Váyase, señor Sánchez
Mentir es cosa agotadora. Exige, además, una memoria prodigiosa para que la falacia primigenia no quede al descubierto por los sucesivos requiebros de esa bola de nieve que desciende por la ladera de la moralidad. Mentir cansa a Sánchez, pasea careto exangüe, y por eso, por darse un respiro, lo convierte en un cambio de opinión , porque a eso tenemos derecho todos. Sucede que creo que, además de reventado, también está confiado. Por ahí su rictus viaja de la incómoda arruga a la sonrisa soberbia. Sus mentiras están en la mesa de operaciones de la UCO y espero que no encuentre amparo en las faldas de un fiscal tan obediente como deficiente. La soberbia, la displicencia con la que... Ver Más