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La nueva era que comienza en México

El 1 de octubre comenzó en México una nueva era. Por primera ocasión la presidencia de la República es ocupada por una mujer.

Sin embargo, lo que marca el cambio de época no es solamente el género de la Jefa del Ejecutivo, la presidenta, sino la circunstancia de que llega al poder con el control pleno de las dos cámaras del Congreso, y a partir de que se haga efectiva la reforma judicial, probablemente también del Poder Judicial.

En una medida importante, esto es resultado de la elevada votación que obtuvo, ganando prácticamente el 60 por ciento de las preferencias del electorado, así como de la “ingeniería electoral” que Morena estuvo preparando desde meses atrás. Esta incluyó una alianza con dos partidos menores, el Partido Verde y el Partido del Trabajo, y la postulación del número preciso de candidatos de esos partidos para —en función de la legislación vigente— poder obtener el máximo número de legisladores.

Además, se dejó incompleta la Sala Superior del Tribunal Electoral y se tomó el control de este, garantizando al menos el respaldo de tres de sus cinco integrantes.

Finalmente, dado que no se reunía el número de senadores necesario para obtener la mayoría calificada, se operó a través de negociación y presiones con dos, para tener un voto a favor de un senador panista, Miguel Ángel Yunes, y la ausencia de un senador de Movimiento Ciudadano, lo suficiente para lograr el porcentaje de votación necesario.

La concentración de poder en manos de la presidenta Claudia Sheinbaum no se había visto en México desde hace prácticamente medio siglo, cuando el régimen priista que daba todo el poder al presidente de la República empezó a resquebrajarse, particularmente tras la elección de Carlos Salinas de Gortari en 1988, cuando se reclamó fraude por parte de todos los candidatos opositores.

Existen aún dudas generalizadas respecto al modo en el que habrá de usar el poder Claudia Sheinbaum. Aunque existe el antecedente de su ejercicio como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, al ser parte del movimiento encabezado por el presidente López Obrador, una proporción importante de las acciones y políticas que emprendió fueron condicionadas por el gobierno federal.

En el pasado, en los tiempos del presidencialismo priista, los presidentes de la República tenían un comportamiento diferente cuando eran integrantes del equipo del presidente en turno y que cuando eran ellos quienes asumían el poder. Quizás uno de los ejemplos más notorios fue el de Luis Echeverría Álvarez, quien fue secretario de Gobernación de Gustavo Díaz Ordaz. En ese puesto se generó la imagen de ser un político duro, pero que además era sumiso con el presidente. Las dos cualidades determinaron que Díaz Ordaz lo seleccionara como su sucesor.

Sin embargo, ya como presidente de la República, Echeverría generó políticas contrarias a las planteadas por Díaz Ordaz, como la llamada “apertura democrática”, con la que buscó interlocución con opositores y terminó distanciado de Díaz Ordaz.

Una de las principales interrogantes respecto al modo en el que ejercerá el poder Claudia Sheinbaum es el margen de independencia que tendrá de López Obrador.

AMLO expresó en múltiples ocasiones su determinación de alejarse de la política, incluso alejándose de la Ciudad de México y estableciendo su residencia en su rancho de Palenque. Sin embargo, quienes conocen al hoy expresidente, saben que su compulsión por el ejercicio del poder es tal, que será muy difícil que cumpla con ese compromiso.

De hecho, de modo inédito, en los últimos meses estuvo interviniendo en la confección del equipo de colaboradores de Sheinbaum, así como en la definición de su agenda de gobierno. Hay una natural coincidencia entre las propuestas de la presidenta y las que impulsó López Obrador. No es sorpresa, pues ella es parte de la fuerza política que fundó y encabezó el expresidente. Pero también es natural que haya énfasis, matices y estilos diferentes.

La duda que hay es si AMLO, quien estuvo acostumbrado por muchos años a imponer sus términos, aceptará que ya no es la cabeza del gobierno, sino que ahora será Sheinbaum quien defina. Existen políticas en las que visiblemente tienen diferencias que van más allá de los matices. El caso más claro es el de la transición energética.

Gabriel Yorio, subsecretario de Hacienda, señaló que con Sheinbaum ese proceso sería mucho más profundo. El problema es que, para López Obrador, el fortalecimiento de Pemex fue fundamental, lo que condujo a la construcción de la refinería de Dos Bocas así como a la transferencia directa o indirecta (por la vía de reducción de la carga fiscal) de alrededor de 1.5 billones de pesos a Pemex.

No hay escenario fiscal que permita la repetición de un esquema parecido sin generar una crisis, por lo que las políticas hacia la empresa petrolera deberán ser diferentes.

En el viejo régimen priista, al que tiende a parecerse el de Morena, la regla de oro para asegurar la estabilidad fue la transición sexenal, es decir, el hecho de que el presidente le dejaba el espacio completo al nuevo mandatario, a pesar del dolor que ello pudiera generarle.

Cuando los presidentes salientes no se comportaban de esa manera, venía una decisión de autoridad del presidente en funciones. José López Portillo detectó la pretensión de su antecesor, Luis Echeverría, de seguir influyendo en la política y tomó la decisión de enviarlo como embajador al lugar más remoto en el que hubiera representación diplomática de México, las Islas Fiyi. Ernesto Zedillo enfrentó un año muy complejo tanto en lo político como lo económico en un contexto en el que Salinas de Gortari no parecía resignarse a adquirir la calidad de expresidente, y actuó deteniendo a su hermanos, Raúl Salinas de Gortari, acusado de ser el autor intelectual del asesinato de su cuñado, Francisco Ruiz Massieu.

Por lo pronto no se visualiza ni remotamente una acción de autoridad de Sheinbaum que marque distancia con AMLO, pero siempre es útil conocer la historia para saber lo que ha ocurrido en el pasado. El poder de la presidenta electa no podrá saltarse los condicionamientos de los mercados financieros. El gasto sin precedente del último año del gobierno de AMLO generó un déficit que se estima sea cercano al 6 por ciento del PIB.

Las calificadoras más importantes, así como diversas instituciones financieras esperan que en el paquete económico que se enviará al Congreso el 15 de noviembre haya una corrección clara que permita una trayectoria a la baja de ese déficit.

Si no lo hubiera, van a castigar al gobierno y al peso.

Pase lo que pase, ya entramos a otra era.

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