El costo de la política de shock que pone en riesgo el proyecto de Milei
La decisión de aplicar una política de shock para reducir gastos le permitió al Gobierno recomponer las cuentas fiscales y ralentizar el ritmo de la inflación que, según la medición de las consultoras privadas, habría descendido al 3,5% mensual en septiembre.
Sin embargo, la estrategia comienza a encontrar un límite social marcado por una lógica cuestión temporal, que abre un interrogante sobre el proyecto político de la fuerza gobernante y, adicionalmente, la llegada de inversores. Particularmente aquellos que consideran al escenario socioeconómico y la seguridad jurídica como condiciones necesarias para dar el paso hacia la Argentina, mientras observan las dificultades del Gobierno para sortear su debilidad parlamentaria y se plantean qué ocurrirá el año próximo en las urnas.
El triunfo de Javier Milei se construyó en base a la alianza tejida con el PRO para el ballottage del año pasado y el gran apoyo que recibió de los jóvenes, sectores que quedaron expuestos ante la decisión presidencial de vetar la ley de financiamiento universitario que originó la masiva marcha de hoy.
La fuerza que fundó Mauricio Macri, porque fueron los ahora ministros Patricia Bullrich y Luis Petri quienes, en condición de candidatos presidenciales de Juntos por el Cambio, clamaban hace poco más de un año por la necesidad de una "educación universitaria gratuita, calificada y preparada para enfrentar los desafíos del mundo que se viene". Los jóvenes, porque son los más perjudicados si esa consigna no se cumple.
Está claro que en un país en el que uno de cada dos habitantes es pobre, la educación pública y gratuita resulta un pilar clave para aspirar a un futuro mejor. Sobre todo, si esa pobreza, como relevó la consultora exQuanti, trepa al 62% en los jóvenes y ya abarca al 48,5% de los estudiantes universitarios, la generación de votantes sobre la que se asienta el proyecto libertario.
Por ello, luego de casi 300 días de ajustarse el cinturón, la sociedad empezó a dar señales de agotamiento que, como muestran las últimas encuestas y la movilización de ayer, alcanzan a la base de electores de un Gobierno esperanzado en que los comicios del año próximo le otorguen más fuerza parlamentaria. No es lo mismo para un joven pobre hacer el esfuerzo para soportar el pozo de la crisis cuando existe la expectativa de mejora que hacerlo en el momento que se hace tambalear la escalera educativa que permita una movilidad ascendente.
La posibilidad de que lleguen inversiones y la economía crezca no solo dependerá de que las cuentas estén en orden y se levante alguna vez el cepo cambiario, sino también de que haya paz social y existan los recursos humanos formados para los empleos que se generen.