«Si sospechas que tu hijo tiene ansiedad o depresión, no esperes a que se le 'pase solo'»
En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, Ignacio Basurte, director médico de Clínica López Ibor , explica a ABC que hay una serie de señales que pueden ayudar a los padres a detectar un problema de salud mental en sus hijos. «Los progenitores deben estar atentos para detectar poder detectar cambios significativos en el comportamiento de sus hijos . Estos pueden incluir alteraciones en el estado de ánimo (irritabilidad, tristeza persistente), cambios en los patrones de sueño o alimentación, retraimiento social, falta de interés en actividades que antes disfrutaban, dificultades en el rendimiento escolar, o síntomas físicos recurrentes sin causa médica aparente (dolores de cabeza, dolores de estómago). La clave está en que estos cambios sean persistentes y afecten su vida diaria«, señala. En el caso de que los padres detecten alguna de estas señales, este experto recomienda actuar con sensibilidad y sin juzgar. «Lo fundamental es que, primero, se abra un canal de comunicación con el niño o adolescente, escuchar sin interrumpir ni minimizar lo que expresan. Si los síntomas persisten o empeoran, es recomendable buscar la ayuda de un profesional de salud mental, como un psicólogo o psiquiatra especializado en pacientes de estas edades. No esperar a que el problema 'pase solo' es clave, ya que una intervención temprana puede marcar la diferencia». Los problemas de salud mental pueden surgir a cualquier edad, «pero suelen manifestarse más claramente en la preadolescencia y la adolescencia, alrededor de los 10 a 18 años. Es un periodo de grandes cambios físicos, emocionales y sociales, lo que puede hacer que los jóvenes sean más vulnerables a trastornos como la ansiedad o la depresión», advierte Ignacio Basurte. No obstante, para diferenciar entre un periodo de tristeza, apatía y depresión, este experto apunta que las dos primeras son ocasionales, emociones normales, especialmente en respuesta a situaciones difíciles. «Sin embargo, la depresión se caracteriza por una tristeza profunda y persistente que dura al menos dos semanas y afecta al funcionamiento diario. Además de la tristeza, la depresión en niños y adolescentes puede manifestarse con irritabilidad, pérdida de interés en actividades, fatiga extrema, sentimientos de inutilidad o culpa y, en algunos casos, pensamientos sobre la muerte o el suicidio». Ante una situación así, advierte que uno de los errores más comunes es «minimizar o ignorar los síntomas, asumiendo que son 'cosas de la edad ' o que se resolverán solos. Otros errores incluyen imponer expectativas muy altas o presión excesiva , ser poco comunicativos o no proporcionar un espacio seguro donde los hijos puedan expresar sus emociones sin miedo a ser juzgados. También, no respetar la individualidad del niño o adolescente y no estar atentos a sus necesidades emocionales puede contribuir al deterioro de su salud mental». No obstante, el director médico de Clínica López Ibor, asegura que la prevención pasa por fomentar un ambiente familiar donde la comunicación abierta y el apoyo emocional sean prioritarios. Para ello, propone enseñar a los niños a manejar el estrés y las emociones de forma saludable desde una edad temprana, permitirles ser ellos mismos sin imponerles expectativas desmedidas , y asegurarse de que tengan un equilibrio entre las actividades académicas, sociales y de ocio es crucial. «Además, los padres deben estar atentos a los factores de riesgo, como el bullying o cambios importantes en la vida del niño, y buscar apoyo profesional si es necesario». Con los ojos puestos en la prevención, María Delgado, coordinadora de Protección al Menor y Bienestar en CEM , considera igualmente que la infancia es una etapa esencial para la vida de cualquier persona y en relación a la salud mental, es muy importante tener en cuenta que todas las experiencias vividas y aprendidas serán relevantes para el correcto desarrollo emocional y personal. Para proteger la salud mental infantil esta experta destaca cinco claves que favorecen un desarrollo emocional estable, tanto desde casa como desde el entorno escolar: 1. Hábitos y rutinas saludables. Establecer hábitos regulares en áreas como la alimentación, el sueño, el juego y las responsabilidades promueve un entorno estable que beneficia la sensación de seguridad y bienestar emocional en los niños. Sin embargo, es importante que estos hábitos sean flexibles y adaptados a las necesidades individuales de cada niño, ya que imponer rutinas de forma rígida puede generar estrés o frustración. 2. Entornos seguros y afectivos. El amor y la validación emocional acompañados de límites asertivos son esenciales para crear un entorno en el que los niños se sientan seguros para expresar sus emociones. No se trata solo de proporcionar un espacio físico seguro, sino de fomentar relaciones en las que los niños se sientan escuchados y valorados, sin miedo a ser juzgados. Esto refuerza el desarrollo de habilidades como la empatía y el respeto hacia los demás. 3. Fomentar la autoestima. El desarrollo de la autoestima es clave para el bienestar emocional y psicológico de los niños. Es importante reconocer el esfuerzo y los avances, reforzando su confianza en sí mismos y su capacidad para afrontar desafíos. Fomentar su autonomía de manera gradual acorde a su edad, les permite tomar decisiones, aprender de los errores y desarrollar una mayor resiliencia. 4. Comunicación y escucha activa. Son herramientas primordiales para fomentar unas habilidades emocionales y de expresión adecuadas. Escuchar a los más pequeños ayuda a generar ambientes de confianza y seguridad para ellos, cuando los niños tienen la opción de hablar sobre sus preocupaciones y reciben el apoyo necesario, les posibilita afrontar situaciones futuras. La comunicación es también esencial para prevenir el aislamiento infantil. Para conseguir que adquieran habilidades comunicativas se les debe escuchar activamente y validar sus emociones, pasar por alto sus dudas o curiosidades afectará negativamente a la expresión de sus sentimientos, así que es algo que siempre debemos evitar. 5. Gestión emocional. Proporcionar a los niños herramientas para gestionar emociones como la frustración o la ira, es fundamental para su desarrollo. No se trata de evitar que experimenten emociones negativas, sino de ofrecerles las herramientas para poder gestionarlas. Por otro lado, la coordinadora de CEM destaca que hay otras acciones relevantes para asegurar un buen cuidado de la salud mental en la infancia, "como puede ser un modelo educativo basado en la inteligencia emocional, promover este tipo de educación en las aulas y en el ambiente familiar para que los niños puedan entender, interpretar y manejar sus emociones y las de los demás correctamente". Algunas claves más que María Delgado considera que conviene señalar para garantizar el bienestar de los niños son: tiempo de calidad con ellos, estimulación y creatividad, actividades y juegos al aire libre, establecer límites claros como el tiempo de las pantallas , promover la empatía y la diversidad, garantizar su independencia, fomentar el aprendizaje o ayudarles a crear relaciones saludables.