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Las Margaritas : una casa de comidas con terraza en El Plantío para apurar los últimos días de verano

Abc.es 
Hubo un tiempo en el que la salida de Madrid hacia el noroeste, por la A-6, era un paseo gastronómico de postín con restaurantes de cocina regional y asadores que se llenaban hasta la bandera cada fin de semana. Espacios que flanqueaban la carretera y que eran testigos de esos encuentros alrededor de una buena mesa entre familiares y amigos. Con ese espíritu y recogiendo el legado de una antigua casa de comidas –el asturiano Carús–, Bosco Blanc o , un joven economista, se lanzó hace un par de años a recuperar un concepto a su juicio olvidado en Madrid con Las Margaritas . Un estilo que define como «el restaurante en el que a él le gustaría comer». Algo que asegura encontrar en otras zonas de España y en el que la relación calidad-precio está ajustada al máximo. Producto selecto –sin quinta gama–, cocina sencilla y platos de siempre a los que se suman discretos guiños al presente sin «caer en modas». La joya de esta casa es su terraza , en un jardín de más de 1.000 metros cuadrados en el que se suceden varios conceptos: una barra, mesas altas y bajas, una zona acristalada y un 'chillout' en el que la música –una de las pasiones de Bosco– se convierte la protagonista de los 'tardeos' próximos al fin de semana con ' selectors ' —especialistas en géneros musicales y piezas históricas—. A un volumen contenido que no altera el ambiente relajado que busca su propietario para comer y que solo interrumpe, fugazmente, el paso de algún tren por la cercanía a las vías. Lo verdaderamente importante, para él, debe acontecer en el plato. Aunque lo suyo es la Economía, la hostelería está en su ADN familiar. Pertenece a una saga de hosteleros de origen asturiano con mucha solera en Madrid. Su abuelo fue uno de los fundadores de la histórica cadena de cafeterías Nebraska en los años 50 del siglo pasado y su padre de los locales En Copa de Balón . «Aquí he querido hacer otra cosa», asegura. De la cocina se encarga el chef Javier Montes –conocido en el mundillo por ser uno de los cerebros detrás del fenómeno de las tartas de queso a domicilio desde Montchis–. Se curtió en cocina tradicional en la escuela del ya fallecido Luis Irizar en el País Vasco, maestro de grandes como Pedro Subijana o Karlos Arguiñano. Abren la carta aperitivos clásicos como la gilda 1.0 (la clásica, 4,5 euros) o la 2.0 (una banderilla con lubina y encurtidos , 4,5), la croqueta de caldero de Guijuelo (3) o un mollete de chipirones a la madrileña (8). Están orgullosos de su ensaladilla rota sobre una regañá y con un huevo frito que rompen a la vista (15). Para compartir también, sirven su steak tartar (18), boquerones (16) y puntillitas fritas (18) o una tortilla vaga de gambones (21), entre otros platos. Una parte importante de la oferta la copa la parrilla, de la que además de pescados enteros a la parrilla –rapes, sargos o lubinas, entre otros, con precio según mercado– salen brochetas con toques viajeros, de Asia a Sudamérica: de berenjena china y shitake (3,5); de tsukune (4) –albóndigas japonesas de ternera–; o de molleja anticuchada (6). También hay opciones carnívoras. Desde una hamburguesa de vaca avileña (18) a otras más sibaritas como una chuleta de vaca vieja (75) o de la raza ayrshire finlandesa (100), que suben considerablemente un ticket medio que sin excesos no supera los 50 euros por comensal. Cuenta asimismo con un par de arroces secos y otro par de melosos –de verduras, de setas y foie, de carabineros y de solomillo (entre 20 y 26 euros por persona)–. La bodega , que va actualizándose constantemente, se mueve en torno a las 150 referencias, con viajes a regiones vitícolas como Francia o Italia y algunas incursiones en países como Chile.

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