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Carlos Carrasco: Nuevo León y la fortaleza económica de largo plazo

Este verano hemos tenido el gusto de disfrutar diversos eventos deportivos de un nivel extraordinario. Los Juegos Olímpicos nos traen cada cuatro años la posibilidad de disfrutar y sorprendernos de lo que el cuerpo humano es capaz de hacer.

La preparación física y mental de los atletas, aunque parezca lejana, tiene una similitud con la evolución de las economías.

Los requerimientos del cuerpo humano son diferentes en el ahora y en la preparación para lo que vendrá en el futuro. Para el ahora, el cuerpo tiene unas capacidades que se han desarrollado en el pasado, y en lo inmediato se enfoca en sortear las dificultades propias de la coyuntura, tal vez un medicamento que elimine los síntomas de alguna enfermedad y permita regresar a un estado de normalidad.

Para vivir mejor el mañana, se requiere de una estrategia que haga al cuerpo más fuerte y resiliente con actividad física regular, el cuidado de la salud mental y una mejor alimentación.

Con la economía sucede algo similar. El diseño e implementación de políticas económicas requiere diferenciar las estrategias de corto plazo (el ahora) y de largo plazo (el mañana). En el corto plazo, las políticas económicas se enfocan primordialmente en la estabilización.

Si la economía está creciendo por debajo de su potencial habría que implementar medidas que impulsen la producción; si la economía presenta problemas inflacionarios, como los que recientemente hemos enfrentado, las autoridades económicas implementarán políticas restrictivas que regresen la trayectoria de los precios a su rango objetivo.

En el largo plazo el objetivo es diferente. En el largo plazo la política económica se enfoca en mejorar el potencial de crecimiento de la economía.

No solo eso, en el largo plazo es primordial generar adaptaciones que hagan a la economía más dinámica, más compleja y más flexible, capaz de afrontar las necesidades futuras, lo que incluye una preocupación genuina por el cuidado del medio ambiente.

El año pasado se escucharon gritos de euforia cuando Tesla anunció la apertura de una futura megaplanta en Nuevo León. Han pasado los meses y recientemente supimos que la construcción de la planta está temporalmente detenida por la incertidumbre que genera el triunfo de Donald Trump y la potencial implementación de aranceles en las exportaciones mexicanas.

Pasar de la euforia al pesimismo no debe hacernos perder la visión de futuro. Un tema coyuntural (las elecciones en Estados Unidos) ha tenido un impacto (temporalmente) negativo en las decisiones de invertir. No obstante, en términos estructurales, no hay diferencias significativas entre el Nuevo León de hace un año y el de ahora.

Las razones por las que el Estado fue seleccionado entre una variedad de opciones tienen que ver con su amplia base industrial, su dinamismo y las cualificaciones para el trabajo que las empresas pueden encontrar. Si no es Tesla, será otra empresa, siempre que se mantengan las ventajas respecto a otras regiones.

Por ello, aunque el golpe anímico se pueda resentir, la clave es mantener la mira en el futuro. ¿Qué se puede hacer para seguir siendo una región atractiva a la inversión extranjera? Hay algunos puntos clave: mejorar los encadenamientos productivos, incentivar la inversión privada, incrementar la inversión pública estratégica, promover la investigación y el desarrollo, optimizar la sinergia empresa-gobierno-universidad y estimular la mejora continua en la educación formal y la capacitación para el trabajo.

Fortalecer la estructura económica de Nuevo León requiere un enfoque similar al de un atleta de alto rendimiento que busca mantenerse en la élite. Así como el atleta debe seguir un plan de entrenamiento, alimentación, descanso y el cuidado de su mente, una economía regional requiere seguir trabajando en la dinamización de la actividad económica, la provisión de servicios, el cuidado del medio ambiente y el bienestar y calidad del factor trabajo. Problemas coyunturales habrá siempre.

No obstante, mientras mantengamos un enfoque estratégico de largo plazo, el Estado podrá mantenerse dentro de las regiones más competitivas del boque norteamericano. No hay que perder el foco.

El autor es Profesor-Investigador en la Escuela de Negocios de la Universidad de Monterrey (UDEM) e Investigador Nacional nivel II. Se especializa en el estudio del cambio estructural en economías abiertas.

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