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NOVIEMBRE de todos los años (V)

- No entiendo. Te arrepientes, pides perdón sinceramente y quedas perdonado. ¿Qué falta aquí?, que me pierdo.

- Pues lo mismo que en la vida ordinaria. Y te voy a poner varios ejemplos.

Imagínate en un partido de futbol. En una ida de olla le clavas los tacos en el muslo a un jugador del otro equipo. Enseguida te de das cuenta que te has pasado y le pides perdón. El agredido, que es muy buena persona, te mira dolido pero sin rencor y te dice: tranquilo, no te preocupes, no es nada, y hasta te da una palmadita. Tu te sientes perdonado, pero ves que su herida sangra y que tiene tierra de tu bota. ¿A que te quedarías mejor si haces algo por ayudar a detener la sangre y a limpiar la herida?

Otro ejemplo: He cometido un robo. Un tiempo después reflexiono y me doy cuenta de la injusticia que supone quitarle a otro lo que era suyo, del esfuerzo que le supuso conseguirlo, del disgusto y la tristeza que le he provocado. Me remuerde la conciencia y me arrepiento. Es lo primero, claro. No aguanto más, voy a ver a mi víctima y le pido de corazón, avergonzado, que me perdone. El, que es una bellísima persona y que además me tiene mucho aprecio, me perdona al momento y con una sonrisa. ¿Tu pensarías, ¡uff, ya está, que suerte he tenido con este tío tan majo!?,… ¿Te quedarías ahí o le devolverías lo robado para poder sentirte totalmente justificado?

¿Y, si en lugar de dinero, lo que le hubieses quitado fuese la fama? ¿Te conformarías con disculparte o harías lo que estuviera a tu alcance para restituirla, como es de justicia?

Otro caso: por envidia le has ensuciado la fachada de la casa de un vecino con porquería o con pintadas. ¿Darías por zanjado el asunto sólo disculpándote? ¿O te ofrecerías a limpiarla y devolverla a su estado anterior?

Coincidirás conmigo en que lo justo es, tras la petición de perdón, hacer todo lo posible por remediar el perjuicio infligido. No sólo nos sentiremos mejor, sino que lo veremos como una prueba de que lo lamentamos de verdad, una demostración de la sinceridad de nuestro arrepentimiento.

Pues con el pecado ocurre igual.

Como recordarás, pecado es toda desobediencia voluntaria a Dios, oponerse a lo que Dios quiere. Y Él solo quiere lo mejor para cada uno de nosotros. Luego, obviamente, lo que manda es lo que nos conviene, y solo prohíbe lo que nos daña.

Cuando haces el mal, luego te remuerde la conciencia (si no la has dejado atrofiar) y, si te arrepientes y pides perdón, Dios te perdona siempre. Quedas libre de culpa, de responsabilidad por tu pecado. Recobras la amistad con Dios y te reconcilias con el Grupo: la Iglesia. Sin embargo, en justicia, ese perdón exige también que se restituya a los demás del daño provocado.

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