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Hoy nada que ganar en Caracas, por Mirko Lauer

¿Acabamos de ver un choque de dos líneas en el Palacio de Torre Tagle, una anti y otra pro Nicolás Maduro? No es exactamente así. Lo que acabamos de ver es cómo se han turnado dos momentos y dos perspectivas profesionales. Javier González Olaechea entró en condición de político, y actuó como tal. Elmer Schialer es un diplomático, y así va a actuar.

La hora de González Olaechea fue la de la primera reacción latinoamericana al golpe electoral de Maduro. En ese momento, el entonces canciller peruano no fue la excepción; solo fue el punto más saltante, en su filípica de la OEA. Dina Boluarte necesitaba legitimarse como demócrata ante la región y el mundo, y su canciller se lo facilitó.

En cambio, Schialer es 100% diplomático, y en esa medida está reaccionando al segundo momento, en el que estamos ahora. No es propiamente una fase pro Maduro, sino la hora de Brasil, Colombia y México, lanzados a la negociación con el chavismo postelectoral. Un diplomático sabe que no es el momento de lanzarse contra Caracas, no importa cuán infame sea su cabecilla.

Como diplomático profesional, la cautela le nace, y a estas alturas se sabe que el método Moscú-La Habana para mantener dictadores en su sitio va a seguir funcionando un tiempo más. Hasta nuevo aviso, no será interesante regresar a negociaciones, sobre todo cuando ellas han demostrado ser futiles en el pasado.

Perú no tiene interés por participar en negociaciones como las de Noruega/Barbados, donde el chavismo se retiró de la mesa apenas sintió que el peligro había pasado. Caracas no tiene jamás real interés en negociar nada. Menos le puede interesar a Torre Tagle participar en un nuevo Grupo de Lima, limitado por las debilidades de la oposición venezolana.

Schialer no debe ser confundido con un pro chavista. Más bien sabe, como toda la estructura de Torre Tagle, que no hay mucho que ganar si nos lanzamos a una crítica radical cuando gobiernos latinoamericanos más fuertes que el nuestro han empezado a arrastrar los pies, como ya lo han hecho antes. Quizás para algo más adelante.

González Olaechea no cometió error alguno en el tema de Maduro y Venezuela. Los problemas que motivaron su salida fueron otros. Que lo diga Gustavo Adrianzén, que siente celos hasta del modesto vocero de la presidencia, y que muy discretamente prepara una inexplicable oficina de relaciones exteriores en la PCM.

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