Que ya sea primero de octubre
Yo estoy optimista con la nueva administración. Considero que el gobierno que liderará Claudia Sheinbaum a partir de que tome posesión va a ser significativamente mejor que el actual (“”, 27 de agosto y “”, 30 de julio). Simplemente tener a un primer mandatario cuyo proceso de toma de decisiones sea fundamentado en análisis costo-beneficio, en lugar de ocurrencias, así como tener como objetivo lograr la transición energética hacia energías verdes y renovables y dejar atrás la absurda política de “abrazos, no balazos”, con un secretario de Seguridad Pública como Omar García-Harfuch, debe de darnos esperanza de que nuestro país tomará un mucho mejor rumbo. Desafortunadamente, la espera al 1 de octubre se está haciendo muy larga.
El proceso de aprobación de esa serie de reformas que envió el todavía presidente López Obrador al Congreso el 5 de febrero pasado está creando un ambiente de alta incertidumbre. No porque no se vayan a aprobar dichas reformas, ni por la rapidez con las que se vayan a aprobar, sino porque, como he dicho en este espacio anteriormente, las propuestas de reforma no solo no abonan nada positivo a nuestro país, sino porque nos regresan al pasado antidemocrático PRIista que duró 72 años. Al menos parece que el nuevo presidencialismo iniciará con un buen presidente (“”, 20 de agosto). No obstante lo anterior, las reformas representan un verdadero lastre para nuestro país y para un inicio próspero de la nueva administración, que tendrá que apresurarse a enviar buenos mensajes al público inversionista global, para comenzar a atenuar los movimientos que observaremos en las variables macrofinancieras en estas dos fatídicas semanas.
Afortunadamente considero que serán dos semanas, máximo tres, porque después viene la decisión de política monetaria del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) el 18 de septiembre –que debería traer calma a los mercados financieros a nivel global–, y después, por fin, la toma de posesión de Claudia Sheinbaum. Entre los mensajes más relevantes que la presidenta Sheinbaum tendrá que enviar a los participantes de los mercados financieros internacionales se encuentran un Paquete Económico 2025 con una consolidación fiscal creíble de al menos dos puntos porcentuales del PIB, así como un plan holístico para Pemex y un nombramiento de alto calibre para reemplazar a la subgobernadora Irene Espinosa en la Junta de Gobierno del Banco de México.
Y no. México no tiene un mejor sistema de salud que el del país nórdico llamado Dinamarca, si es que a eso se refería el presidente López Obrador en su último Informe de Gobierno. México tiene mucho que presumir. Un ejemplo que se presume poco es su sistema de pagos. La gente no se da cuenta de lo eficiente y extremadamente barato que es el SPEI (Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios) hasta que no intenta hacer una transferencia en otro país. En Estados Unidos, por ejemplo, muchas personas prefieren seguir utilizando cheques en lugar de transferencias porque son extremadamente caras. Salvo algunos sistemas de pago privados como Zelle y Venmo –para cantidades relativamente pequeñas–, enviar una transferencia interbancaria como la del SPEI, mismo día, llega a costar alrededor de 30 dólares, sin importar el monto. A un tipo de cambio de 19.80 son ¡¡¡594 pesos una sola transferencia!!!. En México, los bancos que tienen las comisiones más caras por llevar a cabo una transferencia interbancaria “mismo día” llegan a cobrar hasta 8 pesos, a pesar de que una gran mayoría ya no cobran nada.
Adicionalmente, en cuanto a seguridad financiera, México fue el primer país en el mundo cuyo sistema bancario cumplió con la regulación de Basilea III en 2013, que es sumamente restrictiva. Tanto así, que la banca en los Estados Unidos no ha podido cumplirla todavía (se tiene como objetivo cumplirla en julio de 2025). Hay otras cosas que podemos presumir de nuestro país, pero definitivamente nuestro sistema de salud no. Creo que no hace falta decirlo, pero, por ejemplo, la expectativa de vida –que entre otros factores, sirve para medir qué tan bueno es un sistema de salud–, en Dinamarca es de 82 años, mientras que en México es de 72 años. Nos encontramos diez años atrás. Otra métrica muy utilizada para evaluar la calidad del sistema de salud es la mortandad de las mujeres al momento del parto. En 2020, en México murieron 59 mujeres por cada 100 mil que dieron a luz en el parto, mientras que en Dinamarca solo 5. Otra medición que nos deja ver si estamos cerca de tener un sistema de salud como en Dinamarca es la mortandad infantil. En 2022 murieron en México cerca de 12 niños por cada mil partos antes de llegar al primer año de edad, mientras que en Dinamarca murieron 3. Mi colega y amigo Rafa de la Fuente del banco suizo UBS tituló una de sus últimas notas “Despiértenme cuanto acabe septiembre”, por mi parte titulé una de mis notas “Anhelando la transición” hace algunos meses. Por eso, que ya llegue octubre.