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Pensar la poesía en poesía

Escribe: Rossella Di Paolo

En nuestro país, Martín Adán y Mario Montalbetti escribieron y escriben poesía fundamentalmente para comprenderla o cuestionarla. No son los únicos, claro, que pensaron la poesía en poesía, pero los recuerdo aquí por lo admirables de sus piezas.

Con Aparejos para exhumar la poesía, Víctor Coral (Lima 1968) puede acompañarlos en esto de que la poesía es un punto de partida y de llegada en sus preocupaciones estéticas y existenciales.

Antes, yo suponía que “aparejo” era un término estrictamente náutico: sogas, velas, anclas. Pero los aparejos no son solo náuticos, pueden ser herramientas -desde un tenedor hasta una grúa- para llevar a cabo una acción. Y más todavía: aparejo también se refiere a la disposición para hacer alguna cosa. Otro término que se mueve de su eje es exhumar, esto es sacar de la tierra, por ejemplo, exhumar un cadáver, pero aquí es sacar la poesía a la luz, al aire…

Lo que de entrada podía remitirnos a algo neutro o triste, de pronto, gracias a las distintas vidas que tienen las palabras, pueden sonar vitales.

Y lo que hace Víctor Coral en este libro fundamental es pensar en la poesía, y emerger de ese pensamiento tan desnudo como un pez, tan sin certezas como el primer hombre, tan en el limbo, tan exiliado, tan lleno de errores (leemos aquí que los aciertos aparecen por sorpresa, los errores somos nosotros mismos).

Parece un panorama desolador, pero no, pues se mencionan ruidos, ritmos, sinalefas, metáforas… Se mencionan también poetas y filósofos como Spinoza, Rilke, Varela, Juarroz, Watanabe, Kozer, Chirinos Cúneo. Todo nos invitaba a participar en una danza silenciosa de nostalgias y memorias.

El poemario está lleno de elementos que aparecen y se borran y vuelven a aparecer, un paisaje aparentemente espectral, pero vivo, dubitativo, incierto… que es la esencia de la vida, y de la poesía que se pega a ella:

lo incierto es

nuestra única certeza.

                            Poética Spinoza 1

Hay aquí palabras o frases en quechua que se llevan tan bien con el castellano que sorprende que las hayan enemistado.

Cada poemario es la huella dactilar del poeta. En esas líneas está el poeta entero, con su cultura, sus ancestros, sus miedos, su soledad, pero especialmente su música, ritmo o voz, y en el caso de los poemas de Coral voz antes que lenguaje, voz antes que lógica; hoja en blanco, víspera y el lápiz con su grafito negro que promete y da y no da.

Qué arduo decir y no decir, presentar y eludir… tan arduo como pasar por la vida con mil interrogantes esenciales sabiendo que no habrá respuestas. Quizá sea esta la poesía del estupor, de la sorpresa.

Nos hace bien leer esta poesía.

Es una alegría que este conjunto de poemas ganara el Premio José Watanabe Varas 2023, que otorga la Asociación Peruano Japonesa, pues nos quita las certezas bobas, nos devuelve al canto edénico, a la primera palabra, que no es palabra, sino vagido y sollozo. El sollozo del poeta que ha caído entre nosotros y recompone el mundo gracias a la escritura:

El lápiz ha vuelto a correr sobre la página.

El mundo se ha recompuesto.

Todo tiene sentidos (en plural) de nuevo.

Mi corazón recupera su ritmo al igual que mi mano.

Nada está consumado.

Y aunque lo que escriba sean errores, palabras con quiñes, dudas y preguntas que nadie, nunca, le responderá y terminan siendo eso que se denomina “preguntas retóricas”. Por ejemplo, en “Poética Spinoza 2”, el poeta enumera feas plantas ponzoñosas y al final se pregunta:

Conocer las plantas

es remontar la vida;

hacer de un tosco lugar

el paraíso biensoñado…

¿Y así nació nuestra siempre

bella poesía por la pasión?

Tomando lo feo de la vida puede lograrse belleza, parece responderse el poeta, aferrado a su lápiz, pero no de manera destemplada, caótica, más bien con una silenciosa aceptación, una elegante y austera mirada sobre las cosas de este mundo y del otro. Metafísica pura, o mejor, metafísica impura, atravesada por momentos nimios de la vida cotidiana: belladonas, un pomelo que ha empezado a podrirse, tallarines fríos, piel vieja de serpiente.

En lo personal, me gusta la poesía que le hace un lugar al silencio. La poesía de Víctor Coral es así, una poesía que sabe que sin silencio no hay voz, es la víspera, la tabula rasa en que germina y crece la palabra:

Poesía: nota escrita al margen del silencio.

Silencio: revés del bello murmurio de las gentes.

Poesía: manera de evaluar tu paso por el mundo.

Estas son las demasiadas palabras…

                                                                   “Leminski”

“Estas son las demasiadas palabras”. Qué verso tan cierto.

Y qué decir de lo que leemos en “Poética 2”:

                 Poética 2

Hay un momento previo al poema,

un momento prelingüístico, prelógico.

                                                 José Kozer

Será como el caos

—pienso—

precreador.

Será ese limbo (palabra querida)

donde todo está por su

ceder pero nada ha su

cedido aún.

—Escribir es retornar a ese momento

siempre otro siempre único

[otrúnico...].

El poemario todo se alza desde ese limbo. Todo está por suceder pero nada ha sucedido aún. Y allí estamos nosotros, lectores, acompañando a Víctor. Todos atrapados en esa bella cápsula de silencio.

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