés que completa con cinco títulos mundiales y tres europeos, además de numerosas medallas internacionales. Y con el que pasa a ser también el único olímpico español en subirse al podio en cinco Juegos distintos. Un ejemplo de constancia y longevidad nunca visto hasta ahora. «Valoro haber estado en cinco Juegos Olímpicos, resistir tantos años entre ciclo y ciclo y mantenerme arriba todo ese tiempo. Al número de medallas nunca le he dado importancia», decía ya en la zona mixta, recuperado el resuello y desagarrados los músculos. «Hay deportistas que aspiran a tres, cuatro o cinco medallas en cada cita olímpica. La natación, el piragüismo… Y hay deportes en los que solo te puedes llevar una. ¿Quién es mejor? Pues yo no lo sé. Los rankings no me gustan». La carrera de Craviotto no hubiese existido de no ser por su padre, Manuel. Con él comenzó a navegar en el embalse de Sant Llorenç cuando apenas era un bebé, con la piragua atada con una cuerda a la de su progenitor. Ninguno de los dos lo sabía, pero era el comienzo de una carrera plagada de éxitos que le llevó con solo 15 años al CAR de Madrid. Más tarde se sacó las oposiciones a Policía Nacional y acabó en Gijón. Allí conoció al que sigue siendo su entrenador, Miguel García, y también al palista con el que disputó sus primeros Juegos, Carlos Pérez Rial, 'Perucho', que no solo era su compañero de kayak, sino también su pareja patrullando las calles de Gijón y echando tardes en la banda de El Molinón. El embalse de Trasona se convirtió en su segundo hogar, el lugar donde preparó a conciencia ese debut olímpico, en el que pocos contaban con que fueran a sacar algo positivo. No solo subieron al podio, sino que lo hicieron en lo más alto, acabando con diez años de hegemonía alemana en aquella prueba. Gracias a aquel inesperado debut, Craviotto pudo volcarse al cien por cien en el deporte. Para sus segundos Juegos probó la aventura en solitario y en la distancia más corta, mientras que en Río, pasada ya la treintena, fue a por su reto más difícil: subir dos veces al podio. Como casi siempre, salió airoso. Ganó el oro en el K2 200 junto a Cristian Toro y solo dos días después se colgó el bronce en solitario, de nuevo en el K1 200. Convertido ya en leyenda de su disciplina, con cuatro medallas, su vida dio un nuevo giro. Le llegó el reconocimiento masivo, también más patrocinadores, su participación en 'Masterchef'... Craviotto es ya un veterano con familia y múltiples ocupaciones fuera del deporte, pero el piragüismo aún tenía retos que ofrecerle. Fue uno de los elegidos para conformar el K4 500 que debía competir en los Juegos de Tokio, un equipo de élite en el que también participan Marcus Cooper , Rodrigo Germade y Carlos Arévalo . Cuatro superdotados que se acabaron llevando la plata con un año de retraso por culpa de la pandemia, tiempo que Craviotto aprovechó para pedir su reingreso en la Policía, destinado en la Unidad de Prevención y Reacción de la Brigada de Seguridad Ciudadana en Gijón. Aquellos Juegos le dieron una alegría extra al convertirse en el abanderado de la delegación. Tan positiva resultó la experiencia, tan bien funcionó aquel cuarteto, que la cercanía de París, solo tres años de ciclo olímpico, invitaba a continuar el proyecto. Así fue, y el resultado lo dejó satisfecho. «Una medalla de bronce me sabe a gloria», aseguró. «En el 400 iba ya picando pala, mojando sin meter fuerza. Me he dejado el alma subido en la piragua. Ha sido una final soñada». Craviotto está a solo unos meses de cumplir los cuarenta, pero se niega a decir que estos han sido sus últimos Juegos. «No voy a estar toda la vida dándole a la 'piragüina'. Tendré que dejarlo algún día, pero quiero pasar por el proceso de analizar y ver qué hago. La realidad es que físicamente estoy bien, soy un privilegiado por vivir esto, por ver a mis padres llorar de felicidad en la grada. Igual aguanto un año más o lo dejo. Este ciclo ha sido muy bonito, y que haya durado tres años me ha ayudado. Mis compañeros del K4 son casi mis hermanos. Los quiero mucho, ha habido muy buen rollo. Ha sido maravilloso». Ahora solo quiere tomarse unas largas vacaciones, disfrutar de su mujer y sus tres hijas y meditar qué hacer. Lo hará con seis medallas al cuello, por lo que la decisión no podrá ser mala. «La piragua la quiero a cincuenta kilómetros de mí. Quiero estar de vacaciones, desconectar, pasar tiempo con mis hijas. Tengo ganas de quedarme en casa con ellas, hacer cosas de un padre normal. Se lo merecen».

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