El nexo mallorquín del yate de lujo hundido en Sicilia
Es casi imposible que cualquiera de los grandes yates que navegan por el Mediterráneo no haya tenido alguna relación con Mallorca. Centro neurálgico de la reparación y mantenimiento de embarcaciones de lujo y lugar de residencia de un gran número de tripulaciones extranjeras que viven alrededor de un sector, la náutica de recreo factura 1.106 millones de euros y da empleo a 5.145 personas en Baleares, según un estudio del Balearic Marine Cluster presentado el pasado mes de mayo con motivo de la celebración del Salón Náutico Internacional de Palma. El Bayesian, el supervelero del magnate de la informática Mike Lynch naufragado en Sicilia, no es la excepción. La tragedia, en la que se dejaron la vida siete personas -entre ellas el propio Lynch y su hija Hanna, de 18 años - se ha vivido en los círculos marineros de Palma casi como si hubiese ocurrido en las aguas de su bahía. Todo el mundo sabía que el barco hundido era cliente habitual de la empresa Astilleros de Mallorca, fundada en 1942 y considerada como una de las más solventes del mundo en el sector de las grandes reformas de buques destinados al ocio. Y todo el mundo sabía que su capitán, el neozelandés James Catfield, un experimentado marino de 51 años y con tres décadas de experiencia en la mar, vive en el municipio de Calvià junto a su mujer española, Cristina, trabajadora de Astilleros de Mallorca. Ambos se casaron hace dos años. La noticia del hundimiento tuvo un impacto «inmediato y brutal» en el puerto de Palma, explica el capitán de un velero de 20 metros amarrado en los pantalanes del varadero de STP, la mayor explanada destinada a reparación de Mallorca. El Bayesian, de 56 metros de eslora, presumía de tener el mástil de aluminio más grande del mundo: 73 metros, el equivalente a un edificio de unos 25 pisos; era, por esta razón, uno de los emblemas del astillero Perini Navi, empresa constructora, entre otros, de los yates Maltese Falcon y Seahawk, conocida por sus aparejos grandilocuentes y disruptivos. No hacía ni un mes que la nave siniestrada había recalado en Palma, de camino a su dramático final en Sicilia. Esta última escala pasó desapercibida entre el maremágnum de megayates amarrados en Palma durante el verano, pero, una vez ocurrido el naufragio, no fue difícil rastrear su vínculo mallorquín y descubrir en Internet la operación de desarboladura y recolocación de su palo llevada a cabo bajo la supervisión de Astilleros de Mallorca en 2016. El trabajo fue de tal magnitud, que la propia empresa le dedicó un amplio reportaje de vídeo. La pieza está disponible en su canal de Youtube y resulta sin duda muy interesante para comprender las dimensiones del barco y, por supuesto, del desastre que ha supuesto su hundimiento, no sólo para los huéspedes fallecidos, la tripulación superviviente, la empresa constructora y las aseguradoras, sino, en general, para la industria de los superyates, que afronta la mayor crisis reputacional de su historia en medio de versiones contradictorias sobre las causas del naufragio. Giovanni Costantino, fundador y consejero delegado del holding que controla Perini Navi, no se ha andado con medias tintas al atribuir toda la responsabilidad del desastre al capitán 'mallorquín' del Bayesian. En su opinión, el naufragio fue causado por «una larguísima lista de errores» de la tripulación. En su cabeza no cabe que «uno de los buques más seguros del mundo» y «prácticamente insumergible» repose ahora a 50 metros de profundidad en el lecho marino. «No debería haber habido gente en los camarotes y el barco no debería haber estado fondeado», sino al resguardo de un puerto o capeando el temporal en aguas abiertas, cuando en la madrugada del 19 de agosto, en su momento de mayor vulnerabilidad, se abatió sobre él lo que parece ser una gigantesca manga marina, asegura el CEO de Perini Navi en una intervención de la que no se puede obviar su condición de parte implicada. Sólo un 100% de yerro humano libraría al constructor de cualquier culpa. Nautilus, una asociación internacional que agrupa a los trabajadores del sector marítimo recreativo, ya ha respondido a Constantino en un comunicado donde afirma que la tripulación y el capitán del Bayesian son «profesionales marítimos experimentados», y advierte de que «cualquier intento de cuestionar su conducta sin conocer todos los hechos es injusto y perjudicial para el proceso de descubrir la verdad y aprender las lecciones de esta tragedia». Rafael Velasco, decano de los ingenieros navales y oceánicos de Baleares, sigue al minuto la investigación que llevan a cabo las autoridades italianas y expertos británicos. Afirma que «es muy pronto» para sacar conclusiones, pero recuerda que «ningún accidente, ya sea marítimo o de cualquier otra índole, se produce por una sola causa». También recalca que las fuerzas de la naturaleza, en ocasiones, superan los cálculos más pesimistas. No hace ni una semana, la misma depresión que alcanzó al Bayesian en Palermo había mandado a medio centenar de embarcaciones contra la costa de Formentera, incluido un superyate de vela de 40 metros. La gota fría -ahora llamada DANA- generó imponentes mangas marinas que quedaron registradas en vídeos y fotografías de aficionados. James Catfield, visto el posicionamiento rotundo del constructor, afronta ahora, en tierra firme, el mayor temporal de su vida, después de que la Fiscalía de Palermo haya abierto diligencias por homidicio múltiple y naufragio. Sus amigos mallorquines han abierto una colecta a través de una plataforma de Internet para ayudar a la tripulación «en los retos mentales, físicos y financieros que tienen por delante». «Espero que el resultado de nuestra ayuda permita a la tripulación seguir adelante con sus vidas y contar con el apoyo de nuestra comunidad náutica», señala Paul Madden, impulsor de la iniciativa. Los capitanes de yate son profesionales magníficamente remunerados, con sueldos mensuales que pueden alcanzar los 20.000 euros, en función de las dimensiones de la embarcación. Al igual que ocurre a bordo de un mercante, un ferry o un crucero, poseen el mando absoluto y sus órdenes son de obligado cumplimiento para cualquier miembro de la tripulación, incluido el propietario. En la práctica, indica uno de estos profesionales que prefiere mantenerse en el anonimato, no siempre es fácil explicarle al armador que, ante un avisos de tormenta como el que hundió el Bayesian o el que provocó el caos en Formentera, el buen hacer marinero recomienda levar anclas, abandonar la comodidad del fondeo e ir a capear el temporal a mar abierto si no hay un puerto cercano donde refugiarse. «Hay que tener un carácter muy especial para imponer tu jerarquía y contradecir a tu empleador. Pero, llegado el caso, es lo que se espera de nosotros».