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La confabulación contra la nación bolivariana no tiene límite

No importa lo que diga, o mejor, lo que demuestre Venezuela. Solo valen las noticias falsas de las redes digitales y las (des)informaciones de los medios hegemónicos, fabricadas como armas políticas. Todos los Tribunales Supremos de Justicia y Consejos Nacionales Electorales del mundo son válidos, competentes, legales, justos, imparciales, capaces… menos los de Venezuela. Así se ha dicho en Washington, por el Departamento de Estado, por la CIA o por quien sea, y el resto que doble la cerviz, asienta y se haga eco de la simulación.

A partir de ahí reina la posverdad, la gente cree lo que quiere creer o más exacto, lo que le hacen creer mediante el engaño o el miedo, y esas falsedades  terminan ejerciendo más influencia en la opinión pública que la realidad o los hechos objetivos.

Ocurrió ahora exactamente lo mismo que semanas antes del 28 de julio, día de las elecciones, cuando la oposición extremista ya había gritado «fraude», la sentencia del Tribunal Superior de Justicia que ratifica a Nicolás Maduro como ganador de las elecciones, fue calificada de «nula» en las redes digitales por María Corina Machado, el día antes de pronunciar su sentencia, y el excandidato Edmundo González Urrutia lo asume inmediatamente después de que le volvieron a decir no ganaste las elecciones.

Y allá van los medios del mundo autoproclamado democrático a repetir ese mensaje y titular de manera más o menos parecida la noticia: «El Supremo de Venezuela valida la reelección de Maduro pese a denuncias de fraude». El precepto ético «La verdad es la razón de ser del periodismo» ha pasado a ser letra muerta.

Lo real es que se ha dictado fallo en Washington y ese es el que vale, el que determina la credibilidad,  distribuye la confianza, garantiza que una información es cierta o no, alimenta convicciones y prejuicios previamente inducidos.

 La desinformación o la manipulación siguen imperando, porque el objetivo es hacerle daño a Venezuela, derrocar a Maduro, enterrar al chavismo para lograr el propósito principal, apoderarse del país, de sus riquezas y recursos.

Ese propósito lo dejó claramente establecido, sin subterfugios ni disimulos, la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, la generala Laura Richardson, en enero de 2023 durante un conversatorio en el think tank Atlantic Council, donde dijo: «¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, tienes el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 por ciento del litio del mundo está en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile»… «las reservas de petróleo más grandes… crudo ligero y dulce descubierto frente a Guyana hace más de un año»… «Tienes los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre, oro»… «los pulmones del mundo» (la Amazonia)… «tenemos el 31 por ciento del agua dulce del mundo en esta región».

Noten el verbo empleado, y con cual sujeto, en persona y número concuerdan, «tenemos».

Su conclusión entonces y sigue siendo la de ahora: a EE. UU. le queda «mucho por hacer», «esta región importa»… «Tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego».

El juego es este, sucio y manipulador, y en este caso su tropa son opositores violentos que actúan con esta premisa como escudo: si gano, vale; si no gano, «fraude».

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