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Ingrediente secreto nacional

Costa Rica, un país que destacó por su decisión de abolir el ejército en 1949 y destinar esos recursos a la educación y la salud, es un ejemplo notable de transformación económica. Debemos decirlo con humildad y orgullo: el éxito se debe, en gran medida, a la inversión en el recurso más valioso, que es el talento humano.

Los costarricenses apostamos por una preparación primaria gratuita y universal, una formación secundaria que brindara herramientas esenciales, y una educación superior de calidad con opciones públicas y privadas que destacan en Latinoamérica y el mundo. A esto se sumó la construcción de un sistema de seguridad social de cobertura universal que envía un mensaje claro: lo más importante es nuestra gente.

El compromiso con el bienestar y la formación de nuestro capital humano ha sido fundamental para forjar generaciones altamente capacitadas para afrontar los desafíos del mercado global. Hemos sido testigos y partícipes de primera mano ante las centenas de empresas multinacionales a las cuales hemos presentado la oferta del país, y, en el centro de ella, un ingrediente clave: el capital humano sumamente calificado y con una curva de aprendizaje muy veloz.

Es motivo de orgullo escuchar a un alto representante de una empresa líder mundial explicar las razones por las que se instala en Costa Rica y reafirmar que las decisiones que tomamos en el pasado fueron no solo correctas, sino también visionarias.

También es satisfactorio, al presentarnos frente a un comité internacional de selección de nuevas locaciones corporativas, demostrar con argumentos que Costa Rica compite de igual a igual en la liga de los gigantes de la inversión extranjera y las exportaciones. Según datos de Cinde, en territorio nacional operan más de 460 compañías de alta tecnología, incluidas 47 que forman parte de la lista Fortune 500. Estas empresas confían en el país, y Costa Rica ha sabido responderles, siempre conscientes de los retos constantes que todo gran jugador de las grandes ligas debe reconocer y atender oportunamente.

En este campo, todos los días la gacela sale a correr veloz por la sabana y el león se prepara igualmente para alcanzarla.

Durante los difíciles años 80, Costa Rica, al igual que muchas economías basadas en la exportación de productos tradicionales, enfrentó condiciones económicas que amenazaban con ser devastadoras. Su capital humano fue el catalizador de un cambio dramático en la estructura económica, que incluyó la atracción de inversión extranjera directa a través de la creación de Cinde como un articulador de esfuerzos.

Winston Churchill dijo que nunca se debe desperdiciar una buena crisis. El ejemplo costarricense confirma la sabiduría de su recomendación. Esta estrategia nos sitúa como un destino atractivo para la inversión extranjera directa.

Año tras año se le reconoce como un líder en su campo, aunque está claro que debemos acelerar el paso porque la competencia es feroz y las demás naciones no escatiman en fortalecer sus propuestas de valor, certeza jurídica, seguridad, infraestructura y habilidades para la empleabilidad. El secreto de un buen líder no es creerse el mejor; es trabajar constantemente por serlo. Hoy debemos enfatizarlo.

Los productos agrícolas siguen siendo fundamentales, pero ahora se han sumado una serie de productos de gran valor agregado que han cambiado la matriz productiva nacional. Las frutas frescas aparecen acompañadas de los dispositivos médicos como principales productos de exportación.

Parte del éxito de este esquema es la convicción en la importancia y los beneficios del compromiso adquirido, y por eso se ha mantenido y fortalecido con el tiempo, independientemente de las diferencias de enfoque e ideología, y por encima de las diferencias políticas de turno.

No podemos olvidar esto: la continuidad de la política de Estado en comercio exterior nos ha hecho diferentes; la participación del sector público y privado son los engranajes de ese modelo. Uno sin el otro simplemente no funciona. Todos deben ser partícipes.

Aún hay espacio para crecer y mucho por hacer. Vemos por delante una oportunidad en el reto moderno de retomar el liderazgo en la educación, de fortalecer el currículum en todos los grados, de desarrollar habilidades para la empleabilidad, de tomarnos aún más en serio que la enseñanza ampliada de idiomas es indispensable, y de asegurar una mayor cobertura de estudiantes en carreras de gran demanda y especializaciones técnicas.

No dudamos de que los costarricenses compartimos la misma convicción: la formación adecuada de nuestra gente es el corazón de la transformación del país; ese es el ingrediente diferenciador y nos corresponde desarrollarlo.

El autor es presidente de la Junta Directiva de Cinde.

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