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Los secretos de la isla abandonada más grande: fue uno de los lugares más poblados, ahora solo queda edificios destruidos

Hashima, una isla ubicada a 15 kilómetros de Nagasaki, Japón, fue en su momento uno de los lugares más densamente poblados del mundo. Lo que alguna vez fue un símbolo de progreso industrial, actualmente se ha convertido en una zona llena de edificios vacíos, donde no se presencia vida humana ni animal.

Abandonada en 1974, la isla dejó atrás una historia marcada por la minería y la explotación de prisioneros. Las ruinas que perduran hoy son evidencias de lo que fue una ciudad vibrante, pero también un escenario de trabajo forzado durante la Segunda Guerra Mundial.

La isla de Hashima

Hashima, también conocida como la 'Isla del Acorazado', es una pequeña isla de poco más de 6 hectáreas. Su nombre se debe a la similitud con un acorazado, por su aspecto fortificado y aislado. Fue un centro minero clave para Japón durante la revolución industrial, donde se explotaban yacimientos submarinos de carbón, uno de los recursos más importantes para el desarrollo del país.

Durante su apogeo, la isla alcanzó una población de más de 5,200 habitantes. Las familias que vivían allí dependían directamente de la minería del carbón, pero hacia la década de los 60, las reservas comenzaron a agotarse. Con la escasez del recurso y el cambio hacia el uso de petróleo, Hashima fue perdiendo relevancia industrial, y poco después, la isla quedó desierta.

¿Por qué Hashima fue abandonada?

El abandono de Hashima fue inevitable. Con el cierre de las minas de carbón en 1974, la isla dejó de tener una función. Sin recursos ni trabajos, los habitantes se vieron obligados a buscar nuevas oportunidades en otras partes de Japón. Este proceso de abandono dejó a Hashima como un lugar fantasma, donde la naturaleza no pudo repoblar el terreno y los edificios comenzaron a deteriorarse.

La falta de flora y fauna contribuyó al aspecto desolado que hoy tiene la isla. Los techos se agrietaron, las ventanas se rompieron, y las paredes se fueron descascarando con el paso del tiempo. A pesar de estar completamente deshabitada, la estructura básica de los edificios sigue en pie, lo que le ha dado un aura misteriosa y tétrica.

¿Qué sucedió durante la Segunda Guerra Mundial en Hashima?

Hashima no solo fue un centro industrial, también tiene un oscuro pasado relacionado con la Segunda Guerra Mundial. Durante el conflicto, la isla fue utilizada por el gobierno japonés para imponer trabajo forzado a prisioneros coreanos y chinos, quienes trabajaron bajo condiciones inhumanas en las minas de carbón. Estos civiles, que fueron reclutados en contra de su voluntad, sufrieron brutales jornadas de trabajo supervisadas por militares japoneses.

La combinación de agotamiento, maltrato y las peligrosas condiciones de trabajo llevaron a la muerte de muchos de estos trabajadores. Este episodio ha sido motivo de tensión entre Japón y otros países asiáticos, debido a las violaciones a los derechos humanos cometidas en ese entonces.

¿Qué ha sucedido en Hashima desde su abandono?

A pesar de su abandono, Hashima ha generado un notable interés en las últimas décadas. En 2009, la isla fue abierta al público como un destino de "turismo oscuro", atrayendo a miles de turistas interesados en conocer uno de los sitios más escalofriantes del mundo, según CNN. Las ruinas de hospitales, viviendas y espacios públicos han sido recorridas por visitantes que buscan experimentar la atmósfera fantasmal de la isla.

Además, en 2015, la UNESCO declaró a Hashima como Patrimonio de la Humanidad, destacando su importancia en la industrialización de Japón y su relevancia histórica como símbolo de progreso.

¿Cómo visitar Hashima hoy en día?

Si bien Hashima es un destino turístico, el acceso a la isla es limitado debido a la fragilidad de las estructuras. Los tours guiados permiten a los visitantes recorrer partes específicas de la isla, donde los guías cuentan la historia del auge y la caída de este lugar icónico.

Hoy, Hashima sigue siendo una representación del desarrollo industrial de Japón, pero también un recordatorio de los costos humanos de ese progreso. Los turistas, curiosos y periodistas que la visitan, lo hacen con una mezcla de asombro y respeto por los ecos de su pasado.

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