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Presidenta electa entre propios, extraños y Aqueos

En un acto de absoluta unidad, el pasado 15 de agosto, el movimiento de la Cuarta Transformación se congregó en el Teatro Metropólitan, donde, bajo la mirada de fundadores, militantes, aliados partidistas, miembros recientemente integrados al movimiento, además de quienes interna y externamente combatieron ferozmente la candidatura de quien hoy es la líder política de nuestro partido; se alzó una voz colectiva que resonó en todo el país: ¡tenemos presidenta! Y sí, con A, porque como bien dijo la Dra. Claudia Sheinbaum, “lo que no se menciona, no existe”, y en México existe una presidenta electa.

Este evento no solo fue una celebración; fue una página en la historia nacional, un momento que quedará grabado en nuestros corazones y por instantes dignos de un largometraje.

Mientras la emoción llenaba el aire, observamos cómo la condición humana se manifestaba en cada rostro. Desde los gritos de alegría de nuestra bendita militancia, hasta las lágrimas de quienes han dedicado su vida a la lucha por la transformación del país y las causas más justas, como la igualdad y el feminismo. Incluso a la propia presidenta electa se le cortó la voz al hacer referencia a su madre la Dra. Annie Pardo ahí presente, una de las personas más importantes y que más ha inspirado e influido en la vida de la Dra. Sheinbaum Pardo.

En este mismo escenario estaban también los recién llegados al movimiento, que aunque desorientados, comenzaron a entender la legitimidad de este movimiento político-social, más social que político, en mi opinión. Muchos de ellos todavía no logran dimensionar la grandeza del liderazgo de Andrés Manuel López Obrador y los principios que encarna y nos delega. La presidenta electa, además de sus conocidas capacidades y preparación, es también una clara representante de esos ideales, y como ella misma afirmó: “quisieran que me distanciara de él, que lo criticara, pero eso jamás sucederá”.

Entre la multitud también se encontraban aquellos personajes políticos que más que unirse al festejo o disfrutar ese inolvidable momento, se concentraban en construir un perfil en redes sociales, capturando decenas de fotografías con nuestros principales liderazgos, tratando de apostar a que “la percepción sea realidad”.

También estaban nuestros aliados partidistas, satisfechos con los frutos de decisiones estratégicas acertadas en esta alianza político-electoral y legislativa, que reflejan el compromiso con México y, sobre todo, con quienes menos tienen.

Por último, “los Aqueos”. Ellos son aquellos que buscan utilizar el movimiento como un caballo de Troya. Aunque hoy dan vítores vacíos y aparentan sonrisas, debemos estar alertas, pues en cuanto surja la oportunidad, volverán a defender sus intereses políticos y personales por encima de nuestras causas comunes, bajo el mando de su o sus Odiseos. Sus nombres son conocidos por sus acciones; basta con hacer un recuento de los hechos para identificarlos.

Con este mosaico tan diverso, prevalece la victoria en el movimiento, se escribe historia, hay absoluta unidad, se defienden nuestras causas, y sin duda, tenemos lideresa, tenemos presidenta, sí, con A.

Que este triunfo sea un faro de esperanza y un camino de bienestar para México y sobre todo para aquellos que más lo necesitan.

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