Exrelatora de Libertad de Expresión: ‘Empiezan como Bukele y terminan como Maduro’
La abogada Catalina Botero Marino, quien fue relatora especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos entre el 2008 y el 2014, aseguró que desde afuera se ve con preocupación a Costa Rica por los constantes ataques del gobierno a la prensa, aunque qspera que sean coyunturales y cesen pronto.
En entrevista con La Nación, Botero lamentó la ola de gobiernos autoritarios en América Latina, los cuales, en su criterio, tienen varias características en común: buscan desacreditar a la prensa y atacan al Poder Judicial, los órganos de control y la oposición.
La abogada fue enfática en que “los gobiernos más corruptos son los más autoritarios” y, a la inversa, los que tienen más controles y respetan la libertad de expresión, son actualmente las democracias más sólidas.
“Empiezan como (Nayib) Bukele (el presidente de El Salvador), y terminan como (Nicolás) Maduro (el presidente de Venezuela)”, resumió la colombiana, quien actualmente es la directora de la Cátedra Unesco de Libertad de Expresión en la Universidad de Los Andes. A continuación un extracto de la entrevista:
—En América Latina, y Costa Rica no es la excepción, cada vez son más constantes los ataques de los gobernantes a la prensa. ¿Existe una necesidad de generar un ambiente de hostilidad, un afán más fuerte por desacreditar a la prensa?
—En América Latina hay distintos tipos de fenómenos. Por un lado, felizmente hay países y hay gobiernos, que son a los que mejor les va, que mejores resultados presentan, con las democracias más sólidas, como Chile o Uruguay. Son países donde sus gobernantes entienden que, si realmente quieren hacer un gobierno al margen de la corrupción, eficaz, en donde las cosas funcionen, la prensa es su aliado.
“Puede ser que no les guste lo que dice la prensa, porque hay una tensión natural, la prensa controla el poder, es su función y puede ser que a esos gobernantes, presidentes o ministros, no les guste lo que dice la prensa, pero entienden que para tener un buen gobierno, necesitan una prensa robusta, que investigue, que denuncie. Entonces, en esos países hay un enorme respeto a la libertad de expresión.
“Eso no significa que no respondan, pero responden sin adjetivos, sin intentar desacreditar. Responden con hechos y, de esa manera, la opinión pública tiene toda la información y puede tomar decisiones adecuadas. A mayores controles, menor corrupción.
“Entre más robusta sea la libertad de expresión, entre más independientes sean los jueces, entre más autónomos sean los órganos de control, pues hay menos corrupción y, normalmente, los gobiernos son más eficientes”.
—¿Cuáles son los otros?
—Hay otros a los que les importa más el poder que la democracia y, en su afán por controlar todo el poder, han querido disolver todos los controles. Primero, siempre intentan disolver a la prensa, después al Poder Judicial y en tercer lugar, a los órganos de control. Ese es el orden, ese es el orden en Nicaragua, ese es el orden en Venezuela. Lamentablemente eso está pasando hoy en México.
“Venezuela y Nicaragua están en el peor de las condiciones, empezaron ya hace dos décadas y, por supuesto, ya culminaron la tarea y son claramente dictaduras. Hay otros países que están empezando ese camino o que han dado unos giros insospechados”.
—¿Por ejemplo?
—El Salvador tenía un problema seriecísimo de inseguridad y había que afrontarlo, pero lo están afrontando de una manera completamente antidemocrática y el presidente se siente, además, muy orgulloso de ser un presidente antidemocrático. Empiezan como (Nayib) Bukele y terminan como (Nicolás) Maduro; no hay discusión.
“Si tú comienzas con la tarea de desmontar todos los órganos de control, de silenciar la prensa, de acabar con la autonomía del Poder Judicial y quieres controlar todo el poder, lo que pasa es que hay nichos de corrupción, de autoritarismo, que luego hacen que ese presidente no se pueda ir, porque si se va y llega un gobierno democrático, entonces tendría que investigarlo. Ellos crean su propia cárcel.
“Hay países que mantienen estructuras y prácticas democráticas. Hay países que han dado un giro completo hacia el autoritarismo y que ya no son democracias. Y hay países que tienen gobiernos con tendencias antidemocráticas, y eso se ve en su relación con la prensa, eso es uno de los principales indicadores”.
—Usted menciona tres indicadores, hay otros indicadores, por ejemplo, ¿cómo es la relación con los empresarios? ¿Cómo son cuando llegan al poder? ¿Cuál es la forma de interactuar?
—Generar miedo. El mensaje que mandan es que, si no están completamente alineados con la voluntad del gobierno y del presidente, van a sufrir repercusiones seria, o sea, que hay represalias contra quienes no están completamente alineados con la línea gubernamental; es todo lo contrario lo que pasa en una democracia.
“En una democracia, uno de los deberes más importantes del gobernante es asegurar el pluralismo, es garantizar la libertad de expresión, es proteger que la gente pueda investigar lo que pasa en el gobierno, aunque a él no le guste o a ellos no les guste lo que resulta de esas investigaciones. Es responder de manera oportuna, pero fidedigna, sin insultar y sin estigmatizar o criminalizar”.
—Y ese miedo después se transforma. Usted decía que se empieza como Bukele y se termina como Maduro.
—Como lo hizo Hugo Chávez en Venezuela: comienzan siendo presidentes inmensamente populares, aplaudidos a donde van, que se vuelven modelos para otros partidos políticos a nivel internacional. Luego, disuelven los frenos y contrapesos, disuelven los controles de un Estado democrático.
“Atemorizan a la prensa, estigmatizan, criminalizan u hostigan a los periodistas, adoptan la censura indirecta contra la prensa para silenciarla, para sofocarla; luego, capturan al Poder Judicial, reforman las estructuras del Poder Judicial para que no pueda ser autónomo, para que no pueda controlar lo que hace el gobierno y disuelve los órganos autónomos, como por ejemplo, las contralorías o procuradurías.
“Incluso, si imagináramos al gobernante más virtuoso posible, no sería capaz de controlar todo lo que pasa en su gobierno él solo. Los gobernantes que realmente tienen un apego democrático, saben que necesitan esos controles”.
—¿Cómo el caso Ortega en Nicaragua, que inició aliado con los empresarios?
—Así empezó Ortega, como Bukele, el gran gobernante, anticorrupción y todos los empresarios cedieron a los rasgos autoritarios de Ortega. Lo primero que hizo fue perseguir a la prensa y a todos los periodistas; capturó a la Corte Suprema de Justicia y por esa vía a todo el Poder Judicial; disolvió todos los órganos autónomos.
“Hoy es un dictador de un pequeño país que se ha convertido en una cárcel para los nicaragüenses, en el cual los empresarios ya simplemente no pueden hacer negocios prósperos. También, es una trampa para los empresarios que, al principio, empiezan a ceder porque sienten temor y no quieren enfrentarse, pero los rasgos autoritarios están ahí y, al ceder, le dejan el espacio a esa tentación autoritaria y la tentación autoritaria terminada expulsándolos”.
—A nivel internacional, ¿cómo se ve a Costa Rica en cuanto al respeto a la libertad de expresión? ¿Tiene noticia de varias resoluciones del Tribunal Constitucional donde se ha cuestionado y se ha constatado las agresiones del presidente a la prensa? ¿Qué opina?
—Costa Rica es la democracia más antigua de la región, el único país que no ha tenido una dictadura, un país que no tiene un ejército, que tiene una tradición reconocida internacionalmente por la defensa de valores democráticos y por su apego a principios esenciales de la democracia.
“Lamentablemente, hemos visto recientemente que hay declaraciones de funcionarios públicos contra periodistas, que estigmatizan periodistas. Hay un joven periodista, por ejemplo, al que llaman maldito. Claro que el gobierno tiene derecho a responder si le parece que un periodista dice algo que no es correcto, lo que no puede hacer es utilizar ese tipo de adjetivos, porque ese tipo de adjetivos crean imaginarios en la población.
“Y crear el imaginario de que una persona está haciendo una investigación de mala fe, simplemente porque al gobierno no le gusta, es realmente crear el contexto para que luego se silencie a toda la prensa.
“La única manera de conocer los casos de corrupción, de desviación en el uso del poder, de autoritarismo, es que haya una prensa robusta, de investigación seria. El gobierno tiene la obligación de defender el espacio en el que eso sea posible; si los intimida, insulta o estigmatiza, está cerrando ese espacio, está sofocando ese ambiente.
“Si a la gente le da miedo hacer periodismo porque inmediatamente va a ser insultado por funcionarios públicos, entonces se está incumpliendo el deber que tiene el Estado de crear un ambiente propicio para el ejercicio de la libertad de expresión.
“Espero que esto sea algo muy coyuntural en Costa Rica y que los gobernantes reflexionen sobre la importancia de mantener los principios que han caracterizado a Costa Rica durante toda su historia.
“Costa Rica no es el ejemplo de Centroamérica y América Latina en materia democracia por generación espontánea; es porque hay una razón, y esa razón es el apego de sus gobiernos a los principios democráticos; entonces, yo espero que esto sea una cosa puramente coyuntural”.
—Eso es un tema de agresiones verbales, también hemos tenido un caso de censura indirecta. ¿Eso es igual de reprochable?
—Hay dos casos que son claves sobre la censura indirecta en el Sistema Interamericano y los dos son en dictaduras. El primero es el caso de Ivcher Bronstein en Perú, de un señor que era dueño de un canal, que tenía un pequeño programa en el que denunciaba los crímenes cometidos por Alberto Fujimori y por Vladimiro Montecitos. Hicieron todo lo posible para presionarlo y él mantuvo ese programa de televisión, pero él tenía doble nacionalidad y, finalmente, lo que hicieron fue quitarle la nacionalidad peruana, de manera tal que tuvo que vender sus acciones del canal.
“La Corte Interamericana dijo que eso fue una forma de censura indirecta. Es cierto que los Estados pueden revocar la nacionalidad de una persona que no es nacida en el país, pero no lo pueden hacer para castigarlo por ejercer su libertad de expresión y tampoco lo pueden hacer para evitar que siga ejerciendo esa tarea. Todas las pruebas demuestran que aquí hubo un uso arbitrario de una facultad que tiene el Estado. Es un uso arbitrario.
“El segundo caso es el de Granier y otros contra Venezuela, el caso RCTV (Radio Caracas Televisión). El presidente Hugo Chávez comenzó a decir en televisión que a los medios de comunicación que no cambiaran su línea editorial y se adecuaran a las necesidades del gobierno, no les iban a renovar las licencias y lo dejo así tan tranquilo.
“Un periodista le pregunta ‘¿presidente, pero los medios no tienen derecho a tener su propia línea editorial?’ Y el presidente contestó: ‘Sí, pero yo también tengo derecho a no renovar la licencia’. Ahí el presidente se equivoca, porque los medios tienen derecho a tener su propia línea editorial, porque eso es lo que protege las constituciones democráticas y el derecho internacional de los derechos humanos.
“No le renovó la licencia y la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a Venezuela porque, efectivamente, los Estados pueden no renovar una licencia, pero tienen que hacerlo de conformidad con criterios objetivos, claros, transparentes. No pueden hacerlo como una represalia por la línea editorial.
“Esos casos de censura indirecta son los precedentes que nos permiten evaluar lo que hacen otros gobiernos de la región. Conozco en Costa Rica un caso, en el cual la Sala considera que una decisión del gobierno está orientada a sancionar a un medio de prensa y eso es exactamente lo que es censura indirecta y el gobierno debería estar agradecido de que le digan que eso no se puede hacer, porque, nuevamente, empiezan haciendo este tipo de cosas de manera impune, se sienten satisfechos de lograrlo y abren una trocha que es peligrosísima, que es la trocha del autoritarismo.
“En realidad, el gobierno debería agradecer que en este país hay controles”.
—En esos casos, cuando hay indicios de autoritarismo, pero aún no se ha consolidado, ¿cuán importantes son los controles, la división de poderes, la institucionalidad democrática?
—No hay ningún régimen autoritario, en el cual funcionen la libertad de expresión, la independencia del Poder Judicial, los órganos autónomos y las garantías de la oposición; esa es como la cuarta pata de la mesa, una oposición que pueda tener las garantías necesarias para hacer oposición, para presentarse a las elecciones y que haya unas elecciones consecutivas.
“Los gobiernos autoritarios sofocan la libertad de expresión, capturan al Poder Judicial, disuelven los órganos de control y le cierran las puertas a la oposición.
“Para poder consolidar el autoritarismo, se tiene que acabar con las cuatro patas de la mesa y entonces se cae la tabla y se golpea contra el piso y ahí estamos en un régimen autoritario; y volver a levantar esa mesa es dificilísimo. Derrumbarla es fácil, serruchar esas patas es fácil, sobre todo, con retóricas grandilocuentes sobre la casta y la corrupción, es muy fácil serrucharlas, pero volver a levantarlas es dificilísimo”.
—Y es una historia repetida, nada más cambia el país, el escenario.
—No hay nada nuevo. Todo lo que estamos viendo hoy ya lo vimos en la década del 20 en muchos países en Europa, en la década del 60 en muchos países de América Latina, en la década del 70, en muchos países de América Latina. Ya lo vimos, estamos retrocediendo respecto de los avances democráticos que habíamos alcanzado.
—Cuando pensábamos que ya habíamos avanzado en algunos derechos, como el acceso a la información pública, volvemos a discutir el mismo tema.
—Es muy sorprendente porque, es cierto, uno pensaría que ya ciertos principios democráticos están consolidados y que lo que necesitaban las democracias era avanzar, profundizarse y estabilizarse, pero lamentablemente muchos países de la región están dando un giro, un retroceso.
“Dos terceras partes del mundo no tienen democracias; entonces, estamos viendo hacia ese lugar cuando deberíamos avanzar y profundizar en la estabilización de nuestras frágiles democracias. Esto demuestra que la democracia es un régimen inestable y que, cada vez que hay un gobierno democrático, su tarea más importante es fortalecer los cuatro temas de los que hablábamos: fortalecer la independencia del Poder Judicial, que la prensa pueda ejerce su trabajo sin miedo, fortalecer a los órganos autónomos y fortalecer las garantías de la oposición”.
—Hay un retroceso, sin lugar a duda.
—Sin lugar a duda, pero nuevamente, en países donde ese retroceso no existe, a los gobernantes que tienen principios democráticos robustos, simplemente les daría vergüenza retroceder hacia el secretismo, cuando saben que la transparencia es una forma de gobernar bien.
—Pero hay gobernantes que están acostumbrados a hablar a base de mentiras, ¿no es obligación de los gobernantes hablar con la verdad?
—Los estándares internacionales sobre el derecho de acceso a la información pública establecen que los gobiernos, los gobernantes, los funcionarios públicos, tienen que ofrecer información completa, oportuna, accesible y fidedigna. O sea, tienen la obligación de no mentir y eso es lo que garantiza el derecho al acceso a la información.
“Los gobiernos más corruptos son los más autoritarios y aquí hay dos grandes tendencias. La tendencia al gobierno autoritario y la tendencia al gobierno corrupto, y los dos necesitan que no haya acceso a la información y que no haya libertad de expresión, para que la única verdad que la gente conozca es la verdad que ellos quieren imponer”.
—Algunos aseguran que el problema es que la democracia ya no funcionan.
—Se utilizaron los mecanismos de la democracia para acabar con la democracia y quien sufre las consecuencias es toda la población de ese país, los empresarios, los jueces, la gente trabajadora, todo el mundo sufre las consecuencias.
“No es que la democracia no funcione, es que es un sistema que hay que proteger cotidianamente. Cuando la gente vive en democracia, empieza a sentir que la democracia es insuficiente y, entonces, ahí hay dos propuestas, profundizamos la democracia para que sea suficiente, para que satisfaga las nuevas demandas de la gente o echamos atrás la democracia, en cuyo caso vamos a tener que volver a empezar en algún momento y va a ser dificilísimo, el costo en términos de sufrimiento humano es altísimo”.
—Y no es un fenómeno solo de gobiernos de izquierda.
—Claro, los gobiernos de izquierda en Uruguay, por ejemplo, son los que han fortalecido los sistemas democráticos; han fortalecido la independencia del Poder Judicial, han fortalecido las normas de acceso a la información y los gobiernos de derecha en Uruguay también. Son absolutamente democráticos los dos; el problema no es de izquierdo o derecha. En Chile, hay un gobierno de izquierda, y fue el primero que salió a cuestionar que en Venezuela que se hayan robado las elecciones y que se esté persiguiendo a la oposición. El problema no es ser de derecha o izquierda, el problema es ser democrático o antidemocrático.
—Mencionaba los ataques que sufrió la Relatoría, ahora hay nuevas voces que cuestionan todo el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. ¿Creemos que avanzamos y retrocedemos?
—Quisiéramos que no fuera así, pero los sistemas de protección de derechos humanos siempre están bajo amenaza, por eso es tan importante protegerlos. Ahora, ¿quién los amenaza? Quienes no creen en los derechos humanos.
“Ahora, quienes no creen en los derechos humanos luego se vuelven los mayores defensores cuando están en la minoría. Por ejemplo, Rafael Correa (expresidente de Ecuador) atacó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, atacó a la Relatoría de Libertad de Expresión, atacó las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y, cuando fue minoría política, cuando dejó el poder y se convirtió en una minoría política, hizo uso del Sistema Interamericano y le reclamó que protegiera sus derechos, el mismo sistema que él trato de destruir.
“Eso es una constante, hay gente que no cree en los derechos humanos, pero no cree en los derechos humanos cuando están en poder; en el minuto en el que deja el poder, empieza a acudir a los sistemas de derechos humanos para que los protejan”.