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Van con todo

Arrancó anoche la Convención Nacional Demócrata en la ciudad de Chicago.

Una enorme fiesta política en el ritual de los partidos –en este caso el demócrata– para postular formalmente a su candidata a la Presidencia y a la vicepresidencia de Estados Unidos.

Las convenciones de los partidos en Estados Unidos son enormes concentraciones de seguidores y simpatizantes, representantes y delegados por estados de la Unión, que escenifican un espectáculo con las proporciones de Hollywood y se convierte en un festival para impulsar a un personaje a la candidatura más importante de la política americana.

Otros partidos y países en el mundo han intentado reproducir el ritual americano. Francia ha hecho reuniones partidistas como también Gran Bretaña. Tal vez ninguno con la “coreografía”, producción escénica y construcción anímica que los partidos norteamericanos.

Ya se celebró la republicana, hace tres semanas, con la confirmación de Trump como candidato y la designación del señor Vance como su compañero de fórmula. A semanas de esa fiesta política en la que apareció Trump como auténtica estrella de rock en el escenario, muchos politólogos aseguran que la designación de Vance fue un error.

Las y los compañeros de fórmula obedecen siempre a características estratégicas: procedencia de grupos etnográficos, lingüísticos, raciales e, incluso, ideológicos (dentro del espectro de cada partido) para fortalecer al candidato.

Vance es una réplica joven de Donald Trump: blanco, anglosajón, conservador que reproduce literalmente las mismas premisas que su jefe.

Kamala eligió a un demócrata que representa un contraste significativo para su candidatura: ella procede de una minoría afroasiático-americana, liberal, californiana, con antecendentes como legisladora y fiscal de distrito, vicepresidenta, obviamente, con Biden; pero Tim Walz es un demócrata moderado, más cargado al centro, que pueda apelar a los republicanos indecisos, anglosajón, veterano de guerra y gobernador.

Un perfil político que ofrece balance a la fórmula, a diferencia de Trump y su mini mí.

La Convención Demócrata arrancó de forma espectacular con mensajes breves de la propia candidata Kamala Harris, presencia estelar de Hillary Clinton –la única otra mujer candidata a la Presidencia hace ocho años– y el propio presidente Biden.

No podrían haber elegido un elenco más fuerte para la noche de apertura.

Hoy martes está previsto Barack Obama, uno de los demócratas que acumulan todavía enorme respaldo y apoyo al interior de su partido; el miércoles Bill Clinton y hacia el cierre, el jueves, el candidato a vicepresidente y la candidata Harris.

Gran elenco demócrata, reuniendo a tres presidentes, uno en funciones y dos en retiro, Clinton (1992-2000), Obama (2008-2016) y Biden (2020-2024).

Los republicanos no pudieron integrar a un elenco de esa categoría. El único expresidente republicano vivo es George Bush hijo (2000-2008), que no ofrecería respaldo a Trump ni bajo amenaza, después de las críticas, señalamientos e, incluso, humillación que Trump aplicó a Jeb Bush (hermano del expresidente) en la campaña de 2016.

Así que los demócratas van con todo. De una campaña que languidecía con la vejez de Biden, hoy tienen una candidata energética, aguda, que ha sorprendido a muchos por su inusitado perfil de liderazgo que nadie pudo ver durante su vicepresidencia.

Los números más recientes en las encuestas colocan a Kamala en una posición muy competitiva frente a Trump, al frente incluso en cinco de los seis estados clave para la victoria el 5 de noviembre.

Una auténtica “voltereta” en las predicciones electorales que adelantaban una victoria garantizada para el republicano, ahora replantean sus pronósticos con base en el surgimiento de Kamala como una candidata con fuerza y respaldo de simpatizantes, pero también de contribuyentes y de todos aquellos que rechazan una segunda presidencia de Trump.

En unos días podremos evaluar el impacto de la convención entre los votantes, pero, desde ahora, es ya una contienda cerrada, de pronóstico reservado, por la enorme competitividad de lo que se llama ya “el milagro Kamala”.

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