Un verano y mil caminos
Representar desde el audiovisual las dinámicas actuales de los adolescentes y jóvenes supone un estudio profundo de la realidad. Esa mirada, sin prejuicios ni temores, ha caracterizado por más de diez años a la revista Una calle, mil caminos, que llega cada verano a las pantallas de Cubavisión con el propósito de ofrecer múltiples visiones ante problemáticas del entorno familiar y social.
Una temporada tan esperada como aplaudida se despidió recientemente de la parrilla televisiva y, como se ha hecho habitual, las opiniones populares emergen para aplaudir la calidad de los programas estrenados. A pesar de que la revista se distingue por sus memorables telefilmes, hay un proceso detrás de cada historia dramatizada, una investigación que explora aristas positivas y espinosas de nuestra juventud: sus vivencias cotidianas, deseos, aflicciones, relaciones sociales y humanas.
Conectar con ese público, tan inclinado a otros tipos de consumo audiovisual en la actualidad, ha constituido una misión desde los inicios del programa, y no se puede negar que el equipo comandado por Magda González Grau se empeña año tras año en perfeccionar la receta que, con las mismas fórmulas y una esencia construida, pretende adecuarse al contexto mediante nuevas búsquedas y perspectivas.
Una calle, mil caminos constituye una mezcla útil y perfecta de las funciones atribuidas al medio televisivo. Resulta destacable la intención de trascender el simple entretenimiento y atraer al espectador con una puesta eficaz en sus concreciones artísticas y narrativas, donde confluyen secciones de entrevistas, recorrido por locaciones vinculadas con la temática tratada y, sobre todo, la interactividad y retroalimentación con las audiencias, pues ellas sustentan el trabajo creativo.
En colaboración con el Centro de Estudios sobre la Juventud y otras instituciones, Una calle… se nutre de fenómenos atemporales, pero también de temas vinculados con los tiempos modernos, así como de otros tantos asuntos que merecen una mayor visibilidad. En ese sentido, la revista enfoca su realización en la pluralidad de una Isla con todos sus pedazos, fortunas y lágrimas. Su sensibilidad y agudeza invitan a la reflexión colectiva y concientiza desde esos mil caminos encontrados en la influencia de los códigos audiovisuales.
Evidentemente, los procesos socioculturales y realidades en transformación implican a núcleos tan esenciales como la familia, cuyos roles determinan en gran medida el sentir y actuar de una generación que busca su lugar en el mundo. Sirve el programa veraniego, además, para orientar, proponer y explicar naturalezas y conductas a través de la ciencia o los estudios históricos y sociales. De ese modo, no solo atañe al adolescente o joven del hogar, sino a su círculo cercano que de igual modo se convierte en un importante destinatario de Una calle, mil caminos.
Si bien existe un amplio espectro de situaciones por plasmar en los gustados telefilmes, la propuesta sabatina se propuso en este 2024 exhibir ocho dramatizados de estreno que reflejaran interesantes puntos de vista frente a temas poco abordados en la ficción, puesto que no acudirían a reposiciones anteriores. Plausible y muy acertado fue construir argumentos que, basados en una perspectiva juvenil, giraran en torno a tantas interrogantes que nuestra conciencia no ha dejado escapar.
Tanto la superación de los miedos en El salto, o la batalla por el crecimiento y la superación personal (pese a los embates del llamado determinismo) en La flor del marabú nos hicieron comprender que es posible florecer entre adversidades. Por otra parte, los telefilmes Invisibles y Abuelas y mazmorras se centraron en las personas con conducta deambulante y la ancianidad, respectivamente. A través de sus ojos nos adentró en un paisaje cienfueguero mixturado con la figura de Martí. Asimismo, tuvimos Barcos de papel para el navegar efímero de la vida, y una conmovedora historia llamada Maite, sobre el sentimiento de culpa ante la pérdida de un ser querido.
Un concurso lanzado en la red social Telegram coronó a Árbol negro como el telefilme más popular del verano. Por su tratamiento al legado de la ancestralidad, sumado a una visualidad deleitante de la ciudad trinitaria, la entrega protagonizada por Alejandro «Malero» Guerrero conquistó elevados números en las votaciones.
La temporada estival acaba y, a la vez, suma otro año de historia a uno de sus espacios más esperados. Un hasta luego en lo que el tiempo pasa, su producción continúa y buenos y nuevos caminos se abran en la infinita calle de la cubanía.