La milicia contra la malicia
Hay una risa que muerde, acosa y despedaza. Una risa que «desatraílla jaurías de sarcasmos» y «silba en el aire como la correa de un látigo». Eso dijo Wenceslao Fernández Flórez en su discurso de ingreso en la RAE. Se refería a Quevedo. ¿Exageraba? Seguramente no. Quevedo fue un niño cabezón que al nacer ya traía una arruga en la frente. Así lo dejó dicho Torrente Ballester en un artículo inolvidable, y sin embargo olvidado. Sea como fuere, Wenceslao no hablaba en realidad de Quevedo, sino de la literatura española. A su juicio, no había en ésta un ápice de humor, sino solo malhumor. ¿Somos los españoles niños cabezudos con un surco vertical en la glabela? Quizá, pero con excepciones.... Ver Más