La realidad
A veces es difícil entender lo que vivimos. Muchas ocasiones nos equivocamos en nuestras apreciaciones y en decisiones importantes. Pero lo que hace AMLO es una terrible destrucción del país. Violando la Constitución construye mayorías espurias para tener la posibilidad de someter al Poder Judicial. No importa que nuestros socios comerciales le prevengan que perder la certeza jurídica; con un pretexto de limpiar la administración de justicia pone en riesgo inversiones, empleos y a nuestro tratado comercial. Los llama injerencistas por poner frente a él la realidad. Lo de pausar la relación con las embajadas es otro invento para tratar de escurrir el bulto, como diría Chonita, pero a Claudia Sheinbaum ya le han hablado muy claro de los riesgos. Ella será la que pagará los costos.
La realidad es que todos los trabajadores del Poder Judicial, los académicos, los investigadores, los litigantes, las barras y colegios de abogados, los estudiantes, ya han expresado que elegir jueces y magistrados no ayuda a profesionalizar la impartición de justicia, por el contrario, la vuelve un ejercicio de inexpertos, y a veces, ignorantes. Sin carrera judicial no hay formación de personal responsable. Ni criterios de legalidad o certeza. En resumen, no hay Estado de Derecho.
A nosotros, la realidad nos tiene pasmados. Ver cómo se imponen cambios para acabar con la República, con los derechos humanos, con la voz de las minorías, con los contrapesos institucionales, construidos por consenso en reformas electorales y compromisos de gobierno, parece una pesadilla. Pero es nuestra realidad. Resistir es el único camino posible. Hacerlo requerirá de organización y de participación ciudadana y partidista.
Dos senadores de la alianza PRD-PRI ya se fueron a Morena, el Senado no será la valla para frenar reformas absurdas e incoherentes. Después vendrán otras reformas. La electoral acabará con la pluralidad. Quieren solo mayorías y acabar con la representación proporcional ¿Qué pasará con sus aliados, el PT y el PVEM? Está por verse. Probablemente sigan engañados y apoyando a Morena, pero pronto la realidad los alcanzará.
La realidad nos dice que organizar la elección de jueces, magistrados y ministros sin saber quiénes son postulados, si tienen algún mérito o conocimiento, será una hazaña porque habremos de votar 10 a 16 boletas en una elección, sin conocer nada absolutamente. Votar llevará cerca de cinco a 10 minutos, porque se prevé que, de las listas, al seleccionar su candidato, se escriba el nombre del que se va a favorecer. Filas interminables, tiempos imposibles de cumplir. Y luego el recuento. Que si hay 10 para Pedro, 26 para Juan, SIETE para Guadalupe, 33 para Lucía, uno para Samuel, etc.
Es tal el cinismo de saber que el voto popular no tiene valor para realizar este ejercicio en forma seria, que se habla de hacer tómbola. Al fin son los que gobiernan quienes proponen y serán los que igual ganen, entonces, para qué votar. Instrumentar esta elección, con sus costos asociados, es una locura para quien realice las elecciones, que ya no será el INE.
Los magistrados electorales quizá sí crean que serán ministros y se quedarán en su cargo al menos hasta 2027, así que la votación está cantada. Mónica Soto habrá de guiar la decisión de votar la sobrerrepresentación. Es triste que siete consejeros y tres magistrados decidan el rumbo del país, sin enfrentar su responsabilidad histórica. Por eso no es lo mismo ser burócrata que ser político, y mucho menos estadista.
AMLO quería cambiar al país. Acabar con lo que él entiende por neoliberalismo. Nunca mintió, “al diablo con sus instituciones”, y se dedicó a polarizar a la sociedad y logró con los apoyos sociales, que muchas familias ya ni siquiera trabajen, viven del activismo o de un empleo que completan con los ingresos que les otorgan nuestros impuestos.
No hay dinero. Se lo acabó El Peje. Así que o toman los recursos de Banxico, con lo cual se provocará una crisis de credibilidad y de certeza, o bien toman los ahorros de las Afores, para financiar su gasto. El asunto, sea cual sea la opción, será de graves consecuencias para los trabajadores. Porque la inflación no va a la baja, porque la devaluación del peso, en cuanto se confirmen las reformas, dejará de ser atractivo para inversionistas, aunque las tasas sean altas.
Muchos mexicanos van a sacar su dinero, quizá busquen opciones en otros países. Quedaremos clases medias, y los eternos y siempre pobres, bajo un régimen autoritario. Porque el modelo de país que AMLO quiere forjar no existe. Nunca lo ha delineado. Sabemos todo lo que no quiere y lo que odia. Pero no tenemos la clave de qué espera para hacer grande a México.
El país seguirá adelante. No se acaba, aunque lo pongan de rodillas, pero veremos pasar las oportunidades de crecer y desarrollarnos con el nearshoring, que tiene la vista en otras latitudes. Algunos igual vendrán, por los costos, pese a los riesgos. Y así veremos nuevas camadas de millonarios del régimen. Porque la corrupción, esa que es el discurso de AMLO, no se ha acabado, se ha incrementado.
El “septiembre negro” ya llegó. Es nuestra realidad. Nos deja sin aliento. Hay pocas esperanzas de que la destrucción se pare. Hay poca claridad de cuál será el rumbo. Lo que sí queda ahí pendiente es lo que dijo AMLO: “si se desvían, regreso” ¿Cómo, y a qué?
Y queda la duda ¿cómo podrá gobernar Claudia? No tiene el poder político, ni el control del Congreso, ni de Morena, ni de las fuerzas armadas. Tiene un equipo más o menos sólido en lo económico, pero no se ve que tenga injerencia alguna en el ámbito político. Será la bombera de los riesgos económicos y la sumisa de AMLO en lo político, quizá.
Por lo pronto sus declaraciones no animan a nadie, ni a los suyos, ni a los otros. Y heredará un país dividido, en resistencia y una economía quebrada, que deberá tomar medidas extremas para recomponerse. En tanto, muchos empresarios ya se preparan para invertir bajo su cobijo en obras financiadas y no les preocupa tener que buscar a su juez y su magistrado. Hay venta de garage.