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Miguel Moreno Tripp: Riesgo Sistémico

Con el incremento en el precio del petróleo, debido a la posible respuesta de Israel contra el ataque de Irán, por la que pudieran afectar a las instalaciones petroleras de este último país, la aversión al riesgo se incrementó. Solo bastó el comentario del Presidente Biden para el efecto.

Este es un claro ejemplo de riesgo sistemático: aquel que no se puede diversificar. Recordemos las huelgas que se presentaron en las maquiladoras de Matamoros, al principio del anterior sexenio. Afortunadamente, no se extendieron por el país por lo que fueron un ejemplo de riesgo no-sistemático. Solo se presentaron allá.

El riesgo no-sistemático se puede diversificar. Pensemos en un inversionista y asumamos para ejemplificar que dichas empresas maquiladoras de Matamoros cotizaran en bolsa. Le bastaría al inversionista con vender las acciones de esas empresas y comprar acciones de otras empresas. Claro, las acciones de las empresas afectadas bajarían de precio hasta encontrar -o no- a alguien dispuesto a correr el riesgo de que las mismas quebraran. Por tanto, se puede minimizar (de hecho, aunque no mucha gente lo sabría, se puede eliminar el riesgo y quedarse solo el rendimiento) vía la diversificación.

El riesgo sistemático no es diversificable y no se puede eliminar vía la mencionada diversificación. Esto implica que no nos podemos abstraer de este tipo de riesgos. Veamos la “cadenita”. La repercusión a nivel mundial de un incremento en los precios del petróleo no se puede evitar a lo largo y ancho de las economías: sube el precio del petróleo, lo que causaría que subieran los precios de la gasolina (todavía más de lo que subieron en México en los últimos años), lo que a su vez incrementaría el costo de la logística, incrementando el precio de los productos y servicios. Al incrementarse éstos últimos, se presentará inflación lo que, a su vez, forzaría a los bancos centrales a, si no incrementar sus tasas de referencia (para aquellos que utilizan esta herramienta para el control de la inflación), sí a mantenerlas.

Al menos para Los Estados Unidos, la luz al final del túnel de lograr un aterrizaje suave que se está vislumbrando, se vería comprometido. Para el caso de México, de no jugarle al queda-bien con la nueva administración, no sería recomendable que se bajara la tasa objetivo. Dinero que se pudiera aprovechar en otras cosas, como ayuda social, se dedica al servicio de la deuda tanto a nivel personal, empresarial y a nivel del país.

Existe una medición para el riesgo sistémico en los precios de las acciones. Es la famosa beta de la acción. Esta medición se genera por el modelo de fijación de precios de activos (aunque es hasta más claro en inglés) conocido como el CAPM (Capital Asset Pricing Model). Este modelo se creó por allá de principios de los años sesenta paralelamente por William Sharpe y otros, basado en los trabajos de Henry Markowitz, precisamente en sus análisis de diversificación de portafolios.

Uno de sus elementos para su cálculo, es la medición estadística de la covarianza. Es tal cual lo que implica su nombre: como co-varía el precio de una acción con respecto al mercado. En estricta teoría, dicho “mercado” abarca toda oportunidad de inversión. Imposible medirlo, por lo que se utilizan los índices accionarios, como el S&P/BMV IPC como un proxy de San Mercado.

Eso es a nivel mundial, pero también tendremos -o no- riesgo sistemático “nacional”. Lo que haga o deje de hacer la nueva administración impactará positiva o negativamente a la economía mexicana en adición a la problemática mundial y al sexenio perdido que concluyó.

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