Luz Araceli González: Grandes retos, de lo global a lo local
Decir que vivimos una época de grandes retos podría parecer una verdad de Perogrullo toda vez que la constante de la sociedades es enfrentar desafíos permanentemente ya sean de orden político, militar, social, y hasta medioambiental. Periodos de crisis, guerras y convulsiones siempre han existido y también periodos de tregua en los que la prosperidad económica, la estabilidad social y el progreso, derivado de los avances de la ciencia y la tecnología parecían dar un respiro a la sociedades y con ello volver a tener fe y confianza en la humanidad.
En la actualidad pareciera que las crisis se suceden de manera acelerada y aquellos periodos tregua son demasiado distantes o inexistentes. Empezamos el siglo XXI con una crisis global de seguridad a raíz de los atentados del 11 de septiembre y la subsecuente guerra contra el terror que desató el entonces presidente George W. Busch.
Cerramos la primera década con una severa crisis financiera que nació en EEUU y pronto se propagó en todo el mundo. La segunda década cerró con la peor crisis sanitaria desde la gripe española hacía un siglo atrás. Y en esta tercera década, conflictos por doquier.
En el ámbito global las confrontaciones militares no cesan, la guerra ruso-ucraniana parece no tener fin y, muy por el contrario, el riesgo de una extensión generalizada del conflicto está presente lo mismo que la posibilidad que la guerra de Israel en la región de Palestina se convierta en una conflagración regional con fuertes implicaciones globales.
A estas dinámicas belicistas hemos de incluir todos los conflictos inacabados en la región del Sahel, en el cuerno de África, en la península arábiga y en otros tantos puntos del planeta. Las guerras locales se multiplican al tiempo que las rivalidades hegemónicas entre China y Estados Unidos avanzan continuamente y con ello la fragmentación geopolítica.
El cambio climático es otra crisis urgente. El estrés hídrico se extiende por todo el planeta lo mismo que el calentamiento global que ya deja sentir sus efectos en todos los continentes. Además, la desigualdad económica y social, el limitado acceso a recursos y oportunidades polariza más a las sociedades y con ello el ascenso de gobiernos radicales gana terreno.
La salud no se escapa de ser objeto de estas crisis tal y como lo evidenció el COVID-19 mostrando el alcance global que puede lograr una pandemia y sus devastadores efectos en todos los ámbitos. Hoy nuevos retos a la salud mundial son anunciados como la viruela del mono.
Todos estos riesgos exacerban la inseguridad la que aún más se agudiza por las actividades de los grupos al margen de la ley como el narcotráfico, el tráfico de armas y de personas cuyas redes son trasnacionales vulnerado la seguridad de los Estados y por ende de sus poblaciones.
Las guerras, la violencia de todo tipo, la disparidades y la polarización provoca crisis humanitarias en amplias zonas del planeta y con ello las subsecuentes migraciones y desplazamientos forzados. Estas crisis globales impactan con distinta intensidad a cada uno de los países que integran la sociedad internacional.
México enfrenta grandes desafíos, ya que todas estas crisis forman parte de los retos que debe de enfrentar el país. La migración, la pobreza, la polarización, las disparidades, el estrés hídrico, la inseguridad en todas sus dimensiones además del poder que cada día cobran los grupos al margen de la ley y las bandas delincuenciales forman parte de la agenda nacional.
Adicionalmente hoy México vive tiempos de profunda incertidumbre. El triunfo de Morena en las urnas y la subsecuente mayoría lograda en las cámaras representa grandes retos para la democracia, la división de poderes, la supervivencia de las instituciones autónomas y el equilibrio de poderes, así como la autonomía de estos, particularmente por el futuro que le depara al Poder Judicial de la Federación.
Estos desafíos ponen en riesgo el desarrollo socioeconómico y con ello el bienestar de la población ya que no sólo basta generar programas sociales, sino que se deben establecer las bases reales para garantizar el crecimiento económico toda vez que en los últimos 30 años la economía mexicana apenas ha alcanzado tasas de crecimiento promedio de 2.5 por ciento lo que es insuficiente para el tamaño del país y las necesidades de su población lo que obstaculiza lograr mayores niveles de bienestar.
Es necesario generar un sistema económico estable que genere empleos, especialmente para los jóvenes. Urge fortalecer un modelo económico eficiente, productivo y competitivo lo cual solo podrá garantizarse con un sistema legal sólido que garantice el Estado de derecho y dé certidumbre a la inversión.
Apremia combatir la inseguridad, la impunidad, la violencia y la corrupción. Mejorar la calidad educativa, los sistemas de salud e impulsar políticas públicas que permitan reducir las desigualdades regionales y reactivar la movilidad social.
Además, combatir a la corrupción, revertir la ineficiencia y luchar contra la opacidad de los gobiernos no puede postergarse.
En medio de crisis mundiales, reacomodos geoestratégicos, de profundas transformaciones tecnológicas, México enfrenta además sus propios desafíos en áreas clave como crecimiento económico, educación, seguridad, violencia, migración, desigualdad, gobernanza y crisis democrática por sólo referir algunos de los más apremiantes a los cuales deberá hacer frente la próxima presidente Claudia Sheinbaum mediante políticas públicas efectivas y coordinación entre los diferentes niveles de gobierno y una verdadera división y equilibrio entre los poderes…¿será eso posible?
La autora es Doctora en Relaciones Internacionales, especialista en Asuntos Globales y Política Internacional. Profesora investigadora de la Escuela de Gobierno y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey.