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Dobles propósitos de la neurociencia

Así como los avances de la neurociencia se aplican en muchos ámbitos para mejorar la vida de las personas, como en la medicina, la economía, el derecho y la política, también existe el riesgo de que sean utilizados por empresas y gobiernos con otros fines.

Mediante técnicas de imagen cerebral, se graba, interpreta o altera la actividad neurológica. Ahora es posible estudiar lo que afecta elementos esenciales del comportamiento humano. Incluso, algunas tecnologías de inteligencia artificial tienen la capacidad de imitar las distintas redes que funcionan de manera coordinada en el cerebro. Esto nos pone frente a la necesidad de una ética durante la investigación y posterior aplicación de los resultados.

En una entrevista con el medio digital Aceprensa, el experto en neuroética y ética de la IA, José Manuel Muñoz Ortega, comentó que las técnicas de estudio del cerebro están vinculadas a grandes proyectos liderados por potencias científicas como EE. UU., la Unión Europea, China, Canadá, Corea del Sur, Japón, Australia e Israel. Proyectos que, en algunos casos, nacen con un interés de defensa militar y cuentan con la inversión de fondos públicos y privados.

Muñoz, quien trabaja en el Centre of Neurotechnology and Law en el Reino Unido y colabora con el Centro Internacional de Neurociencia y Ética de la Fundación Tatiana, trata de acercar la neurociencia y la neuroética a profesionales de distintos sectores.

“La rápida evolución de la neurociencia ha llevado a muchos a señalar los riesgos reales de aprovechar este conocimiento para influir en comportamientos individuales mediante mecanismos psicológicos o de intervención, alterar personalidades o cambiar recuerdos de eventos pasados, lo que tiene un efecto directo en la dignidad humana y en derechos fundamentales, como la privacidad o la libertad de pensamiento”, explica Muñoz.

Rafael Yuste, neurobiólogo español, ideólogo del proyecto Brain y profesor de Ciencias Biológicas en la Universidad de Columbia, promueve una respuesta ética y jurídica a través de la NeuroRights Foundation. Busca crear conciencia y difundir los neuroderechos. Estos derechos relacionados con el cerebro son consustanciales a la propia naturaleza y dignidad humanas. Yuste destaca el derecho a la privacidad de los datos cerebrales, que podrían almacenarse y enviarse fuera de un país. Otros expertos mencionan que es imprescindible una regulación internacional, dado que el avance de la neurociencia depende de la colaboración científica transnacional.

Sin embargo, el comportamiento humano no puede reducirse a un conjunto de reacciones químicas. La conciencia, por ejemplo, es posible gracias a la naturaleza reflexiva de la inteligencia. Esta permite a la persona la capacidad de introspección, de conocerse, autocaptarse y de distinguirse del mundo. La conciencia tiene una función psicológica y moral, proporcionando una mirada reflexiva. Los griegos y los hebreos también hablan del “corazón” para designar la conciencia, que es la fuente de la vida moral.

Coincido en que la diferencia entre los países del primer y tercer mundo no la determinan sus avances tecnológicos, materias primas o su producto interno bruto. No todos los fenómenos se miden en términos científicos o económicos. Quizás la diferencia radique, como afirman algunos filósofos, en la concepción que cada uno tenga del ser humano.

Las diferentes visiones del hombre y de la vida determinan planteamientos y trayectorias educativas y culturales distintas. Los modelos educativos son decisivos. Para el padre de la cultura china, Confucio, quien murió antes de que naciera Sócrates, si no se respeta lo sagrado, no hay una base sobre la cual se pueda edificar la conducta. Qué más sagrado que la dignidad humana.

Diógenes posiblemente seguiría recorriendo las calles de día portando su lámpara y “buscando un hombre”. Alguien digno de caracterizar la vida humana. Las distintas visiones sobre la persona suelen determinar qué tipo de conductas serán capaces de construir un mundo donde sean posibles la justicia, la libertad, la paz y el verdadero progreso. Estas conductas deben ser éticas.

hf@eecr.net

La autora es administradora de negocios.

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