Injusto y además oscurantista
La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda contribuyó ayer decisivamente a aumentar el desbarajuste y el oscurantismo que acompañan a la promesa de conceder a Cataluña una especie de 'secesión fiscal'. En ERC lo llaman, sin tapujos, cupo pero ayer María Jesús Montero negó categóricamente que el Ejecutivo utilizase esa figura. A estas alturas, y con Salvador Illa ya de presidente de la autonomía catalana, aún no se conoce la fórmula que utilizará Sánchez para cumplir la parte del pacto que les toca y que era condición 'sine qua non' para que el primer secretario del PSC se hiciese con las llaves del Palau de la Generalitat. Es una constante dentro del sanchismo que casi todas sus cesiones, más o menos escandalosas, a los socios de Sánchez en las Cortes presenten un enorme déficit de transparencia, pues todo está rodeado de un oscurantismo que, por sus extraordinarias dimensiones, se convierte en unos de los principios fundacionales del sanchismo. La temática y alcance de todo lo que se quiere ocultar es tan vasta como variada, y va desde asuntos nucleares de la política interna a aspectos esenciales de la política exterior. Resulta escandaloso y a la vez inquietante que a estas alturas los españoles no conozcan al detalle cómo queda la «financiación singular» de Cataluña, cómo queda de maltrecho el principio de la solidaridad interregional que inspiró el espíritu del 78. Hoy, empellón a empellón, ese espíritu casi se ha convertido en un fantasma que asusta en todas aquellas comunidades que no son regidas por el nacionalismo (separatista o no) o por ese socialismo periférico acomplejado que gobierna en Navarra o Cataluña. Como ya hemos apuntado, se da la circunstancia de que, por primera vez en la era democrática, se ceden competencias nacionales para elegir a un presidente autonómico. Y todo con el telón de fondo de que los beneficiados de tan singular prebenda son esenciales para que Sánchez continúe en La Moncloa. La abrasiva reacción de ERC a las palabras de la vicepresidenta, amenazando con tumbar la legislatura, hará que el Gobierno vuelva a ceder y, con unas palabras u otras en otro laberinto terminológico, acabe por conceder la 'independencia fiscal' a los separatistas, pues ese ha sido el 'modus operandi' del sanchismo. Como han advertido numerosos expertos fiscalistas y organismos y gabinetes de estudios financieros, si Cataluña comienza a recaudar sus impuestos, tarde o temprano las demás regiones de régimen común se sentirán legitimadas para exigir lo mismo. Esto no sólo es altamente ineficaz y facilita la aparición de la corrupción y el surgimiento de 'agujeros negros' tributarios, sino que políticamente sería el inicio del desmontaje del Estado y la desaparición de la solidaridad interterritorial. La calculada ambigüedad o indefinición de Montero a la hora de hablar de la nueva «financiación singular» para Cataluña no sólo ha sido criticada por las regiones del PP sino que, además de coincidir en los efectos negativos que señalan los dirigentes populares, los barones socialistas vaticinan todo tipo de catástrofes electorales en sus territorios en el instante en que Sánchez vuele uno de los pilares sobre el que se sostiene el modelo de solidaridad que tantos beneficios ha procurado al conjunto de España. A estas alturas, pedir transparencia, sinceridad y claridad a Sánchez resulta una quimera. Que no anteponga su interés personal a la solidaridad e igualdad entre españoles, también.