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¿Demasiado brillante para un coach? Piénsalo otra vez

Algunos cuestionan la utilidad de un coach ejecutivo, creyendo que su inteligencia o éxito los exime de necesitar apoyo. Sin embargo, todos tenemos áreas de mejora y oportunidades para elevar nuestro bienestar, no importa cuán brillantes o poderosos seamos.

Por ejemplo, figuras icónicas como Albert Einstein, Pablo Picasso o Steve Jobs dejaron una huella indeleble en sus diferentes campos y sus contribuciones transformaron el mundo, pero cada uno enfrentó desafíos significativos en sus vidas.

Einstein, a pesar de su brillantez, tuvo una vida familiar difícil; Picasso, un genio del arte, fue conocido por su agresividad hacia las mujeres; y Jobs, un visionario tecnológico, fue criticado por su trato grosero hacia sus empleados. Estos ejemplos demuestran que, independientemente de nuestras habilidades excepcionales, siempre hay aspectos en los que podemos y debemos mejorar.

La inteligencia humana es un concepto vasto y complejo y trasciende el tradicional cociente intelectual (IQ), que ha sido valorado como el principal indicador. Reducir la inteligencia a la capacidad de resolver problemas lógicos o matemáticos es ignorar otras visiones igualmente cruciales para el éxito y bienestar.

Howard Gardner, con su teoría de las inteligencias múltiples, destacó que existen diversas formas de expresarla. La lingüística permite a poetas y escritores expresar ideas de manera impactante; la espacial guía a artistas y arquitectos en la creación de obras visuales; y la corporal-kinestésica dota a atletas y bailarines de un control físico excepcional. Además, la inteligencia emocional, popularizada por Daniel Goleman, ha resaltado la importancia de comprender y gestionar nuestras emociones y las de quienes nos rodean. Esto es fundamental, no solo en las relaciones personales, sino también en el entorno profesional, donde la capacidad de liderar y colaborar eficazmente es clave.

Si la inteligencia humana fuera tan infalible como a veces se cree, ¿por qué enfrentamos problemas tan graves como las guerras, el deterioro ambiental o la quiebra de grandes empresas? Estas situaciones evidencian que la agudeza mental no garantiza sabiduría ni decisiones acertadas.

Ser “coacheable” está lejos de ser una señal de debilidad, sino de fortaleza y humildad. Es un reconocimiento de la complejidad de la inteligencia humana y un compromiso con la mejora continua en todos los aspectos de la vida. Aceptar nuestras áreas de oportunidad es esencial para evitar el estancamiento personal y profesional.

En mi experiencia, el coaching va más allá de una simple conversación; es un proceso profundamente reflexivo que ofrece al coachee la posibilidad de identificar y confrontar sus alternativas de crecimiento. El verdadero valor se manifiesta cuando el cliente está dispuesto a actuar sobre los descubrimientos obtenidos.

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