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Murió el exdictador Alberto Fujimori

Ha muerto un autócrata. Alberto Fujimori mantuvo al Perú bajo su puño de hierro durante una década en la que el país perdió en toda la línea, respecto a la democracia y los derechos humanos.

Prometió en los albores de su primer gobierno un mandato sin sorpresas económicas, y en agosto del 1990 lanzó un paquetazo que, bajo la premisa de la lucha contra la hiperinflación, hirió de muerte la economía de los más pobres. Cerró el Congreso en 1992, porque carecía de una mayoría parlamentaria, y lo reabrió a petición de la OEA, esta vez con una bancada propia, dos años después.

A instancias de la alianza con la derecha que había forjado y que consolidó a lo largo de sus tres periodos de gobierno, fue el mayor privatizador de las empresas del Estado y promotor de un masivo despido de trabajadores estatales.

Se le reconoce éxito en la lucha contra el terrorismo que asolaba el país. Sin embargo, los testimonios de las numerosas víctimas de violación de derechos humanos durante su gobierno todavía siguen retumbando sin acceder a la justicia. La población civil desarmada y asesinada en acciones militares regulares y no regulares, bajo la sospecha de simpatizar con el terrorismo, forma parte del pasivo de Fujimori, que permitió, por ejemplo, que el grupo Colina existiera y realizara acciones como la matanza de Barrios Altos y La Cantuta, esta última con estudiantes y un profesor asesinados y carbonizados para esconder el crimen. Los miles de mujeres esterilizadas contra su voluntad y como parte de una política de Estado serán otro baldón que empañe tan cuestionado mandato.

El control de todo el aparato del Estado para proteger la corrupción abierta y grosera se hizo a la par que se compraban las líneas editoriales de medios de comunicación para garantizar que no se filtraran las denuncias.

Al final de su tercer mandato ilegal, por un comprobado fraude, las pruebas de extrema corrupción lograron vencer los bloqueos. Masivas movilizaciones de ciudadanos hartos de la ignominia de un régimen que se caía a pedazos lograron la puesta en fuga del dictador, quien mandó su renuncia a la Presidencia por fax.

Finalmente, durante la tarde invernal de ayer, dejó de existir Alberto Fujimori, sin haber pedido perdón por sus crímenes y sin pagar ni un centavo de reparación civil a sus víctimas. No queda más que decir que la muerte no borra la historia. Ni logra el olvido y menos el perdón.

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