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Una costilla globalizada

La naturaleza de la mujer desde el origen de las culturas ha sido construida a partir de otros, es decir, no de ella misma. ¿Qué pasaje personifica a una mujer diciendo “ella es” como equivalente de “él es”?

Cada cultura atiende sus mitos y su narrativa, y por donde miremos, vemos a una mujer como idea de proyecto de ser. Nunca siendo del todo. No solo eso, siempre ha sido vista utilitariamente como un medio para obtener algo, desde servicios hasta descendencia. Como también ha sido disfraz donde ocultar los anhelos de otros, porque su “condición inestable” se lo permite, en cuanto organismo con cromosomas por ordenar: XY y no YY.

No hablo hoy de sus deseos, sino de como fue construido su sentido. Me pregunto entonces en dónde queda su identidad si es y ha sido solo un lugar, un espacio para recibir semillas, un cuerpo para incubar o una posibilidad de casi razonar, que se educa para responder a las decisiones y deseos de otros. Porque entiéndase que una siempre es los otros.

En dónde si el patriarcado, con su lista de genios y padres del pensamiento, nos ha vendido la historia de que somos no ya el Ser, sino el por hacer, o sea, que para Ser necesitamos de los demás, no así el hombre que Es, y punto. Por su parte, la ciencia nos revisa el cuerpo en clave reproductora y nunca se preguntó cuánto pesa nuestra alma.

Mujer castigada

Desentrañar el cosmos era igual a desentrañar los úteros de las mujeres, así que se dedicaron a facilitar su labor con tratamientos hormonales, sillas ginecológicas e instrumental apropiado a sus faenas.

Aún hoy la mujer sigue siendo castigada por su poder de transformación, por tentar la realidad con su gran contenedor de estados emocionales. Un ejemplo de su versatilidad es el texto 62/Modelo para armar, de Cortázar, donde siempre se busca la estructura que le fue negada, las piezas que completen el modelo que le quitaron al no ser creada a imagen y semejanza de un dios hombre barbudo.

Como vemos, la mujer es una puerta abierta para todo tipo de ideas sobre su naturaleza, su constitución y, por supuesto, su opaca región del ser femenino.

Es cierto que, a diferencia de los hombres, las prácticas comunitarias las hacen en su mayoría las mujeres. Es cierto que la relación con la tierra y sus sistemas es una experiencia más activa en las mujeres que han visto en el cuidado y la crianza cómo las familias unificadas generan comunidades más autosuficientes, pero esto no equivale a decir que la mujer es una parte buscando partes para actuar, y que solo con otros afirma su existencia imperfecta, o necesite domar su naturaleza alterada, o enderezar su cuerpo, o prestar su vientre.

Un ejemplo propio de la filosofía es Heidegger y su concepto de dasein, cuya expresión alemana significa “ser-ahí”, “aquí”, “allí”, y que Heidegger la expresa para comprender la existencia humana, el ser uno mismo en el mundo haciendo la diferencia con que la mujer es un ser que se define por el otro y es con el otro.

Nada nuevo, seguimos siendo definidas por los señores hasta en la actualidad, cuando nuestros cuerpos siguen siendo cosa de otros en una tensa red que va desde la envidia, el odio, el deseo y su negación.

Simone de Beauvoir menciona en su libro El segundo sexo que la mujer tiene que tener que ser (il a à être) y que nunca es de por sí, porque la mujer es cuerpo y es, por tanto, un Ser en el mundo o mitsein. En este sentido, es Ser con los otros, centrado en su evidente materialidad donde la sangre menstrual atraviesa todo tejido cultural o modelo por armar teórico.

¿Significa entonces que la palabra mujer carece de todo contenido propio o es más bien el contenido desde donde no se nombra su sentido?

De vuelta al estado precientífico

Esa carencia es precisamente la que afirma el racionalismo. Dice Beauvoir: las estadounidenses en particular piensan que la mujer, como tal, ya no tiene lugar; si alguna, con ideas anticuadas, se tiene todavía por mujer, sus amigas le aconsejan que consulte con un psicoanalista, para que se libre de semejante obsesión... La actitud de desafío en que se crispan las estadounidenses demuestra que están obsesionadas por el sentimiento de su feminidad. Concluye en los años cincuenta.

Así las cosas, la idea de ser mujer ha variado con los cambios conceptuales de los movimientos culturales, porque seguimos siendo un modelo por armar, y ser mujer era y sigue siendo una debilidad para sectores de la población más o menos educados que no ven con buenos ojos ser XY. Porque siguen sintiéndose una costilla de Adán y por eso prefieren serlo en modo disfraz.

Si al comienzo de las civilizaciones no se diferenciaban los hechos de las acciones, dando a todo una explicación mágica, emocional y religiosa, a los relámpagos, la lluvia que caía por castigo o las manchas oscuras en la piel por haber nacido durante un eclipse, ahora parece que de nuevo volvemos a ese estado precientífico, en el cual son las emociones y los deseos los que conforman la realidad objetiva de los hechos, incluidos los cuerpos.

Es cierto que ahora sabemos que somos cuerpos sintientes y pensantes, unidades de sistemas, pero también es cierto que no hay parte que funcione sin la totalidad para la que fue creada ni cuerpo que nazca esclavo de su deseo y que viva su existencia buscando otro cuerpo donde volver a ser lo que muchas ya no somos: una costilla, y más si se trata de una costilla globalizada, un frágil hilván sin siquiera un nudo en el tejido de la existencia.

doreliasenda@gmail.com

La autora es filósofa.

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