Constante rotación laboral alimenta la desigualdad

La gente joven se beneficia más de los efectos positivos de cambiar de trabajo, pero a medida que se acumula capital humano, la estabilidad laboral supera esas ventajas.

A pesar de la existencia de regulaciones laborales rigurosas, los países latinoamericanos tienen tasas de rotación excepcionalmente altas. Entre el 24 y el 44% de los trabajadores en Argentina, Brasil, Ecuador, México, Paraguay y Perú cambian de trabajo cada año y entre un 30 y un 50% de ellos se quedan fuera de la fuerza laboral.

Por supuesto, los trabajadores varían en grados educativos, compromiso con la búsqueda de empleo, compatibilidad con sus puestos actuales y voluntad de aceptar ofertas laborales. Pero estas tasas de rotación elevadas son atribuibles, en gran medida, al sector informal no regulado, que representa más del 40% de la fuerza laboral en muchos países de América Latina y el Caribe (ALC).

La duración de los empleos informales tiende a ser significativamente más corta que la de los empleos formales, debido a la falta de regulaciones y beneficios adecuados.

Por supuesto, no todas las transiciones son malas. Pasar de empleos de poca a mucha productividad, por ejemplo, puede hacer subir los salarios, especialmente en los primeros años de la vida profesional, y ayudar a garantizarse mejores puestos y más estables con oportunidades de promoción.

Pero en muchas economías los trabajadores más jóvenes y menos educados tienden a cambiar de empleo más seguido. En consecuencia, reciben menos capacitación, aprendizaje y experiencia, y se ven afectados por un crecimiento salarial más lento y tienen más probabilidades de pasar de empleos formales al sector informal o, directamente, quedar fuera de la fuerza laboral. De esta manera, una rotación constante impide la acumulación de capital humano.

Beneficios a corto plazo

Considerando que las transiciones laborales son más comunes en el sector informal, es razonable esperar que las grandes tasas de rotación de América Latina exacerben las desigualdades en el mercado laboral a largo plazo. Pero, hasta el momento, se ha generado poca evidencia empírica que respalde esta opinión.

En un estudio reciente, junto con mi coautor Naercio Menezes Filho, exploré la relación entre la rotación de los empleados y la desigualdad salarial. Al analizar los patrones de movilidad laboral en cinco países de América Latina —Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y México—, demostramos que las altas tasas de rotación, en efecto, exacerban las desigualdades salariales existentes.

A simple vista, nuestros hallazgos sugieren que los trabajadores que cambian de empleo experimentan un crecimiento salarial anual más acelerado que quienes se quedan en sus puestos actuales, lo que refleja los beneficios inmediatos de encontrar un nuevo empleo.

En consonancia con estudios previos, descubrimos que la gente más joven, en particular, se beneficia más de los efectos positivos de cambiar de trabajo. Esto es válido inclusive en el sector formal, donde una mayor inversión en capital humano, por lo general, fomenta la retención de empleados.

Al analizar las distribuciones salariales, comparamos los resultados salariales reales con los escenarios hipotéticos en los que los individuos no cambiaban de empleo. Descubrimos que las transiciones laborales contribuyen a caídas a corto plazo de la desigualdad, ya que inicialmente benefician a quienes menos ganan y a la gente más joven.

Pero a medida que se acumula capital humano con el tiempo, los beneficios de la estabilidad laboral superan los de buscar nuevos puestos de trabajo. En consecuencia, quienes cambian frecuentemente de empleo experimentan un crecimiento salarial más lento a largo plazo.

Dado que los trabajadores no calificados cambian de empleo más seguido, esto sugiere que la rotación elevada aumenta la desigualdad a largo plazo.

Eliminar barreras para la formalización

Sin duda, inciden otros factores, como los beneficios no salariales. Por ejemplo, después de que las empresas brasileñas introdujeron un seguro de salud privado, el sector formal del país contrató menos trabajadores y despidió a más como consecuencia de los mayores costos laborales.

De la misma manera, la introducción de la atención médica pública para los trabajadores informales y los desempleados en México ha resultado en que menos gente pase al sector formal. Considerando que los individuos menos educados y las mujeres tienen más probabilidades de trabajar en la economía informal, esto ha obstaculizado los esfuerzos por reducir las disparidades salariales existentes.

De todos modos, nuestros hallazgos empíricos subrayan la necesidad de tratar los efectos económicos adversos de la rotación alta. Mientras la gente más joven resulta beneficiada con los cambios de puesto de trabajo a corto plazo, quienes cambian de empleo frecuentemente tienden a experimentar un crecimiento salarial promedio más lento.

A los trabajadores informales, en particular, les resulta más difícil pasar a empleos mayormente calificados y bien remunerados. Esto limita su capacidad para acumular capital humano y, probablemente, impida el crecimiento económico en los países de ALC, donde el sector informal emplea un porcentaje significativo de la población.

Para reducir la desigualdad salarial, los gobiernos de los países de ALC deberían diseñar políticas que creen incentivos para que los trabajadores cambien de un empleo informal a uno formal. Específicamente, deberían centrarse en eliminar las barreras para la formalización y crear un entorno en el que los empleados puedan desarrollar nuevas capacidades y avanzar a puestos de mejor calidad y mayor remuneración.

Al facilitar la rotación positiva y fomentar la inversión en capital humano, los responsables de las políticas pueden sentar las bases para un mercado laboral más equitativo.

Renata Narita es profesora adjunta de Economía en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.

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