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Los bonos están de vuelta

Un aspecto positivo importante del último episodio de locura del mercado es que, afortunadamente, la red de seguridad funcionó. Los mercados bursátiles pasaron por una máquina picadora de carne a principios de este verano boreal, en un shock que ha dejado a los inversores y analistas rascándose la cabeza y preguntándose qué pasó.

Para los que tuvieron la suerte de no haberlo notado, la respuesta corta es que algunos datos económicos estadounidenses débiles generaron una excusa para vender, y factores técnicos delicados empeoraron todo, solo para que los mercados volvieran a donde comenzaron. Fue un caso de condiciones clásicas de mercado de baja liquidez de verano, con un poco de condimento adicional.

En definitiva, los gestores de fondos se apresuran a vender acciones cuando saben que han subido mucho durante meses.

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Después de todo, nadie sabe exactamente cómo responderán los mercados cuando comience el recorte de tasas de interés en Estados Unidos, probablemente el mes que viene. La experiencia ha hecho que los gestores sean algo más cautelosos.

La buena noticia es que ahora los inversores pueden afrontar ese reto con cierto grado de certeza de que, si han equilibrado sus riesgos, los amortiguadores deberían funcionar, porque en este caso, cuando las acciones sufrieron un golpe, los precios de los bonos subieron rápidamente. Aunque subieron demasiado y con demasiada rapidez.

Los mercados estaban "asustados", según Vas Gkionakis, estratega de Aviva Investors. "Tal vez el mercado de bonos tenga razón y nosotros estemos equivocados", añadió, pero lo duda.

Los buenos tiempos

Dejando de lado la excesiva excitabilidad, esto supone un regreso a los buenos viejos tiempos, cuando los bonos y las acciones se movían en direcciones opuestas y la práctica de mantener el 40% de una cartera en bonos y el 60% en acciones era una formula clásica. Esta estrategia ha sido objeto de escrutinio, ya que fracasó estrepitosamente en 2022. Entonces, la inflación vertiginosa, que por sí sola ya es bastante mala para el precio de los bonos, hizo que los bancos centrales subieran agresivamente las tasas de interés (lo que también es malo para los bonos), y también cayeron las Bolsas con fuerza.

Los inversores no tenían dónde esconderse, porque si bien los bonos son una cobertura buena para la contracción económica, no se adaptan bien a la inflación, que se come el valor real del dinero devuelto a los inversores. Sin embargo, ahora el temor no es tanto que resurja la inflación, sino una contracción económica inducida por una política monetaria restrictiva. Para los inversores, esos momentos son, en esencia, para lo que existen los bonos. Además, los bonos ofrecen algunos de los rendimientos más altos en años.

En el apogeo de la política monetaria laxa, con las tasas en cero, incluso negativas para tratar de estimular la inflación después de la crisis de 2008, muchos bonos no rindieron nada en absoluto. Casi u$s18 billones en deuda rentaron menos que nada a finales del año 2020, según Bank of America, lo que significa que los inversores pagaban por prestar. Será difícil explicar esto a la próxima generación de operadores. Digamos simplemente que fue una época extraña que ya pasó.

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En cambio, el bono del Tesoro de Estados Unidos a 10 años rinde alrededor del 3,8%. Los días embriagadores del 5% de hace casi un año pueden haber terminado.

"Creemos que los riesgos están sesgados hacia una mayor flexibilización de la política monetaria de la que los mercados tienen en cuenta, lo que permitirá que los bonos brinden protección a los inversores contra las caídas de las Bolsas", señala Simon Dangoor, de Goldman Sachs Asset Management. "Con tasas iniciales altas, los rendimientos a corto plazo tienen más margen para caer en comparación con el último ciclo", añade, en un guiño a los estrechos vínculos entre las tipos de política monetaria y los rendimientos a corto plazo.

El problema de proclamar que los bonos han vuelto es que ya hemos pasado por esto muchas veces. Y las cosas han salido mal una y otra vez, porque la inflación ha resultado difícil de vencer.

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"A menos que haya una recesión o un debilitamiento material del mercado laboral (no es nuestro escenario base), hay una buena posibilidad de que la recalibración de la política monetaria de la Reserva Federal sea más gradual", escribieron Andrea Cicione y Daniel Von Ahlen, de Lombard, en una nota.

En términos generales, sin una recesión, los rendimientos a 10 años caen antes de que comiencen los ciclos de recortes de tasas, y luego se estabilizan en un rango. Si los mercados abandonan la idea de una recesión en EE.UU. (sí, otra vez), entonces el rendimiento a 10 años podría volver a subir hasta el 4% o más, lo que significa una caída en el precio que dolería e irritaría en igual medida. "Los bonos ya no son el paseo gratis que solían ser", dicen. El escepticismo es razonable.

Esta red de seguridad tiene agujeros. Sin embargo, por ahora, el mero hecho de que haya resistido es una de las razones principales por las que las acciones han podido recuperarse tan rápidamente de su caída veraniega.

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