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Pobreza y vulnerabilidad, ¿problema económico?

Una sociedad que deja fuera a muchas personas falla o fracasa por ello. Si se incorpora a la gente a las oportunidades, prosperará.

Los economistas que se ocupan del largo plazo aspiran al pleno empleo de los recursos. El mandato constitucional es el bienestar de todos. Podríamos tomar estos dos criterios como indicadores de éxito: alta ocupación y alto bienestar. Aun así, tendríamos que medirlos.

Comencemos, entonces, por saber cuánta gente está en extrema lejanía en relación con esos dos criterios. Esto lo mide un indicador llamado pobreza, aunque basta con salir a nuestros campos y ciudades para hallar gente en condición de pobreza. Eso sí, no la encontrará en sitios exclusivos y excluyentes.

La primera vez que se midió la pobreza, en 1960, afectaba al 50 % de los hogares. Por algo, pocos años antes, una pareja de científicos sociales describió el país como una tierra de gente descalza y sin dientes, y muy desigual.

Nuestra sociedad fue exitosa durante décadas: en 1970, la pobreza bajó al 29 %; poco antes de las crisis de 1980 rondaba el 19 %. Durante la crisis, nos devolvimos al 27 %, es decir, se perdió esa década. En el 2000, afectaba al 21 % de los hogares, pero la sociedad progresaba porque iba superando poco a poco la situación de exclusión.

De ahí en adelante, el indicador se estancó, salvo algunos sobresaltos negativos, como la crisis mundial del 2008 y la pandemia. Estos datos los publica actualizados el Estado de la Nación anualmente.

La pobreza no es la misma para todos. Para las personas en condición de pobreza extrema, su problema inmediato es comer; sus ingresos no alcanzan para alimentarse, se come cuando hay. Para quienes están en condición de pobreza, su problema cotidiano es cómo satisfacer otras necesidades distintas de la alimentación. Para las personas vulnerables, su principal problema es no cruzar el umbral que las llevaría a la pobreza si un miembro pierde el empleo, o debido a un desastre, una enfermedad, o al quedarse sin una beca o ayuda del Estado.

Los hogares vulnerables equivalen a 230.000, la cifra más elevada desde el 2010. Una parte considerable de estos son los que entran y salen de la condición de un año a otro. En alguna de estas condiciones, vive un tercio de los hogares y algo menos del 40 % de la población, según el INEC.

Sin embargo, muchos de los análisis económicos se centran en aspectos financieros, fiscales o macroeconómicos, y ahí valoran el desempeño de la sociedad y su grado de éxito, sin considerar las aspiraciones y condiciones de vida de la gente.

Algunos se conforman con concentrarse en un sector dinámico, como las zonas francas. Al final, las condiciones de vida de las personas y los hogares, así como sus esperanzas de superación, se consideran fuera de interés. Es como si no contaran en la medición de resultados de los gobiernos y las sociedades, ni se les viera como parte de una rendición de cuentas.

El fracaso de la sociedad y de lo económico es notable. No ha logrado incorporar a alrededor de un tercio de los hogares a la economía, ni ha alcanzado la promesa del bienestar de todos.

miguel.gutierrez.saxe@gmail.com

El autor es economista.

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