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Bono bimestral a pobres extremos: el hambre no puede esperar más

Una de las promesas de la presidenta Dina Boluarte en su mensaje por 28 de julio fue la entrega “temporal y progresiva” de una transferencia monetaria bimestral para los hogares urbanos en pobreza extrema, a fin de ayudarlos a costear su canasta de alimentos.

Dicho bono, en voz de la mandataria, se implementará en 2025. El Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) y el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) estarán a cargo en su diseño y focalización.

Alejados de la realidad

La lentitud con la que se aplicará esta ayuda monetaria no coincide con la voluntad requerida para paliar el hambre, según Javier Herrera, profesor visitante en el Departamento de Economía de la PUCP. “Debería tener carácter de urgencia (el bono), pues las consecuencias del hambre son irreversibles en el caso de los niños (43% con anemia) en el corto y mediano plazo (afecta su salud, desempeño escolar y laboral) y no debe ser postergada al próximo año o implementarla de manera progresiva”, comentó a La República.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) informó que el 51,7% de los peruanos padece de inseguridad alimentaria moderada o grave —entre 2021 y 2023—; es decir, más de 17,6 millones de personas no tienen el dinero suficiente para alimentarse saludablemente o pasó más de un día sin comer. Este último criterio es denominado inseguridad alimentaria grave y afecta a 20,7% de la población: más de 6,8 millones no probaron bocado en más de una ocasión durante el año.

Herrera considera que la entrega de un bono temporal no resolverá el problema del hambre ni el de la pobreza extrema —1,9 millones de peruanos en esta situación—, ya que no se atiende el problema de fondo: una genuina generación de ingresos a través de empleos adecuados. Y con un crecimiento débil de la economía para este año —de 3,2%, prevé el MEF— “no se crearán suficientes empleos adecuados”, por lo que es crucial diseñar estrategias de generación de empleos productivos dirigidos a los pobres extremos de las zonas urbanas.

Ollas comunes: se nota el desinterés

“En Perú no se pasa hambre; en todos los rincones del país se come de manera contundente”, dijo hace unas semanas el ministro de Desarrollo Agrario y Riego, Ángel Manero. A pesar de la indignación colectiva por su afirmación, Manero no ha sido cuestionado por el Poder Ejecutivo. “No hubo mala intención”, según el premier Gustavo Adrianzén.

Pero en los necesitados, las palabras de Manero resuenan y agrandan la indignación. Fortunata Palomino, presidenta de la Red de Ollas Comunes de Lima Metropolitana, menciona que “son pachotadas” las dichas por el ministro y lamenta que a la fecha no hayan disculpas sinceras.

Igual, se hacen de tripas corazón y continúan, a través de más de 4.500 ollas comunes dispersas a nivel nacional, para seguir ayudando a los más vulnerables. Para este año, el Gobierno redujo a S/2,20 el pago por una sola ración de comida diaria. Monto insuficiente si se quiere no solo atacar al hambre, sino también a la anemia y desnutrición —indica Palomino—.

Palomino habla en representación de miles de mujeres que a diario atienden con un plato de sopa y segundo a millones de peruanos que la pasan tan mal que no pueden acudir a un comedor popular.

“Nos dan S/2,20 por beneficiario, y no alcanza. Nosotras nos autogestionamos con el 60% que tiene una olla común para atender a la gente. Algunos vienen con S/2 o S/1,50, dependiendo de su situación. Comen un menú entre dos personas: el segundo en la tarde y la sopa, de noche”, ilustra para este diario.

A criterio de la FAO, la ración para una alimentación sana supera los US$3 por persona; aquí, Palomino señala que lucharán para que en el Presupuesto Público 2025 les den más de los S/144 millones del año pasado, aunque saben que Dina Boluare dirá “que no hay plata”.

Bono en pandemia no fue suficiente

● Con la llegada del Covid-19 —ya hace cuatro años—, la gestión de Martín Vizcarra emprendió una serie de bonos dirigidos a la población más vulnerable, ya que la pobreza se disparó. A diciembre del 2020, se entregaron dos bonos para más de 8 millones de peruanos, sumando S/1.520: por día, S/5,00. Una odisea ya contada por esta casa periodística en crónicas.
● Ad portas del bicentenario —y en plena pugna de candidatos presidenciales—, el Fondo Monetario Internacional señaló que “el bono más generoso” hubiera sido de S/2.760 para combatir férreamente la pobreza: su costo era 2,3% del PBI.

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