Espuma amarilla
Los ríos han jugado un papel fundamental en el nacimiento y el desarrollo de la cultura . Los pueblos paleolíticos recorrieron sus cursos siguiendo a los animales que cazaban, y las primeras comunidades sedentarias se establecieron en sus valles fértiles, donde encontraron fuentes permanentes de agua potable y alimento. Las grandes civilizaciones crecieron y evolucionaron en torno a los grandes ríos, que les proporcionaban un medio de comunicación y una fuente de energía y de irrigación para sus cultivos. No es de extrañar que las corrientes fluviales llegaran a simbolizar el flujo de la existencia de todos los seres, y que fueran veneradas como divinidades. Para los antiguos griegos, por ejemplo, los ríos se consideraban hijos del dios Océano y padres de las ninfas. Hago estas reflexiones al asomarme desde la carretera del Valle a nuestro querido, maltratado río Tajo. Hace ya mucho tiempo que no se miran en sus aguas las ninfas a las que cantaba Garcilaso. Lo que antaño era un ser divino, hogaño es una cloaca. El río Tajo, al que la ciudad de Toledo le debe todo lo que es, se muere sin que nadie lo remedie. Apenas sin caudal (el caudal real que tiene se mide fácilmente por el agua que corre por el azud roto ¿hasta cuándo? de la presa de Santa Ana), gracias al trasvase Tajo-Segura y a la contaminación que nos llega del Jarama y del Henares, el histórico río ha devenido en lo que es ahora, una alcantarilla a cielo abierto. Aunque era todavía muy niño, me acuerdo de aquellos baños en la playa fluvial de Safont, o del Río Chico, y de aquellos gangos o chiringuitos donde se podía ir a merendar con la familia. Hasta que el 19 de junio de 1972, el Gobernador Civil de Toledo prohibió el baño en el río Tajo por el alto nivel de contaminación que llevaban sus aguas . Ya adolescente, recuerdo aquel tema con el que grupo May soliviantaba a los jóvenes toledanos: «Río Tajo, tu caudal / viene sucio, huele mal. / No te debe acercar, / te puedes contaminar…» Desde entonces el estado de nuestro río no ha hecho más que empeorar. Los parques que bañan sus orillas, como el propio parque de Safont o el malogrado parque de los Polvorines, frente a la Fábrica de Armas (actual campus de la UCLM), se hayan en un completo estado de abandono, como si quisieran solidarizarse de esta manera con el desdichado Tajo a su paso por Toledo. ¿Se encuentra entre las prioridades de nuestros representantes políticos invertir en medidas de saneamiento que aseguren el flujo suficiente y limpio del caudal del río Tajo? Desgraciadamente, el crédito, o la credibilidad, de estos dirigentes se ha agotado, como nuestra paciencia, porque aparte de buenas palabras, no han hecho nada por remediar esta situación. Nada. ¿Cuántas veces nos ha prometido el actual presidente de Castilla-La Mancha, antes alcalde de Toledo, Emiliano García-Page , que si lo votábamos a él volveríamos a bañarnos en el Tajo? Después de todo, como alguien dijo, gobernar es hacer creer. ¿Qué están haciendo para afrontar este grave problema medioambiental el gobierno central, el autonómico y la Confederación Hidrográfica del Tajo (que en 2001 contaba con 750 empleados)? Y lo peor de todo: se percibe cierta fatiga o cierto hartazgo entre los toledanos que siempre estuvieron sensibilizados con la suerte de su río, como si les fastidiara hablar de un tema tan manido. El informe emitido por la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss y las sentencias del Tribunal Supremo ratifican lo que es una evidencia para nuestros ojos: no existen aguas excedentarias en el Tajo. Y los toledanos seguimos preguntándonos si es imposible acabar con los vertidos de basuras, aguas fecales y residuos químicos que están matando las aguas de nuestro río. Si se revitalizó el caudaloso Támesis, que en 1957 se había declarado biológicamente muerto y ahora nadan en sus aguas 125 especies de peces; si se limpió el poderoso Rin, donde se invirtieron quince mil millones de euros para depurar hasta el 95% de sus aguas residuales; o si, gracias la apertura de las compuertas, se recuperaron las aguas y el ecosistema del modesto Manzanares, ¿no se puede hacer lo propio con el río Tajo? ¿Atenderán esta urgencia esos políticos que antes de que nos demos cuenta nos volverán a pedir el voto? ¿Acaso la única prioridad para ellos, su única urgencia o necesidad, sea mantener el control de los mecanismos de poder, ajenos como están a los problemas reales de la gente? Volviendo al rico simbolismo del río, recuerdo haber leído en una novela de Milan Kundera cómo uno de los personajes comparaba la vida humana con la corriente de un río: lo auténtico, lo realmente importante, ocurre en sus profundidades. La política es la espuma amarilla que se forma en la superficie del río. Pero no conviene generalizar. Nosotros queremos creer, necesitamos creer que existen todavía políticos con vocación de servicio público que son sensibles a la incalculable riqueza ambiental que alberga nuestro río como hábitat de una gran variedad de formas de vida. Permítasenos este acto de fe, aunque confiemos más en iniciativas ciudadanas como la Plataforma de Toledo en Defensa del Tajo , nacida para sensibilizar y movilizar a la opinión pública sobre la necesidad de proteger el río Tajo como patrimonio de las generaciones futuras.