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660 aniversario del Real Colegio de San Clemente de los Españoles en Bolonia, una institución única

Abc.es 
El 23 de agosto de 1367, en Viterbo (Italia), fallecía el cardenal don Gil Álvarez de Albornoz ; «vástago de Castilla y Aragón, prócer de la Iglesia y la milicia», como diría de él el historiador Baltasar Porreño. Hijo del IV Señor de Albornoz, el que fuera tutor de Alfonso XI, y Arzobispo de Toledo entre 1338 y 1350, vivió exiliado en Italia desde entonces, tras el ascenso al trono de Pedro I de Castilla. Restaurador de los Estados pontificios y artífice del regreso del Papa a Roma, en exilio en Aviñón, tres años antes de su deceso y en Ancona, a 29 de septiembre de 1364, dejó dictadas sus voluntades testamentarias ante notario apostólico: «Mando y ordeno que en la ciudad de Bolonia y en lugar decente, es a saber, cerca del Estudio General, se haga un colegio con aposento conveniente, con huerto, salas y cámaras, y que se construya en él una capilla buena en honor del bienaventurado San Clemente, y que se compren rentas suficientes para sustentar a veinticuatro colegiales y a dos capellanes según en gasto y manera de vivir que yo ordenare, la cual casa o colegio quiero que se llame Casa de los Españoles . Y al sobredicho colegio o casa instituyo por mi universal heredero en todo mi dinero y en toda mi vajilla y en todos mis libros, así de derecho canónico como de derecho civil como de otra cualesquier facultad, y en todos los mis otros bienes que en cualquier manera me son debidos». El 5 de abril de 1365 era firmado el contrato que daba inicio a las obras, que debían ceñirse a la traza y estructura indicadas por el propio cardenal, y apenas tres años después ya estaba el edificio en disposición de albergar al primer grupo llegado de colegiales hispanos. Desde entonces, en el número 4 de la Via Collegio di Spagna de la ciudad de Bolonia, en Italia, se levanta, imponente, el extraordinario legado de un hombre ilustre e ilustrado. Este fin de semana, último de septiembre, se celebra el 660 aniversario de esta institución única: el Real Colegio de San Clemente de los Españoles . En pleno centro de la ciudad, entre el trasiego vivo de la dotta, la grassa, la rossa, a escasos minutos de la basílica de San Petronio, en Piazza Maggiore, hace ya casi setecientos años que el gran portón del palacio imaginado por don Gil de Albornoz continúa recibiendo, año tras año, a los nuevos colegiales. Con razón debida exclusivamente a sus méritos académicos, sin atender a entrevista ni recomendación, treinta doctorandos brillantes (15 hombres y, desde hace un lustro, también 15 mujeres), de muy diferente origen y procedencia pero todos con parecidas inquietudes intelectuales, disfrutan de la vida colegial que ideó y deseó para ellos el cardenal. La programación académica que ofrece la histórica Universidad de Bolonia se complementa para ellos con la de otras universidades italianas y también con la ofertada por el propio Colegio, que con frecuencia organiza actos académicos y culturales en atención, sobre todo, a completar la formación ordinaria de sus estudiantes. En los últimos años, y por voluntad expresa de sus últimos rectores, se ocupa de saberes y manifestaciones culturales a las que prácticamente nadie, o en muy pocos lugares, se les presta debida atención. Así, desde presentaciones de libros singulares a conciertos irrepetibles, congresos y seminarios, conferencias, recepciones y muestras, el Colegio mantiene una agenda viva e inquieta , y recibe entre sus centenarios muros, generosa y hospitalariamente, a personalidades internacionales de la cultura, la academia y la política: Mario Draghi (expresidente del Consejo de Ministros de Italia), Zhou Qiang (presidente del Tribunal Supremo de la República Popular China), Michael Nyman (compositor, pianista y musicólogo británico), Álvaro Rodríguez Bereijo (expresidente del Tribunal Constitucional de España), Robert McNamara (exsecretario de defensa estadounidense), Fernando Iwasaki (escritor peruano) o ilustres organistas como Luigi Ferdinando Tagliavini , Javier Artigas o Montserrat Torrent , se cuentan entre sus ilustres invitados. El Colegio, que es una institución indubitadamente privada y se financia, desde el siglo XIV y de manera exclusiva, con la fortuna legada por el cardenal, no recibe subvención ninguna , de ningún tipo y por parte de nadie, para llevar a cabo su labor. Una labor que gira en torno a la historia, el arte, la cultura, la tradición y, por encima de todo, la formación en excelencia de sus estudiantes. Y que se ha llevado a cabo, siempre, trabajando en anonimato, de modo silente y comedido, huyendo de protagonismos o alardes y al margen de tendencias y modas. Con el perfil bajo del que no necesita proclamar su excelencia para que esta sea reconocida. Casi siete siglos de historia avalan la fórmula y convierten al Colegio en un lugar singular, notoriamente distinto y cautivador . Y el paso por él, claro, marca a sus colegiales. Marca, afirman los más mayores, y, como experiencia única y excepcional que es, imprime carácter. Por eso los bolonios, que es cómo se conoce a los colegiales y excolegiales, les une una fraternidad inquebrantable que se articula alrededor de la fidelidad a la institución y la defensa de sus valores. La gran mayoría de ellos se aglutina, con honor y orgullo, en la Asociación Cardenal Albornoz , que es la encargada tradicionalmente de organizar el acto anual de presentación de los nuevos colegiales, celebrado cada 23 de noviembre, día de San Clemente, en Madrid, y que reúne a la inmensa mayoría de antiguos colegiales. El patrono de sangre del Real Colegio, don Iván de Arteaga , marqués de Armunia y Ariza, destacaba, orgulloso y no hace mucho, «la admirable voluntad en su defensa de la Casa de Albornoz de los colegiales. Ese es el verdadero patrimonio de esta institución: su lealtad desde hace más de 650 años y durante toda su vida». Pero no es el Colegio un ente que viva hacia adentro, ajeno a aquello que le rodea y convertido en burbuja hermética, muy al contrario. Su sensibilidad e interacción con la sociedad boloñesa es igualmente destacable, siendo el centro lugar apreciado y reconocido (y defendido) por esta. Muchos de los notables conciertos de música antigua que se organizan en él son frecuentados por miembros de destacadas familias, tanto de la ciudad como del país. Apellidos ilustres y linajes históricos con los que el Colegio mantiene relaciones desde hace siglos y que continúan en comunión: los Hercolani, los Malvezzi Campegni, los Ranuzzi, los Peolucci… Y es que el Colegio patrocina y financia no pocas actividades culturales en la ciudad y no duda en acudir en auxilio cuando alguna iniciativa enfocada a la recuperación de patrimonio o espacios históricos solicita o requiere su apoyo. Desde la restauración de pórticos emblemáticos en la ciudad a la recuperación de lugares de especial significado o importancia, como recientemente el proyecto ciudadano para recuperar la histórica Fonte Remonda , encuentran en la centenaria institución un aliado solícito y entregado. Por si todo esto fuera poco, el Real Colegio de San Clemente de los Españoles atesora el orgullo de haber dado cobijo a ilustres colegiales. Desde Antonio de Nebrija , que fue admitido en el Real Colegio el 2 de marzo de 1464, donde llegó para estudiar teología y acabaría engendrando entre sus muros la primera Gramática Castellana, a Juan Ginés de Sepúlveda, Antonio Agustín, el conde de Romanones, Juan de la Cierva, Leandro Fernández de Moratín o San Pedro de Arbués, entre otros muchos. En su interior sigue albergando su excepcional biblioteca antigua, donde se custodian legajos, incunables y códices de incalculable valor. En ella se pueden contemplar y consultar, si se tiene la suerte de poder acceder a ella, maravillas singulares como el Rabano Mauro, los volúmenes de la Magna Glossa de Accursio, el Quijote de Ybarra o documentos privados del propio cardenal. Una auténtica joya, esta biblioteca única, que ha llegado hasta nuestros días gracias a los propios estudiantes, que allá en el 1796 y junto al Cardenal Mezzofanti, sacerdote del Colegio, la salvaron del asedio de las tropas napoleónicas y su intención de asaltarlo, salvaguardando su contenido en el campo boloñés y recuperándolo más tarde, cuando ya era seguro devolverlo a su lugar. Así hoy, 660 años después y tras haber superado, inmarcesible, asedios e intentos de usurpación, expolios, conflictos civiles, penurias económicas, cambios de régimen político, dos guerras mundiales, la guerra civil española, dictaduras, una pandemia y hasta repugnantes conspiraciones internas, el Real Colegio de San Clemente de los Españoles resiste y lo celebra . Y lo hace como quería su fundador: yendo de más en mejor, sobreponiéndose a toda adversidad y fiel a sus principios y valores fundacionales. Un legado este «vivo y prestigioso hasta hoy», como dejó escrito el que fuera su rector, don José Guillermo García de Valdecasas, y siendo «la más antigua institución propiamente hispánica y el único supérstite en toda la Europa continental de los colegios universitarios medievales ». Felicidades, Bolonios, y por muchos años más.

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